Las hojas dominicales catalanas de todas diócesis han publicado este domingo, 1 de mayo, un reportaje, que reivindica la libertad de conciencia en un contexto en el que herramientas de garantía democráticas como la objeción de conciencia respecto a cuestiones que afectan la Sanidad y sus profesionales están en crisis.
En el reportaje «Libertad de conciencia. Una defensa ante tentaciones totalitarias» se recuerda que la libertad «no puede separarse de los demás derechos humanos, que son universales e inviolables». «El primero de estos derechos -se afirma- es el derecho a la vida, desde su concepción hasta su conclusión natural, que condiciona el ejercicio de cualquier otro derecho y comporta, en particular, la ilicitud de toda forma de aborto provocado y de eutanasia«.
La proclamación de estos derechos es una defensa frente a las tentaciones totalitarias y en la tendencia que los poderes públicos tienen que invadir la vida de las personas en todos sus ámbitos o de disponer de ellas en función de sus intereses, afirma la Redacción de las hojas dominicales catalanas, que hace referencia a la nota doctrinal sobre la Objeción de Conciencia de la Conferencia Episcopal Española hecha pública en las últimas semanas.
El texto de los obispos españoles pone de relieve que la nueva visión de los derechos humanos que se está imponiendo en las últimas décadas «está marcada por un individualismo que no acepta ningún límite ético y que ha llevado a que los poderes públicos reconozcan unos nuevos «derechos» que en realidad son la manifestación de deseos subjetivos«.
Un testimonio médico en cuidados paliativos
Las hojas dominicales catalanas presentan el testimonio de Clara Gutiérrez, médico de familia, especializada en curas paliativas y que explica su experiencia. Gutiérrez constata que el gran problema al que se enfrentan los pacientes es el temor al dolor.
«En 10 años siendo médico de cuidados paliativos -afirma Gutiérrez- me he encontrado con dos pacientes que me han hecho petición de eutanasia: una enferma con ELA y un paciente con cáncer. En ese momento, la eutanasia no era legal, les expliqué que no podía hacerlo por ese motivo. No entré en cuestiones personales, éticas o morales. Exploré el porqué de su petición, qué les hacía sufrir, qué cosas daban sentido a su vida, intenté acoger y comprender su sufrimiento vital… Me comprometí a acompañarles y aliviar lo que estuviera en las mías manos. Les ofrecí que, llegado el momento, si era necesario y estaba indicado, podríamos realizar una sedación paliativa«.
Respondiendo a la pregunta de cómo explicaría a un enfermo, a sus familiares que, en conciencia, no puede contribuir a la eutanasia con el ejercicio de tu profesión, el galeno responde: «Como médico estoy al servicio de los enfermos. Les escucharía e intentaría comprender y acoger su sufrimiento, les explicaría que les ayudaré en este proceso doloroso, poniendo todas las herramientas disponibles para aliviar su sufrimiento, pero no puedo acabar con su vida, pues creo que la vida y la muerte no están en mis manos. Les ofrecería mi apoyo para hacer frente a esta etapa de fin de vida desde una perspectiva integral y respetando su vida y su dignidad. Les hablaría de la sedación paliativa, pero no podré aplicarles la eutanasia. La eutanasia no es un acto médico. Siento que dar muerte a alguien es hacer daño, y nuestro código ético y deontológico establece que lo primero es no hacer daño y proteger la vida».
En el reportaje, el doctor Marcos Gómez, experto en curas paliativas y bioética reflexiona sobre el abismo al que aboca la eutanasia, una crisis que enfrenta «la razón de ser médico».
La eutanasia, afirma Gómez, «supondrá la crisis más grave en la milenaria historia de la medicina, porque, por primera vez en la historia, el médico será el gestor de la muerte de sus enfermos, algo absolutamente inaudito y que está en contra de los principios más esenciales, más básicos y más arraigados en la razón de ser del médico«.
El texto de las hojas dominicales catalanas explican que uno de los grandes problemas del marco legal español es que, en la actualidad, España no tiene una Ley de curas paliativas y está documentado que su existencia estimulan una cultura de acompañamiento con el enfermo. Si solo existe una Ley de eutanasia, ¿a qué realidad abocamos a los enfermos que sufren?