La reciente suspensión del festival teatral organizado por la Facultad de Artes Escénicas de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) marca un hito en la defensa activa de la fe católica y la preservación de los valores espirituales que sustentan la sociedad.
Este suceso destaca como una muestra elocuente del poder de una comunidad que no está dispuesta a ceder ante la irreverencia ni la ofensa gratuita.
El festival teatral generó una intensa polémica debido al cartel de una de sus obras, titulada «María maricón». La imagen, que mostraba a un hombre vestido como la Virgen María con elementos asociados al Sagrado Corazón, es una burla hacia el catolicismo.
El hecho de presentar a un hombre emulando a la Virgen María en un contexto que evocaba irreverencia, es una ofensa directa a los valores de la fe. La obra no solo cuestionó un símbolo religioso, sino que lo utilizó de forma considerada vejatoria.
El impacto del cartel trascendió el ámbito artístico y cultural, convirtiéndose en un tema de debate nacional. La Conferencia Episcopal Peruana, el Gobierno y diversos sectores de la sociedad alzaron su voz para señalar que este uso de los símbolos religiosos ofendía la fe de millones, subrayando que la libertad de expresión tiene límites cuando se cruza el respeto hacia las creencias ajenas.
El Perú, nación cuyo tejido histórico y cultural está entrelazado con la fe católica, ha sido testigo de un acto de movilización sin precedentes, en el que diferentes sectores sociales alzaron su voz para exigir respeto hacia los símbolos más venerados de su tradición religiosa.
Este episodio no debe entenderse como un triunfo del conservadurismo irracional, sino como la afirmación de un pueblo que reclama el justo equilibrio entre la libertad de expresión y el respeto profundo a la dignidad de lo sagrado.
La fe católica
La fe católica no es simplemente un sistema de creencias individuales, sino las raíces de un pueblo que ha moldeado el arte, la cultura, la moral y las instituciones de muchas naciones a lo largo de los siglos. En Perú, la fe no solo reside en los templos y las devociones privadas, sino que se encuentra intrínsecamente arraigada en la vida cotidiana y la identidad nacional.
Por ello, resulta comprensible y legítimo que millones de fieles se sientan profundamente ofendidos cuando estos símbolos son desvirtuados o usados de manera que parecen buscar más la provocación que el enriquecimiento del debate cultural. La obra teatral titulada «María maricón», constituye un ejemplo claro de este fenómeno.
La movilización de una comunidad en defensa de lo sagrado
La suspensión del festival no habría sido posible sin la unión de fuerzas que trascendieron las fronteras de la Iglesia.
Desde la Conferencia Episcopal Peruana hasta el Gobierno, pasando por sectores políticos y ciudadanos comunes, se alzó una voz colectiva para exigir que se respeten los valores de una nación mayoritariamente católica.
Este no fue un acto de imposición arbitraria, sino la expresión legítima de una comunidad que considera que la dignidad de sus símbolos trasciende los caprichos de cualquier manifestación cultural.
La Conferencia Episcopal, en un pronunciamiento de notable altura, recordó que la libertad de expresión, aunque crucial, no es un derecho absoluto y debe ejercerse con responsabilidad.
Por su parte, la Pontificia Universidad Católica del Perú, al suspendió el evento y ofreció disculpas públicas.
Un triunfo del respeto y la conciencia colectiva
El pueblo peruano ha demostrado que no solo defiende su fe con palabras, sino con acción decidida.
Esta experiencia también debe servir de lección para quienes se dedican a las artes y la cultura: la creatividad y la innovación no necesitan recurrir a la burla o el sacrilegio para ser auténticas.
El verdadero arte tiene el poder de elevarnos, de confrontarnos con verdades profundas y de unirnos en lo que compartimos como humanidad.
La suspensión del festival teatral organizado por la PUCP es más que un acto administrativo: es una reafirmación de que los valores espirituales y culturales no son negociables. Que este hecho inspire a otros a valorar y defender lo que realmente importa.