La blasfemia consiste en palabras o acciones que expresan o implican menosprecio por Dios, la Santísima Virgen o las cosas santas. Por su propia materia, que es el menosprecio -e incluso el odio a Dios-, se trata de un pecado grave. Sin embargo, en ocasiones la blasfemia se pronuncia sin plena intención de ofender a Dios, cuando una determinada persona está movida por la ira o por el mal hábito culpablemente contraído, pero contra el que se está luchando; pero, si no se ha retractado de ese mal hábito, no disminuye la culpabilidad, sino que la aumenta.
También rechazamos las palabras irreverentes tan frecuentes en famosillos en entrevistas, películas y galas, además de las imágenes, que mezclan lo sagrado con lo mundano e incluso erótico. Entre nosotros nadie persigue a los blasfemos e irreverentes pero merecen el rechazo personal directo y el social, por falta de respeto a las creencias de los demás. Sin respeto a lo sagrado no hay respeto a las personas.