Europa se encuentra hoy en uno de los momentos más difíciles de su historia reciente. Hace tres décadas y media pareció comenzar un nuevo periodo que prometía paz y serenidad y que, al ser contemplado desde la perspectiva actual, tiene el aspecto de no haber sido más que un espejismo. Sea como fuere, de las ilusorias esperanzas de la década de 1990 ya no quedan más que ruinas.
El precipitado final de la Guerra Fría se inició con la caída del muro de Berlín, en noviembre de 1989, y concluyó con la disolución del Pacto de Varsovia, en julio de 1991. A este raudo proceso siguió un casi festivo apaciguamiento de las relaciones entre los países miembros de los dos bloques, hasta entonces duramente enfrentados. En las décadas siguientes, sin embargo, no se llegó a consolidar totalmente una relación de confianza entre el bloque atlántico y la nueva Rusia, surgida de la desintegración de la Unión Soviética. En 2014 se produjo la revuelta y el golpe de estado de Maidán en Kiev (abiertamente promovido desde los EE.UU. y la Unión Europea)[1], comenzó la guerra civil en el Dombás y Rusia se anexionó Crimea.
Desde entonces el antagonismo político y militar entre este país y la Alianza Atlántica se intensificó rápidamente. El devastador conflicto del Dombás dio paso a una guerra abierta entre Ucrania y Rusia en febrero de 2022, lo que convirtió la tensión entre ésta y el Oeste en pura enemistad. El cambio de rumbo impuesto por Donald Trump en su segunda presidencia a la política ucraniana de los EE.UU. ha desatado en las últimas semanas una verdadera histeria bélica en Bruselas y en los ya muy excitados gobiernos europeos, como comentamos en un artículo anterior[2].
En las últimas semanas, de modo inédito, se han acelerado e intensificado las iniciativas de la Unión Europea y de la mayoría de sus gobiernos para reforzar de forma masiva y urgentísima su capacidad militar. Paralelamente se ha desatado una campaña, sin precedentes en intensidad y amplitud, para convencer a la ciudadanía de la necesidad de estas medidas, aduciendo un inminente riesgo de confrontación militar contra Rusia, guerra que la inmensa mayoría de los políticos y de los medios de comunicación presenta como casi inevitable.
En países como Alemania esta campaña a favor del rearme alcanza unas dimensiones y un énfasis propagandístico que no se conocían en el país desde la década de 1930.
Periodistas, políticos de diversos partidos y sobre todo miembros del gobierno alemán hablan abierta y repetitivamente de la “necesaria preparación para la guerra”. Estamos pues ante una situación que no se daba desde vísperas de la Segunda Guerra Mundial, si bien tiene más paralelismos históricos con la que condujo a la Gran Guerra de 1914-1918. Considerando el devenir de la historia europea desde una perspectiva algo distante y lo más racional posible, se llega a la conclusión de que el continente no ha superado aún el terrible proceso histórico abierto en Sarajevo en 1914.
El destino de Europa podría compararse con el de un nadador que intentase salvarse de un muy potente y peligroso torbellino. A punto de ser tragado por el agua, logra alejarse y cuando parece estar a salvo, se ve arrastrado otra vez hacia el centro de la vorágine. Un vórtice sejemante lanzó al continente a dos Guerras Mundiales y a medio siglo de Guerra Fría. Ahora podría estar arrastrándolo hacia un abismo aún mucho más hondo y letal que los anteriores.
Para dilucidar cuál es la situación real de Europa en el momento presente disponemos de dos instrumentos que pueden iluminarnos y ayudarnos, Dios mediante, a alcanzar un cierto grado de objetividad: el conocimiento histórico y el uso de la razón. Son dos instrumentos al alcance de cualquiera que quiera hacer uso de ellos y tenga la voluntad y la paciencia que esta labor exige. No es éste un estudio de expertos ni para expertos (sea cual fuere el significado de este término, por desgracia utilizado tan a menudo para dar autoridad a argumentos disparatados y a intereses nefastos), sino el de un ciudadano europeo para otros ciudadanos europeos, nada más. No entraremos aquí en el largo camino que nos ha conducido a la situación actual. Tal vez en otros artículos posteriores podamos ocuparnos de los aspectos históricos, tan necesarios para evaluar cabalmente la situación. Ahora nos limitaremos a considerar los acuciantes apremios presentes y a reflexionar un poco sobre ellos.
la magnitud y el desparpajo de los bulos puestos en circulación en nuestros días y la enorme difusión que alcanzan carece de precedentes históricos.
En un reciente artículo publicado en Forum Libertas, refiriéndose a las declaraciones de un político estadounidense tergiversadas por los medios informativos, Daniel Arasa afirmaba que “casi todo es fake news”[3]. Acertaba plenamente el Sr. Arasa. Su apreciación, exactísima en aquel caso, vale aún mucho más para el que nos ocupa: casi todo lo que los grandes medios informativos transmiten sobre el presunto riesgo de un inminente ataque ruso a la Unión Europea debería ser tomado con inmensa cautela y con desconfianza antes que con credulidad. En torno a los conflictos bélicos siempre se han tejido leyendas negras y leyendas de color de rosa, historias en blanco y negro para justificar masacres, expolios, opresión, usurpaciones y toda clase de atrocidades. Pero la magnitud y el desparpajo de los bulos puestos en circulación en nuestros días y la enorme difusión que alcanzan carece de precedentes históricos. Veamos un ejemplo.
Sin andarse por las ramas, la diputada calificó a Vladimir Putin de “criminal asesino” responsable de “haber llevado a la tumba a cientos de millones de personas”.
En un programa emitido por la televisión estatal austriaca el pasado 23 de marzo la presidente de la Comisión de Seguridad y Defensa del Parlamento Europeo, la diputada liberal alemana Marie-Agnes Strack-Zimmermann, defendió apasionadamente la política de rearme y pintó en tonos tenebrosos los riesgos bélicos que desde Rusia amenazan a Europa. Sin andarse por las ramas, la diputada calificó a Vladimir Putin de “criminal asesino” responsable de “haber llevado a la tumba a cientos de millones de personas”. Lo de que Putin sea un criminal es una opinión que tal vez podría discutirse, pero la acusación de que tiene en su haber cientos de millones de asesinatos es un disparate incalificable. Lo extraño es que ni el moderador de la tertulia ni ninguno de los otros tres participantes en ella interrumpiera a la Sra. Strack-Zimmermann y la conminara a justificar su aserto o rectificarlo.
Unos minutos más tardes la misma señora, refiriéndose a la importancia de las exportaciones ucranianas de grano, afirmaba que “Ucrania alimenta a 70.000 millones de personas”[4]. Si no estamos mal informados, en este valle de lágrimas viven unos 8.300 millones de seres humanos. Para llegar a la cifra de 70.000 millones no queda más remedio que suponer que Ucrania exporta trigo a otras galaxias. Curiosamente tampoco esta afirmación fue corregida.
En Alemania, el país del que procede Strack-Zimmermann, el bombardeo de bulos en la prensa presuntamente seria es abrumador.
Se me dirá que estos bulos son demasiado groseros para ser creídos. Desde luego, ante tales dislates un ciudadano con sentido común y medianamente informado sólo podrá reír o llevarse las manos a la cabeza. Pero lamentablemete en nuestro tiempo el sentido común se está volviendo cada vez más raro y quienes ven la televisión muchas veces están ya de antemano más desinformados que informados. En resumen, tales mensajes “cuelan” mucho más a menudo de lo que sería de esperar. En Alemania, el país del que procede Strack-Zimmermann, el bombardeo de bulos en la prensa presuntamente seria es abrumador.
Pero esto no es todo, hay más. La Sra. Strack-Zimmermann no sólo preside la Comisión de Seguridad y Defensa del Parlamento Europeo, sino que es también miembro de la Deutsche Gesellschaft für Wehrtechnik (Sociedad Alemana de Técnica Militar), de cuyo consejo presidencial formó parte hasta 2023, y del Förderkreis Deutsches Heer (Círculo de Patrocinio del Ejército Alemán). Estas dos entidades privadas no son otra cosa que grupos de presión o “lobbys” de la industria armamentística alemana, oficialmente registrados como tales en el Parlamento Federal Alemán.
Lo inexplicable es que ni su partido ni el Parlamento Europeo ni la justicia consideren tales vínculos como absolutamente incompatibles con el cargo de parlamentaria europea, más todavía con la participación en una comisión de defensa y mucho más aún con su presidencia: si hay subterfugios jurídicos que lo permitan, estamos ante una legislación más que deficiente.
En estos momentos esa misma industria armamentística está a punto de recibir pedidos por valor de cientos de miles de millones de euros por decisión de la Comisión Europea, así como de los distintos gobiernos nacionales. El motivo aducido para justificar tales pedidos es el altísimo riesgo de inminente ataque ruso, del que la Sra. Strack-Zimmermann intenta convencer a la ciudadanía, aunque para ello haya que inventar y propagar bulos. En su empeño no está sola: muchos otros políticos, gobernantes, “expertos”, periodistas, y “comunicadores” de toda laya repiten hasta el cansancio la misma letanía u otras parecidas. El que nada menos que la presidente de la Comisión de Seguridad y Defensa del Parlamento Europeo tenga tales vínculos empresariales, sea una aguerrida propagandista bélica, así como autora y difusora de bulos revela la situación en que se encuentran la democracia y las instituciones políticas europeas.
En 2008 la clase política y los medios de información comunicaron a la ciudadanía que era inexcusable salvar a los grandes bancos, que habían hecho algunas travesuras financieras cuyas consecuencias serían fatales para toda la humanidad. Creyéramos esta historia o no (algunos pensábamos que detrás había otras intenciones), fuimos obligados a financiar ese “salvamento”.
El argumento, digámoslo llanamente, es que si no lo hacemos, nos invadirá Putin y de un día para otro destruirá nuestras florecientes democracias…
En 2020 el mensaje fue que hacía falta invertir sumas ingentes en medidas para combatir la peor peste de la historia de la humanidad, así como por el mismo motivo asumir pérdidas económicas de dimensiones nunca vistas: entre una cosa y otra, el gasto sumaba muchos miles de millones. Incluso los que nunca creímos esta historia, fuimos forzados a soportar el expolio y a aguantar cosas aún mucho peores y que todos conocemos. Ahora se obliga al pueblo, en teoría soberano, a que pague unos dispendios militares nunca vistos. El argumento, digámoslo llanamente, es que si no lo hacemos, nos invadirá Putin y de un día para otro destruirá nuestras florecientes democracias…
Ya sabemos qué pasó en 2008 y en 2020. ¿Se está repitiendo la historia? ¿O es verdad que habrá un ataque ruso? Y sobre todo ¿hay algún modo de dilucidar si lo que nos cuentan es verdad o mentira? Sobre estas preguntas intentaremos reflexionar en la continuación de este artículo.
[1] La entonces Subsecrataria de Asuntos Europeos del gobierno de Barack Obama, Victoria Nuland, reconoció públicamente en 2023 que los EE.UU. habían invertido 5.000 millones de dólares en la revolución ucraniana. Tampoco la International Renaissance Foundation, una ONG finaciada y controlada por el multimillonario globalista George Soros, ocultó nunca su apoyo a la insurrección que acabó con el derrocamiento del legítimo presidente ucraniano, Viktor Yanunkovich, que había sido elegido democráticamente.
[2] https://www.forumlibertas.com/europa-estados-unidoso-pavor-en-el-hormiguero/
[3] https://www.forumlibertas.com/el-varapalo-de-vance-a-una-europa-sin-espiritu/
[4] Ambas afirmaciones se encuentran respectivamente en los minutos 4:50 y 13:50 de la emisión, que se puede ver y oír en línea: https://www.youtube.com/watch?v=_DufNPDEfq0
En países como Alemania esta campaña a favor del rearme alcanza unas dimensiones y un énfasis propagandístico que no se conocían en el país desde la década de 1930. Compartir en X