Nació el 9 de enero de 1904 en Pozzallo, Sicilia, en una familia humilde. Su vida estuvo marcada por una búsqueda espiritual que lo llevó desde una crisis religiosa hasta una profunda conexión con su fe cristiana y la virtud de la caridad. En 2018, el Papa Francisco, firma el decreto en el que reconoce sus virtudes heroicas, y lo proclama Venerable.
Un «alcalde santo»
Después de una experiencia en su juventud con el marxismo, durante sus estudios universitarios, La Pira redescubrió su fe durante la Pascua de 1924, convirtiéndose en laico dominico un año después. Su compromiso con la libertad y la dignidad humana se manifestó a lo largo de su carrera, desde su trabajo como profesor de Derecho Romano en la Universidad de Florencia hasta su fundación de la revista «Principi» en defensa de los derechos humanos, desafiando abiertamente al fascismo y al nazismo.
Durante la Segunda Guerra Mundial, La Pira se vio obligado a exiliarse debido a sus convicciones antifascistas, pero regresó a Florencia después de la guerra para desempeñar un papel fundamental en la reconstrucción democrática de Italia. Como miembro de la Asamblea Constituyente, contribuyó a redactar la constitución del país, destacando el reconocimiento de los derechos humanos como un pilar fundamental del Estado.
Sin embargo, fue como alcalde de Florencia donde La Pira dejó una huella indeleble. Conocido como el «alcalde santo» por su dedicación a los pobres, reconstruyó infraestructuras devastadas por la guerra, promovió viviendas sociales y luchó incansablemente por los derechos de los sin hogar, basando su acción en principios evangélicos de caridad.
Además de sus esfuerzos locales, La Pira trabajó incansablemente por la paz a nivel internacional. Organizó cumbres en Florencia, se reunió con líderes mundiales y medió en conflictos internacionales, desde la Guerra Fría hasta la guerra de Vietnam. Su visión de la paz trascendió las fronteras políticas y religiosas, abogando por la convivencia y el diálogo entre diferentes culturas y naciones.
Legado político
En el marco político, Giorgio La Pira fue un destacado y un ferviente defensor de los principios de la Doctrina Social de la Iglesia. Su vida política estuvo marcada por su profundo compromiso con el servicio al bien común y su búsqueda incansable de la justicia social. A lo largo de su carrera, La Pira aplicó los principios de la Doctrina Social de la Iglesia en su trabajo político, buscando construir una sociedad más justa y poniendo en el centro la dignidad de la persona, la subsidiariedad y la justicia social como los principios fundamentales que deben guiar la vida de la humanidad.
Uno de los aspectos más destacados de la vida política de La Pira fue su compromiso con los más desfavorecidos. Abogó por políticas de desarrollo económico que beneficiaran a todos los ciudadanos, especialmente a los más pobres. También promovió iniciativas para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y luchó contra la corrupción y la injusticia.
Giorgio La Pira fue un ejemplo destacado de cómo la Doctrina Social de la Iglesia puede guiar la vida política de una persona hacia el servicio del bien común. La Pira sobresale no sólo por su implicación política sino por impulsar activamente la participación de los ciudadanos en la vida pública. Esto lo llevó a cabo a través de diferentes puntos:
Participación política activa: La Pira promovió activamente la participación política de los ciudadanos, creyendo en la importancia de que todos tuvieran voz en las decisiones que afectan sus vidas. Animó a la gente a involucrarse en la vida política local y nacional para contribuir al bien común y promover la justicia social.
Participación en la vida comunitaria: Además de su trabajo político, La Pira alentó la participación de la comunidad en la vida cívica y social. Reconoció el papel vital de las asociaciones y organizaciones de base para abordar los problemas locales y construir una sociedad más solidaria y justa.
Subsidiariedad: Este principio, que sostiene que las decisiones deben tomarse a nivel subsidiario, es decir, en el nivel más cercano posible a los ciudadanos afectados, fue valorado por La Pira. Como alcalde de Florencia, promovió la descentralización y la delegación de poder a nivel local para garantizar una gobernanza más efectiva y sensible a las necesidades de la comunidad.
Promoción de la justicia social: La participación, según la Doctrina Social de la Iglesia, debe estar dirigida hacia la promoción de la justicia social y el bien común. La Pira encarnó este principio al trabajar incansablemente por la igualdad de oportunidades, la distribución equitativa de los recursos y la atención a los más vulnerables.
Solidaridad: La Pira entendió que la participación efectiva está intrínsecamente ligada a la solidaridad entre los miembros de la sociedad. Buscó construir puentes entre diferentes grupos sociales y promover la colaboración y el apoyo mutuo para abordar los desafíos comunes.
Pero si hay algo que destaca por encima de todo en la vida política de Giorgo La Pira es su profundo sentido de caridad hacia los demás, lo que lo convierte su trayectoria en un ejemplo de cómo esta virtud puede guiar y transformar la acción social y política hacia el bien común. La caridad no es un concepto abstracto. Es vida. «No es palabra vacía, sino realidad práctica viviente» (Summi Pontificatus). Es la caridad una de las columnas que sostiene la Doctrina Social de la Iglesia.
Esta relación se refleja en la vida y el trabajo de Giorgio La Pira de varias maneras:
La caridad como criterio supremo de la ética social: La Pira comprendió la caridad como un criterio supremo y universal de toda la ética social. Reconoció que la caridad, lejos de limitarse a relaciones personales cercanas, debe ser el fundamento de todas las acciones encaminadas al bien común y la justicia social. «La caridad es el antídoto más seguro contra la soberbia y el egoísmo del mundo.» (Rerum Novarum)
La caridad como fuente de valores sociales: La Pira vivió su etapa política en compromiso con la verdad, la justicia social y la libertad. Siempre guiada por su profundo sentido de caridad hacia los demás. La caridad para con el equivocado no es ni puede ser «indiferencia ante la verdad y el bien» (Gaudium et Spes).
La caridad y la justicia: La Pira comprendió que la caridad no solo complementa la justicia, sino que también la trasciende. Reconoció que, si bien la justicia es esencial para regular las relaciones humanas, la caridad es necesaria para restaurar la dignidad y el bienestar humano más allá de lo que la justicia puede lograr por sí sola. La caridad refuerza pero no suple, la obligatoriedad de los deberes propios de la justicia. «Para ser auténticamente verdadera, la caridad debe tener siempre en cuenta la justicia que hay que instaurar y no contestarse con paliar los desórdenes y las insuficiencias de una situación injusta. «(Dans la tradition).
La caridad como fuerza transformadora: La Pira creía firmemente en el poder transformador de la caridad en la sociedad y la política. Entendía que ninguna legislación o sistema de reglas por sí solo podría persuadir a las personas y los pueblos a vivir en paz y unidad. Solo la caridad, como fuerza inspiradora y motivadora de acciones concretas, puede construir la paz y transformar las estructuras sociales y políticas para el bien común. «Los medios para salvar al Estado actual de la triste decadencia en que lo ha hundido el liberalismo amoral no consiste en la lucha de clases y en el terrorismo ni en el abuso autocrático del poder del Estado, sino en la configuración y en la penetración del orden económico y social por los principios de la justicia social y la caridad cristiana»(Divini Redemptoris).
La Pira era un político íntegro que se oponía firmemente a la corrupción y la injusticia. Su congruencia marca la importancia de mantener altos estándares éticos y actuar con integridad en todas las acciones.
En un mundo cada vez más polarizado, el ejemplo de La Pira es una lección relevante para los políticos de hoy, recordándoles que su deber principal es trabajar para el beneficio de todos los ciudadanos.
Giorgio La Pira falleció el 5 de noviembre de 1977, dejando un legado de servicio desinteresado y compromiso con la justicia. Su vida ejemplifica cómo el compromiso político y espiritual pueden converger para transformar positivamente la sociedad, recordándonos que ser un político santo no es una contradicción, sino una realización plena de una vida puesta al servicio de Dios.
La política es la forma más alta de caridad (Pio XI) Share on X