Como cada año, llega Diciembre y vemos como desde la televisión e Internet comienzan a bombardeándos con anuncios navideños en los que el «Feliz Navidad» se ha cambiado ya, en la mayoría de los casos, por «Felices Fiestas». Es una lamentable evidencia más del avance de la secularización a todos los niveles, para expulsar a Dios de nuestra sociedad.
No se trata, ni mucho menos, de una casualidad ni es fruto de la evolución de la sociedad; antes bien al contrario, la sociedad es dirigida hacia dónde los poderes mediáticos y de consumo ordenan: Una sociedad sin norte, dónde la presencia de Dios casi se estigmatiza incluso con la prohibición de Belenes en el espacio público , como denuncia elcorrent en Barcelona, en plena Navidad, dirigida al abismo del consumismo con el que les han hecho creer que llenarán ese vacío interior que la ausencia de Dios produce.
El laicismo radical imperante en nuestra sociedad empuja a los cristianos a caer en la trampa y es sorprendente ver como hasta muchos de nuestros mayores comienzan a felicitar «las fiestas»… ¿Pero, al fin y al cabo, que «fiestas» están felicitando?
Un pueblo hace fiesta cuando tiene algo que celebrar. ¿Qué celebran los laicistas? ¿Qué ha llegado el momento de endeudarse, de regalar «porque sí», de gastar en comida y bebida lo que jamás gastarían en su día a día? ¿Porqué lo hacen entonces?
La Navidad es la celebración de la fiesta por la encarnación de Dios en Jesucristo. Dios se ha hecho hombre para entrar en nuestra historia, no en «la historia» de hace 2.000 años, sino en nuestra historia, en la de cada uno de nosotros. Dios se hace hombre para compartir nuestros padecimientos, pero, sobre todo para anunciarnos una gran esperanza, y es que, como celebraremos al llegar la Pascua, la muerte no tiene poder sobre nosotros.
Sin esta esperanza, el mundo está abocado a vivir para si mismo, que es el objetivo precisamente de quienes, disfrazando de emotividad estas «fiestas», quieren expulsar a Dios de nuestra vida.
Nuestros Padres, Madres, Abuelas… no tuvieron jamás complejos para transmitirnos que la Navidad es la celebración del nacimiento de Jesucristo, hijo de Dios, sin que para ello fuera necesario que fueran personas de fe probada. Ellos no renunciaron a la «Navidad» por un puñado de papá noeles o fiestas consumistas… Ellos no renunciaron a lo que habían recibido.
No seamos necios y no permitamos que nos roben nuestra Navidad, la Navidad.
Daniel Fernández Venegas