Ha vuelto a ocurrir con Blanca Fernández Ochoa, como antes suicidio con Marta del Castillo, o Diana Quer. Los medios de comunicación, no todos, y especialmente las televisiones, con contadas excepciones, han tratado con sensacionalismo el drama, primero; la tragedia, después. Y esta intromisión ha llegado a sus máximos cuando se descubrió el cuerpo y se desataron todo tipo de conjeturas y comentarios en los platós. La falta de respeto a la vida de la persona desaparecida, el examen de su vida en aquello que no es público se extiende a la familia. Se les convierte en protagonistas de una obra, sin otro motivo que el beneficio de los medios de comunicación. No hacen un servició, sino un negocio que cultiva lo morboso. Es un grave problema moral que atañe a los medios de comunicación, que son moralistas hacia los demás y libertinos en relación con su ética profesional.
Pero esta condición general se acentúa cuando se trata de medios que militan con ferocidad en el feminismo de género, caso de la Sexta -para situar un paradigma colectivo- la Cuatro, y muchos tertulianos y tertulianas que se reparten por las distintas televisiones y radios. Para todos estos parece como si la reclamación del respeto a la dignidad de la mujer esté solo confinada a los escenarios en los que el antagonista es un hombre. A partir de aquí, como se ha visto hasta la saciedad en aquellos casos y otros más que afectan a mujeres, el respeto a la dignidad a la intimidad, al dolor y a la incertidumbre, se esfuma.
Y es que el feminismo de género es una ideología cuyo dogmatismo le confiere unas asimetrías y contradicciones brutales:
Las ministras socialistas no tienen empacho en asumir un mandato religioso y se cubren la cabeza con un pañuelo para visitar, incluso para recibir, a cargos políticos -no religiosos, políticos- de países islámicos, y adoptan en las fotografías extrañas actitudes de recogimiento y recato. Nunca en estos encuentros se han interesado por la situación de las mujeres en aquellos países, ni han hecho nada para reclamar sus derechos. Pero cuando actúan en España y se mueven por Europa, no se cansan de denunciar un presunto “patriarcado”, una estructura que las discrimina y las persigue. Y eso a pesar de que las mujeres poseen el 45% de la riqueza española -la paridad– y controlan el 80% del consumo privado, cuando el abandono escolar de las chicas esta en el 14% y el de los chicos en el 21%, una distancia astronómica, sin que se levanten voces críticas exigiendo soluciones. ¿Qué clase de estructura opresiva es esa en la que el oprimido dispone de tanta riqueza como el opresor, manda en el consumo, y ve como sus teóricos explotadores, los varones, van quedando relegados por su peor nivel de estudios? ¿Cómo el gobierno puede avalar esta falacia, los partidos asumirla, los medios de comunicación propagarla? ¿Qué clase de sociedad va resultando de tanto engaño y sectarismo?
Nuestras feministas se agachan ante la imposición de la vestimenta en sus relaciones con los países musulmanes. Algo que no hacen muchas cargos políticos europeos, empezando por Merkel y terminando por la nueva presidenta de la Comisión Von der Leyen. Mujeres que, además, nunca han hecho ostentación de una ideología feminista. Se limitan a comportarse con dignidad en el ejercicio de su cargos. De eso se trata.
En España cada vez que se produce un feminicidio de pareja, se construye todo un espectáculo mediático que sirve para reclamar siempre más y más medios, a pesar de que es uno de los países del mundo con menor incidencia de este tipo de casos. En paralelo, otro tipo de violencia cada vez más frecuente contra la gente mayor, los menores y los hijos contra los padres, son ignorados. O los suicidios, que van a más.
Toda muerte es trágica y lamentable, pero el número también cuenta. En España entre 3.600 y 3.700 personas se suicidan al año. Esto supone 10 muertes al día. En cinco días hay tantos muertos como feminicidios de pareja en 365. Cada caso es una tragedia humana terrible. El 75% son hombres. En 2018 los feminicidios totales fueron 97, de los que los ocasionados por la pareja, los que dan lugar al gran montaje mediático, fueron un poco menos de la mitad, 47. ¿Y la otra mitad de mujeres muertas? Ni se habla. Solo aquello que sirve para demonizar al hombre y la relación de pareja vale, a pesar de que sea un numero tan reducido de casos.
Hay una destrucción política sistemática de las relaciones entre hombre y mujer, y una criminalización de la figura del hombre por hechos que no responde en absoluto con la realidad. Es un simple montaje ideológico y político. En eso estamos y eso es lo que acatan.
1 Comentario. Dejar nuevo
Excelente artículo, gracias. Y gracias porque por fin hay un partido político con fuerza parlamentaria que planta cara a esta mentira institucionalizada