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“Fuego cruzado”, un libro fundamental sobre la Guerra Civil Española… sin hablar de la guerra

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El libro recién publicado, “Fuego cruzado”, subtitulado “La primavera de 1936”, de Fernando del Rey y Manuel Álvarez Tardío y editado por Galaxia Gutenberg, representa una aportación de primera magnitud para conocer los orígenes de la Guerra Civil Española de 1936-1939. Y lo hace sin hablar para nada de esta guerra.

De forma muy pormenorizada y exhaustiva se analiza prácticamente día a día todo lo ocurrido desde el 17 de febrero de 1936, jornada posterior a las elecciones generales que ganó el Frente Popular, hasta el 17 de julio, día previo al inicio del golpe de Estado que abocaría a la guerra, aunque en la tarde de este último se habían ya sublevado algunas unidades en Marruecos.

Esta investigación es una sólida aportación sobre un período muy poco estudiado de la Segunda República.

Sus autores han realizado un exhaustivo análisis de fuentes documentales primarias, incluidos archivos judiciales, así como extraído datos de una amplísima bibliografía y de cientos de referencias de hemeroteca. Las citas superan las 1.600 notas a pie de página, lo que da idea del volumen de la documentación aportada en este libro, que entendemos es el estudio más detallado de este período de todos cuantos se han publicado. No entra tanto en los movimientos en las cúpulas políticas, incluida la destitución del presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, que se trata muy de pasada, como de lo que está ocurriendo en la calle en todo el país.

Pone en evidencia que se trató de un período extremadamente agitado, con tensión continua, inseguridad ciudadana llevada al límite con multitud de atentados de derechas y de izquierdas cuidadosamente preparados a modo gansteril en unas ocasiones y, en otras, resultado de reyertas sobrevenidas.

Se constata el gran protagonismo de los sectores obreros, que incluso superó al de los partidos, así como la actuación de unos gobiernos del Frente Popular incapacitados para garantizar el orden, de un lado, y, además, escorados hacia la izquierda hasta el punto de actuar en función de que partían siempre de la base de que toda la violencia era generada por las derechas, y muy especialmente por los pistoleros de Falange. Estos, ciertamente, no faltaron y fueron muy agresivos, pero analizando uno por uno los documentos y otros datos de todos los actos violentos con víctimas, el resultado final es que fueron más los promovidos por los diversos grupos izquierdistas que por las derechas.

La violencia falangista fue enorme, hecho que en los años posteriores de franquismo se ocultó, pero la obsesión del gobierno del Frente Popular por esta violencia derechista también servía de cortina de humo para ocultar la de las izquierdas. El Gobierno de aquel momento no era en modo alguno neutral en prevenir, evitar o reprimir la violencia, viniera de donde viniera.

De otro lado, por muy mal que estuviera la situación global, su gravedad era poco conocida por la mayoría de la población a causa de la censura de prensa, la cual impedía reflejar correctamente lo que iba ocurriendo y los periódicos se limitaban a dar la versión oficial de que había normalidad en toda España.

Datos determinantes

Desglosados por meses y origen son miles los datos y diversos los gráficos sobre episodios violentos aportados en el libro, pero nos limitamos aquí a algunos datos globales.

En aquel período, cinco meses, se produjeron al menos -los autores reconocen que se les pudo haber escapado alguno más y que no lo contabilicen- 977 episodios de violencia política con víctimas. Provocaron 484 muertos y 1.659 heridos (total 2.143 víctimas).

De aquellos 977 episodios violentos se sabe quien inició la acción en 544 (un 55,7 por ciento), y, de los conocidos, el 78,7 por ciento fueron iniciados por organizaciones izquierdistas.

Del total de 2.143 víctimas se conoce la filiación de 1.487 (el 69,4 por ciento del total). De ellas 764 (541 heridos y 223 muertos) eran de izquierdas, y 528 (381 heridos y 147 muertos) de derechas. Los que faltan para el total son 112 víctimas (91 heridos y 21 muertos) de las fuerzas policiales, y, el resto, víctimas colaterales no implicadas como personas que pasaban por allí cuando se produjo un tiroteo o una reyerta.

Hubo, por tanto, más víctimas de izquierdas, y éstas encabezaron también la promoción de enfrentamientos.

Si los datos se limitan a los 17 días del mes de julio, se registraron 89 episodios de violencia política y social, con un total de 51 muertos y 144 heridos.

En cuanto a huelgas, en estos cinco meses su número fue de 3.048, cifra muy superior a la que daban las autoridades. Gran parte eran huelgas políticas. El mayor número de ellas fueron promovidas por la CNT, pero las de más dimensión las iniciaron los ugetistas (socialistas y comunistas).

La violencia venía de lejos

La violencia política había estado presente en España a lo largo de mucho tiempo. Se arrastraba casi como algo ancestral, pero situándose en la etapa más próxima al período estudiado, la tensa situación de esta primavera de 1936 derivaba en parte del trauma que para los izquierdistas supuso el “bienio negro” (en su terminología) y la fuerte represión tras el golpe de Estado de octubre de 1934, sumado a no ver plasmarse en realidades los beneficios que supuestamente vendrían con la República para los obreros. Sin duda en esto último influía el egoísmo patronal, cerrado a compartir más las riquezas, pero tampoco eran soluciones, o al menos no daban resultados inmediatos para mejorar la vida de los obreros, las movilizaciones callejeras, la toma de los ayuntamientos por la fuerza, las ocupaciones de tierras o los alojamientos obligados de parados.

Los propios autores del libro explican (p. 243) que la violencia de la primavera de 1936 “no apareció de forma puntual en situaciones concretas y muy explosivas. No se trató de un episodio insurreccional concreto, de una huelga campesina, de un conflicto laboral enquistado, de una trama golpista abortada, de algunos episodios de agresiones partidistas… Hubo de todo esto a la vez y de forma sostenida en el tiempo. De forma que si en una provincia lo destacado era el pistolerismo entre falangistas y socialistas, en otra lo eran las agresiones durante una huelga prolongada, en otra se trataba de la ocupación de fincas, en otra de manifestaciones y concentraciones ilegales que desafiaban a las autoridades, en otras de patrullas parapoliciales imponiendo cacheos y detenciones en las calles, etc.”. Todo venía de lejos, pero se disparó en este período.

La violencia era grande, pero las derechas también la instrumentalizaban y exageraban para desgastar el Gobierno. Lo hizo José María Gil Robles (CEDA), pero más aún y de forma más virulenta, radical y pendenciera actuaba José Calvo Sotelo (Renovación Española y Bloque Nacional). En sus discursos acusatorios muchas veces estos dirigentes derechistas daban datos no probados de víctimas y las sesiones del Parlamento eran un diálogo de sordos.

Muchas otras aportaciones

Fernando del Rey y Manuel Álvarez Tardío aportan muchos otros datos en “Fuego cruzado”. Entre ellos el dilema en el actuar las fuerzas de Seguridad; el aislamiento al que se sometía al presidente de la República Niceto Alcalá-Zamora por parte del propio Gobierno; las tensiones internas de Manuel Azaña -Presidente del Gobierno entre febrero y abril y luego presidente de la República-; se analiza tanto a los conspiradores militares contra la República como a los revolucionarios que forzaban en dirección contraria; se anota  el entredicho en que estaba la Justicia porque en muchas ocasiones sentenciaba más por afinidad ideológica que por hacer cumplir la ley; se señala el contenido simbólico que para unos y otros, derechas e izquierdas, tenía la lucha que llevaban a cabo y cómo se plasmaba en la indumentaria (camisas rojas los socialistas, azules los comunistas, azules mahón los falangistas, pañuelos de unos u otros), así como en desfiles y alardes belicistas.

Un aspecto que se pone en evidencia es la responsabilidad de los falangistas en la violencia, e incluso se dan a conocer textos del propio José Antonio Primo de Rivera en que la justificaba. Del mismo modo se aportan datos de la bolchevización entre las izquierdas, de forma especial del sector del PSOE seguidor de Largo Caballero y de las Juventudes Socialistas, que eran casi siempre más radicales que los comunistas.

Preparación de la sublevación

Los autores del libro dan una información detallada y precisa de la preparación de la sublevación militar contra el Gobierno de la República, así como de los atentados que costaron la vida al teniente José Castillo (asesinado por derechistas) y del líder José Calvo Sotelo (asesinado por guardias de Asalto socialistas).

También los autores del libro ponen en evidencia que la sublevación militar se hubiera realizado igualmente, aunque no se hubiera asesinado a Calvo Sotelo, porque los generales llevaban varios meses preparándola. Aquellos asesinatos no fueron el detonante del levantamiento, aunque crisparon la situación hasta el límite. Por otro lado, se da a conocer que el Gobierno estaba al tanto de la conspiración que se urdía, pero subestimaron el peligro, y cuando le hablaban de ello al propio presidente del Consejo de Ministros, Santiago Casares Quiroga, respondía: “Cuentos de miedo”.

“Fuego cruzado” es un libro de 694 páginas en letra pequeña. Es el resultado de una investigación larga y de gran nivel, que consideramos imprescindible para todos los estudiosos de la Segunda República y de la Guerra Civil.

No es un libro de discursos maniqueos y ni siquiera pretende dar reflexiones morales. Es una investigación en base a datos. Los autores señalan con acierto que todo lo acaecido en aquellos meses debe ser estudiado por sí mismo y no con una visión posterior, ya que sus protagonistas no sabían que se produciría una guerra.

Si un déficit vemos en este estudio es que, aunque se le dedica un capítulo y en ocasiones aparece de forma trasversal, es poca la atención a la violencia antirreligiosa que se desató en aquel período, dato que es especialmente sustancial para entender lo sucedido y cómo determinados sectores no contrarios a la República apoyaron a los sublevados por la pertinaz agresividad iconoclasta, anticlerical y anticatólica de la mayoría de grupos de izquierda.

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