Elena Acín nunca pensó que acabaría montando una funeraria. Si alguien se lo hubiera dicho años atrás, cuando trabajaba en consultoría, emprendiendo proyectos de innovación o viajando por el mundo, se habría reído. Pero Dios tenía otros planes. Y cuando Él llama, no hay excusas que valgan.
El «sí» de Elena no fue inmediato, ni fácil. Pero Dios sembró en su corazón la intuición de ofrecer un servicio que restaurara la mirada sobre la muerte, que devolviera a la muerte su dignidad, que iluminara el dolor con la fe. La funeraria EnVela nacía en el momento en que más se necesitaba esperanza, en plena pandemia COVID.
Hoy, Elena y su equipo acompañan especialmente a padres cuyos bebés nacen sin vida. Almas preciosas que han venido al mundo para hacernos mirar al cielo.
EnVela es un soplo de eternidad, que ayuda a los padres a ver lo invisible, a abrazar el misterio y a confiar en la promesa de Dios.
Porque en cada despedida hay un anhelo de infinito, en cada lágrima hay un derroche de esperanza, y en cada muerte hay una promesa de vida eterna.
Elena, EnVela no es una funeraria convencional. Por lo que he podido intuir, su historia y su razón de ser están profundamente ligados a la fe y a una experiencia personal que cambió tu visión de la muerte. ¿Cómo nació esta idea y qué fue lo que te impulsó a crearla?
La idea de EnVela nació de una experiencia muy personal dentro de la Comunidad del Cordero, una comunidad religiosa de origen francés a la que pertenezco como laica consagrada. En 2018, justo antes de la Semana Santa, falleció una religiosa de la comunidad en Francia. Pude estar presente en los momentos posteriores a su muerte y me impactó profundamente la forma en que la liturgia acompañó el proceso.
Lo que más me sorprendió fue cómo la Iglesia, a través de su liturgia, nos revela la realidad de la muerte de una manera profundamente bella y significativa.
La religiosa falleció un Viernes Santo, después de haber celebrado el Oficio de la Unción de Betania, un rito que dura dos horas y es una especie de teatralización de la unción de Jesús.
Vi a las hermanas preparar su cuerpo con una devoción que iba mucho más allá de un simple gesto físico. Fue como si la prepararan para su encuentro con Dios.
El Domingo de Ramos, durante la celebración, sentí con fuerza que la muerte no era algo que debía vivirse con frialdad o mera gestión, sino con el mismo sentido de amor y trascendencia que vi en aquel momento.
Pensé: Esto es tan bello, este modo de vivir la muerte, la Iglesia nos desvela lo que realmente acontece… Quiero ofrecerlo a todo el mundo. Voy a montar una funeraria. Y así empezó todo.
Sin embargo, antes de llegar hasta aquí, mi camino profesional fue muy distinto. Estudié y trabajé en el mundo de la consultoría, dedicándome a la gestión del cambio y la innovación. Estuve involucrada en grandes proyectos internacionales, viajé a Estambul y otras partes del mundo, y tuve la oportunidad de trabajar con empresas de renombre.
Luego, en plena expansión de internet, participé en el desarrollo de plataformas digitales con un propósito social, como la fundación «Hazlo Posible», que creó la web «HacesFalta.org», una especie de InfoJobs del voluntariado. También trabajé en Estados Unidos con Starbucks y su modelo de empresa.
Cada uno de estos pasos me llevó, sin que lo supiera en ese momento, al lugar en el que estoy ahora.
Mirando atrás, veo cómo Dios me fue preparando a través de cada experiencia. Aprendí a gestionar proyectos, a entender el impacto de la tecnología en la sociedad, a trabajar con personas de diferentes culturas y contextos, y a desarrollar la capacidad de emprender con una misión.
Todo esto me formó para lo que vendría después: fundar una funeraria que no solo ofreciera un servicio, sino que transformara la manera en que las personas se enfrentan a la muerte de sus seres queridos.
Aunque la idea Dios la puso en tu corazón, el camino para materializarla no debió ser sencillo. ¿Cómo fue el proceso de creación de la funeraria EnVela?
Cuando volví a Madrid, comencé a investigar cómo funcionaban las funerarias. Me informé sobre los trámites, regulaciones y todo lo necesario para constituir una empresa funeraria. Oficialmente, EnVela se fundó el 25 de marzo de 2019, pero en realidad tardé en comenzar a ofrecer mis servicios.
Había algo que me frenaba.
Me imponía mucho la idea de hacerme responsable de un cuerpo, de cruzar la línea entre un proyecto teórico y la realidad de enfrentarme cara a cara con la muerte de una persona.
Siempre encontraba una excusa, un papel que me faltaba o un trámite pendiente, porque en el fondo tenía miedo de asumir esa responsabilidad.
Pero llegó la pandemia de COVID-19, y una amiga mía me llamó desesperada. Su madre había fallecido y, debido al colapso de los servicios funerarios, no encontraba ninguna funeraria que respondiera a su llamada. Me pidió ayuda y, en un primer momento, mi reacción fue intentar contactar con otras funerarias.
Pero entonces me di cuenta: si Dios me había puesto ahí, en ese momento, con los recursos y el conocimiento necesarios, no podía seguir retrasándolo.
En solo una semana logré lo que no había hecho en meses: conseguí un coche funerario, reuní un equipo de trabajo y obtuve la licencia que me faltaba. Así comenzó oficialmente la funeraria EnVela, atendiendo a familias en medio de una crisis sin precedentes.
Dios ha querido que EnVela haya tomado un rumbo muy particular y especializado en un área que pocas funerarias atienden: el acompañamiento a familias cuyos bebés nacen sin vida o fallecen a los pocos días. ¿Cómo llegó a enfocarse en esta realidad y qué importancia tiene su labor en este ámbito?
Inicialmente, EnVela se dedicaba a servicios funerarios para adultos. Pero seis meses después de comenzar, nos llamó una familia que había perdido a su hijo de solo nueve semanas de gestación en casa.
Nos pidieron enterrarlo y, aunque en ese momento nuestro equipo y nuestros servicios estaban diseñados para adultos, nos dimos cuenta de que había una realidad completamente abandonada.
Estos padres querían despedirse de su hijo con dignidad, pero se encontraron con muchas barreras. Los hospitales y registros civiles no reconocen a estos bebés como personas. Las funerarias convencionales no están preparadas para ofrecer servicios adecuados en estos casos. La propia Iglesia no siempre tiene un protocolo claro para acompañar a las familias en este tipo de duelo.
Fue entonces cuando decidimos que nuestro enfoque debía ser otro.
Nos especializamos en bebés que nacen sin vida o fallecen al poco tiempo de nacer, y nos aseguramos de que cada paso del proceso tenga un significado.
No se trata solo de un trámite, sino de un acompañamiento con un profundo sentido Pascual.
Elena, en tu trabajo, la fe y la liturgia católica juegan un papel esencial. ¿Cómo se integran estos elementos en tus servicios funerarios y en el acompañamiento a las familias?
Desde el primer momento, quisimos que cada aspecto del servicio reflejara la fe católica y el misterio de la Pascua.
No se trata solo de añadir una capa religiosa al proceso funerario, sino de encarnar la liturgia en cada gesto.
Por ejemplo, en lugar de ofrecer a los padres un simple catálogo de ataúdes, diseñamos pequeñas cajitas de madera con un cojín blanco y un icono de la Virgen. Proponemos que los padres velen a sus hijos en casa, si lo desean, y realizamos una oración inspirada en el nacimiento de Jesús, donde recordamos que la Virgen María envolvió a su hijo en pañales y lo depositó en un pesebre.
También desarrollamos un itinerario de oración llamado «Ocho Estaciones de Luz», basado en la octava de Navidad, para acompañar a los padres en su duelo desde la luz de la fe.
Además, promovemos la inscripción simbólica de los bebés en los libros parroquiales, y organizamos una ceremonia el 2 de febrero en la que los padres pueden presentar a sus hijos ante Dios, siguiendo la tradición de la Candelaria.
Todo lo que nos cuentas derrocha Verdad y Belleza. Si nos vamos a los temas de la legislación y la conciencia social ¿Cómo poco a poco, gracias a gente como vosotros, se han logrado avances y cuáles han sido los más significativos?
Uno de los cambios más importantes ha sido la modificación del Registro Civil.
Antes, los bebés que nacían sin vida se inscribían en el «Legajo de Criaturas Abortivas», un término horrible, deshumanizante y doloroso para las familias.
Gracias al esfuerzo de asociaciones como «La Red del Hueco de mi Vientre» y «Uma Manita», en 2023 se logró cambiar el nombre a «Archivo de Nacidos sin Vida».
Ahora, los padres pueden inscribir a sus hijos con nombre y apellidos, dándoles una identidad y un reconocimiento que antes se les negaba.
Además, cada vez más hospitales están implementando protocolos para acompañar mejor a las madres que dan a luz a bebés sin vida, permitiéndoles despedirse de ellos en lugar de tratarlos como «restos biológicos»
Elena, ¿Cuáles serán los próximos pasos de EnVela y cómo pueden las personas apoyar su gran labor?
Queremos seguir expandiendo esta pastoral de acompañamiento a más parroquias y ciudades. Ya estamos trabajando con diócesis como Madrid, Valencia y Zaragoza, y esperamos que cada vez más comunidades se sumen a este camino.
Nos encantaría que más parroquias, sacerdotes y comunidades religiosas comprendieran la importancia de este servicio y lo ofrecieran como parte de su labor pastoral.
También estamos promoviendo la creación de zonas específicas en cementerios para estos bebés y seguimos en contacto con hospitales para mejorar sus protocolos.
Para quienes quieran apoyar, la mejor forma es compartir nuestro trabajo y sensibilizar a la sociedad sobre la importancia de dar dignidad a los bebés que nacen sin vida.
Cada vez más familias descubren que no están solas en este camino, y eso es un gran avance.
Pero lo que nos anima cada día a expandir la labor pastoral a más diócesis y hospitales, es que seguimos viendo la mano de Dios en cada detalle del camino. Un ejemplo muy claro de esto fue la historia del coche funerario que utilizamos para los bebés.
Sabíamos que no queríamos un coche fúnebre tradicional, porque la despedida de un bebé debía ser distinta, debía reflejar ternura y esperanza. Pensamos que lo ideal sería un coche de color azul, con un diseño acogedor, casi como un «manto» que envolviera al niño en su viaje al cielo.
Confiamos en la Providencia y buscamos en una web de venta de coches. Ingresamos los filtros: debía ser azul, tener un maletero amplio y estar dentro de nuestro presupuesto. Solo apareció un coche: un Fiat 500 XL, azul con techo blanco. Al verlo, supimos que era el indicado.
Y lo más impactante fue el detalle del nombre: Fiat, la palabra clave en el «sí» de la Virgen María en la Anunciación.
Era como si Dios nos estuviera diciendo que ese era el vehículo que llevaría a sus pequeños hijos de regreso a Él.
Así ha sido en cada paso que damos. Dios nos pone en el camino lo que necesitamos para seguir adelante.
Elena y por último, más a nivel personal ¿Cómo ha impactado este trabajo en tu propia vida y en tu visión sobre la muerte y el duelo?
Este trabajo ha cambiado completamente mi manera de ver la muerte y el dolor. Antes, la muerte podía parecerme un final con esperanza, pero que había que sobrellevar y gestionar.
Ahora, cada vez que acompañamos a una familia en este proceso, veo cómo el amor y la fe transforman el sufrimiento en esperanza.
He palpado que la despedida no es el final, sino el comienzo de un camino de sanación.
Cada familia que hemos acompañado ha dejado en mí un testimonio de amor inmenso, un amor que va más allá de la muerte y que sigue vivo en la memoria, en la oración y en la certeza de que nos volveremos a encontrar.
He sido testigo de cómo la fe ilumina incluso los momentos más oscuros. Cuando ayudamos a los padres a ver a su hijo no como un «feto», sino como su hijo amado, algo cambia. Y en ese cambio, también cambia mi propia percepción sobre la vida, la muerte, la eternidad y el plan de Dios.
Elena Acín es la creadora de la funeraria EnVela la cuál acompaña especialmente a padres cuyos bebés nacen sin vida Compartir en X