El pasado 21 de julio, el estadio Lucas Oil de Indianápolis fue testigo de un evento trascendental para la comunidad católica de los Estados Unidos: la clausura del X Congreso Eucarístico Nacional de Estados Unidos. Presidida por el Cardenal Luis Antonio Tagle, enviado especial del Papa Francisco, la misa de clausura no solo marcó el fin de este congreso, sino también el inicio de una misión renovada para todos los participantes.
La misión de la Eucaristía
Durante su homilía, el Cardenal Tagle compartió el mensaje del Papa Francisco, quien expresó su deseo de que el congreso conduzca a una «conversión a la Eucaristía». «La presencia de Jesús en la Eucaristía es un don y el cumplimiento de su misión», afirmó Tagle, subrayando la importancia de este sacramento en la vida de los creyentes. Con una llamada a la acción, instó a los asistentes a anunciar a Jesús «con celo y alegría por la vida del mundo».
Un encuentro de fe y comunidad
El acto final del congreso, que reunió a cerca de 60.000 personas de todos los rincones del país, fue una celebración de fe y universalidad de la iglesia.
Más de 1.600 sacerdotes, seminaristas, obispos y cardenales participaron en una procesión que duró 25 minutos, mientras otros 1.236 religiosos y religiosas rezaban desde las gradas.
La Orquesta Sinfónica de Indianápolis acompañó la celebración con himnos clásicos como «Panis Angelicus» y «Ave Verum Corpus», creando un ambiente de reverencia y devoción.
Durante la ceremonia se enfatizó la necesidad de un «nuevo Pentecostés» para la Iglesia y se llamó a los fieles a ser fieles al Evangelio sin diluir su mensaje. «Hemos nacido para estos tiempos» «Es el momento de salir deprisa a un mundo que necesita urgentemente escuchar la palabra de Dios y la verdad de Dios».
El congreso no solo fue un evento de celebración, sino también de envío. Los asistentes fueron llamados a llevar el Evangelio a todos los rincones del país, siguiendo el ejemplo de los primeros discípulos de Cristo. «Lo que la Iglesia necesita es un nuevo Pentecostés», manifestó la Madre Adela, fundadora de las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María, fue una de las oradoras principales del evento, recordando a todos que «ninguna oscuridad es más grande que la luz de la Eucaristía» y que «el amor es más grande que la muerte».
El evento dejó una marca profunda en muchos de los participantes. Stephen White, director ejecutivo del Proyecto Católico, describió el congreso como un «triunfo abarrotado, loco y ocasionalmente caótico», donde reinaban la paz y la alegría. «Su presencia es palpable y omnipresente. El Señor está aquí», comentó White en sus redes sociales.
Mirando al futuro
Al concluir la misa, el obispo Andrew Cozzens anunció que los obispos de Estados Unidos ya están planificando otro Congreso Eucarístico Nacional para 2033, el «Año de la Redención» que conmemora los 2,000 años de la crucifixión de Jesús. Además, en 2025 se celebrará otra peregrinación eucarística de Indianápolis a Los Ángeles.