El día 8 de marzo se celebra en todo el mundo el Día Internacional de la Mujer. Me ha parecido conveniente, con este motivo, escribiros esta carta sobre la dignidad y la vocación de la mujer. En la Iglesia, tenemos que felicitarnos todos, porque objetivamente siempre ha sido respetada y dignificada la mujer. Hay que entrar a ver esto desde la objetividad de cada época histórica y no desde una ideologización del momento que nada tienen que ver con las realidades históricas de cada tiempo. La dignidad y la capacidad de las mujeres es uno de tantos datos de la revelación que se habían escondido. Cuántas veces en la historia, lo sociológico ha oscurecido e incluso eclipsado los datos revelados. El Papa Juan Pablo II nos recordaba que “la mujer se encuentra en el corazón mismo del acontecimiento salvífico” porque es “con la respuesta de María cuando realmente el Verbo se hace carne… De esta manera la plenitud de los tiempos manifiesta la dignidad extraordinaria de la mujer” (cf. Mulieris dignitatem, 3 y 4).