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Francia traspasa una línea roja. El aborto blindado en su Constitución

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De grave y muy triste hemos de calificar la reciente decisión del parlamento francés de consagrar en su propia Constitución el aborto como un derecho. Una decisión refrendada por una abrumadora mayoría de sus congresistas, lo cual evidencia el grado de deterioro moral de los políticos franceses y es muestra clara de la profunda descristianización de la “hija primogénita de la Iglesia”, como históricamente se la conoce desde que el rey Clodoveo se convirtió al cristianismo en el siglo V.

Y sin embargo es, desgraciadamente, el punto final al que nos ha conducido un largo proceso de descristianización. El espíritu laicista impregnado ya en los presupuestos filosóficos de la Ilustración de finales del siglo XVIII y –por qué no recordarlo- la profunda labor ideológica desarrollada por la francmasonería durante dos siglos explican, entre otras causas, el proceso secularizador en Francia.

Hoy en día el 51% de los franceses declara no practicar ninguna religión.

Los estudios demográficos situaban en 2020 el 29% de la población –entre 18  a 59 años- como católicos, cuando en 1962 eran el 85% los franceses que se reconocían como católicos practicantes. Hoy en día el 51% de los franceses declara no practicar ninguna religión.

Nosotros, en España, no es que estemos mejor, ni mucho menos.

También es triste y grave observar el tratamiento periodístico que los medios de comunicación españoles han dado a este tema.

La editorial de El País (5. III) es ejemplo de la postura de todo un amplio abanico periodístico español llamado a crear una opinión pública “progresista” y casi podríamos calificarla de “oficial”: “La inscripción de la libertad de abortar en la Constitución francesa es un avance para los derechos de las mujeres en Francia y una señal al resto del mundo” (…) “Francia, que tantas veces ha llegado tarde a las conquistas cívicas —desde la abolición de la pena de muerte (aprobada en 1981) al matrimonio homosexual (en 2013)— puede ahora sentirse orgullosa y a la altura de su historia como patria de los derechos humanos”. Toda una declaración de intenciones…

Leemos en La Vanguardia (5. III): “Francia hizo historia este lunes al convertirse en el primer país del mundo que otorga rango constitucional al derecho de las mujeres a abortar. La decisión es un hito del combate feminista y un mensaje a los gobernantes en la escena internacional que cuestionan los derechos sexuales y reproductivos”. Me pregunto: ¿Es un redactado meramente informativo o bien contiene un mensaje muy direccional y tendencioso?

La reforma constitucional convierte a Francia en la primera nación que incluye como derecho a poner fin a un embarazo; es decir, así de claro, el derecho constitucional a matar un feto en el vientre de su madre.

“En la era de los derechos humanos universales, no puede existir el derecho a quitar la vida humana”, ha criticado el Vaticano

La Pontificia Academia para la Vida del Vaticano ha censurado inmediatamente la decisión de Francia de inscribir explícitamente en su Constitución el derecho al aborto, convirtiéndose, de esta manera, en el primer país del mundo en hacerlo: “En la era de los derechos humanos universales, no puede existir el derecho a quitar la vida humana”, ha criticado el Vaticano.

“Nada perturba tanto la vida humana como la ignorancia del bien y del mal”, decía Cicerón. Y es que en el fondo subyace una profunda crisis ética. No hay que esforzarse mucho –señala Noelle Mering en su reciente obra El dogma woke– para intuir y darse cuenta de que nuestra sociedad está en crisis, está experimentando una crisis de significado y de sentido.

Como señala el filósofo José Mª Barrio en su obra La gran dictadura. Anatomía del relativismo: “La deriva inmanentista del pensamiento moderno y contemporáneo tiene como resultado la pérdida del sentido de la verdad. Quien niega a Dios, o la posibilidad de conocerlo, antes o después acaba negando la verdad, o a la inversa.

Nietzsche lo ha visto del modo más nítido. No comparto muchos de sus postulados, pero no puedo reprocharle la coherencia con la que razona del siguiente modo: -Una vez que hemos matado a Dios -es uno de sus temas clásicos: “Dios ha muerto, y nosotros lo hemos matado”, dice en Zaratustra- ya no tiene sentido preguntarse por la verdad; la única pregunta que tiene sentido, afirma Nietzsche, es con qué mentiras podemos vivir mejor. Esto es profético”.

El Papa Benedicto XVI definió la crisis de verdad, bien y belleza arraigada en la cultura contemporánea como una dictadura del relativismo, que estigmatiza a quien cree o propone verdades absolutas. Para Benedicto XVI, quien ha fracasado es la razón, que renuncia a descubrir la verdad sobre la naturaleza de lo real y la moral de los actos humanos.

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1 Comentario. Dejar nuevo

  • Francia ha reinstaurado la pena de muerte en su Constitución. Lejos de estar orgullosos, debería caerles la cara de vergüenza. Para que no se les vea se ponen esa máscara de triunfo exultante. Y para que no trasluzca la negrura que tienen en el alma.
    La patológica obsesión de Macron por bonificar el aborto es sintomática de que algo no anda bien en su mente. Para resarcirse de su fracaso en intentar colocarlo en la Carta Europea de Derechos Fundamentales, finalmente ha logrado que lo inscriban en la Constitución francesa. Este infeliz debe tener algo personal en ello. A saber. Sea como sea, si a él lo hubiesen abortado ahora no estaría aquí festejando la aberración ética, social y política que ha contribuido a perpetrar. Sería una víctima más, igual que lo son los más de 200.000 inocentes que se ejecutan cada año en Francia por el procedimiento del aborto. Macron ha logrado elevar a la categoría de constitucional el que se les haga a los demás el daño que no le hicieron a él. Mucho resentimiento debe almacenar en su interior para incitar así al odio contra un colectivo de seres humanos que tan solo se diferencian de él en que todavía no han nacido.

    Con este acto de vandalismo legal, Francia se ha consagrado como la nación de la sinrazón. Para disimular la oscuridad moral en que se han sumido, lo han festejado iluminando la torre Eiffel. Celebran una degradación irreversible, sin vuelta atrás, que se irá expandiendo como una nube tóxica por toda Europa. Es muy probable que España sea la primera en contaminarse. No hay más que leer los aplausos y agasajos que dedican los medios a esta consagración de la barbarie.

    “Un mensaje universal”, proclama Macron. En efecto. A partir de ahora todo es posible. Basta con echar mano de la coartada conveniente. En este caso han sido “los derechos de las mujeres”. Una falacia, pero da igual. Francia ha perdido el uso de la razón. Se ha vuelto irracional, como le ocurrió a Alemania en tiempos del nazismo. Lo que en Alemania hicieron a los seres humanos de condición judía en nombre de los derechos del pueblo alemán, lo hacen en Francia a los seres humanos de condición prenatal en nombre de los derechos de las mujeres.
    En estos momentos Francia es la negación absoluta de los valores europeos, en espera de que otros países, siguiendo su mal ejemplo, se degraden al mismo nivel de podredumbre.

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