La nostalgia y el silencio se apoderaron de mí hace unos días. Luz cálida, café solo, poesía de Whitman, y, de fondo, una canción, “if it’s real then i’ll stay” (si es real entonces me quedaré). Detuve mi lectura. Algo en la frase me resonó, como si se tratara de un mensaje que pedía atención. Miré el móvil y abrí la app de fotos. Comencé a navegar por los álbumes, que llevan el nombre de lugares que he visitado, como si fueran puertas que, al abrirse, me permitiesen viajar nuevamente a esos momentos. Pinché sobre Escocia.
Recuerdo el post que publiqué poco después de regresar. Era 4 de septiembre de 2023. Decía: «Vinimos a contemplar las Tierras Altas y, en nuestro encuentro, mirándonos fijamente, descubrimos la belleza y obra de Dios». Ahora, al leerlo, parece más un intento de atrapar una emoción fugaz que un verdadero reflejo de lo que sentí. Pero, al mismo tiempo, no puedo evitar pensar que era cierto. No hay nada más sincero que la emoción que se siente en ese instante que se graba en la memoria.
¿Qué sentido tiene, en realidad, revisar esas fotos? ¿Qué sentido tiene haber recorrido caminos en los que el cansancio se disuelve, en los que el horizonte se extiende como una promesa de respuestas, solo para encontrarse con más preguntas?
Volví a Whitman. Leí su verso: “Cada momento es un milagro”. Hice una pausa, lo volví a leer y me invadió una reflexión que nunca deja de acompañarme. Cada instante parece un suspiro entre los dos mundos: el que vivimos y el que soñamos. Todo se escapa, y, sin embargo, nos queda el consuelo de las memorias, de las imágenes, de esos fragmentos que permanecen, como si fueran pequeños relicarios de una vida que se desliza entre los dedos.
“¿Qué significa estar vivo?”, me pregunto como Whitman. Vivir, al menos en la forma más profunda, parece estar aquí, ahora, en este momento que no pedí, pero que tengo. Estar vivo no es solo respirar, no es solo caminar; es encontrarme a mí mismo en la quietud de un instante, en los pliegues del tiempo que se detienen brevemente para susurrarme que esto también es vida, a pesar de la nostalgia y del silencio. Es un acto de atención, de escucha, de contemplación.
Todo lo que me rodea, las sombras que el sol proyecta sobre la pared, el eco de las voces lejanas que pasan sin mirar, todo forma parte de este milagro efímero, que se despliega a cada paso, a cada respiración. Quizás, al final, la verdadera belleza está en quedarnos allí, en el presente, en el momento que se ofrece sin pedir nada a cambio. Estar atentos a ella, quedarnos cuando nos dice, en silencio, “si es real, entonces quédate”.
Y ahí, en ese instante, todo cobra sentido. Porque “todo fue hecho por Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho fue hecho». Cada fragmento de belleza, cada respiro, está impregnado de Su presencia, de Su obra. Son los fragmentos de un Milagro. Él es el que da sentido a todo lo que nos rodea, incluso a la nostalgia, a mi nostalgia. Incluso al silencio, a mi silencio. ¡Qué afortunado soy!
Cada instante parece un suspiro entre los dos mundos: el que vivimos y el que soñamos Share on X