Muchos, muchísimos se quejan de la degradación política causada por una práctica que solo busca provocar emociones, substituyendo el debate por el grito de los sentimientos desbordados. Lo critican muchos de los que opinan en los medios, los propios partidos políticos, pero basta que un tema les importe para que acudan a ello.
No se trata de hacer pensar, sino de hacer sentir sin pensamiento; no se trata de razonar, sino de emocionar. Es evidente que en estos términos un país no funciona, y es una evidencia clamorosa que esta es la situación de España. Pero, como el drogadicto, políticos, opinadores, y periodistas no pueden prescindir de la suya. Les resulta más fácil buscar la emoción simplificadora en blanco y negro, distinguir entre buenos y malos, que esforzarse en argumentar y escuchar al otro, aunque esta sea la única forma de prosperar colectivamente
Esto es lo que sucede con el proyecto de ley orgánica de la eutanasia. Primero el gobierno ha intentado que pase con perfil bajo. Demasiados muertos hay como para hablar de muerte, aunque sea como derecho. Por ello a los socialistas les gusta más referirse a “un nuevo derecho”, que a una forma legal de matar, que eso es la eutanasia. Es también más cosas, claro, pero de entrada y de salida es esta: una forma de matar legalmente con la aceptación formal de la víctima. Pero, en la medida que el debate social se abre solo saben mostrar el dolor extremo de personas que han visto sufrir a algún ser querido, tanto que quería morir; la madre con un hijo enfermo de ELA, el marido de una mujer terminal.
Los defensores de la eutanasia se refugian en el emotivismo más demagógico al presentar la cuestión de legislar sobre la muerte infligida deliberadamente, no en el contexto social, sino solo a partir de casos extremos, excepcionales. Pero, incluso en estos casos, se percibe una clara percepción de la eutanasia como ideología que, rápidamente se mezcla con el ataque a quienes creen en Dios, sin que venga a cuento. En ninguno de los casos se plantea cómo podría haber resultado si el enfermo se hubiera visto acompañado por una buena atención paliativa, que no solo es de farmacología médica, sino además de acompañamiento psicológico y espiritual.
Para muchos que la defienden, la eutanasia es la bandera del ateísmo. Un ingrediente de la agenda progresista que, incapaces de transformar la realidad para lograr una vida mejor, se refugian en el aborto, la eutanasia, la recuperación de la Guerra Civil, la exclusión religiosa, el adoctrinamiento escolar, el matrimonio homosexual, el ateísmo de estado, a declarar a Dios proscrito de la vida público, política e institucional.
Con todo esto se olvidan de las condiciones reales, como la de que la dependencia es un fracaso y muchos se desesperan por esta causa y sufren. Se olvidan de las necesidades estructurales de enfermos muy dependientes, como los tetrapléjicos, condenados a no salir de su piso si carecen de ascensor.
Porque la realidad social de España donde se quiere aplicar la eutanasia es esta:
- El Atlas de los Cuidados Paliativos en Europa, presentado en el XVI Congreso Mundial EAPC 2019 en Berlín, describe la pésima situación de España. Solo se dispone de 0,6 servicios especializados por cada 100.000 habitantes, cuando la cifra razonable debería más que triplicarse, hasta los 2 servicios. España cuenta con 260 recursos específicos, por los 570 de Italia, o los 587 de Polonia, un país con menor población y PIB. Estamos situados al mismo nivel que Georgia o Moldavia.
- De acuerdo con los datos publicados por la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (Secpal), cada año mueren en España más de 80.000 personas que no pueden recibir al final de la vida las atenciones paliativas necesarias. En los próximos 10 años cerca de un millón de ciudadanos morirán condenados al sufrimiento por falta de esta atención médica especializada.
- En España hay 250.000 personas en la lista de espera de la dependencia, muchas de ellas en situaciones severas y dolorosas de discapacidad.
- 2,5 millones de personas viven en condiciones de pobreza severa que condiciona todas sus vidas y las deja inermes ante el dolor y el sufrimiento. Pero estos son datos antes de la gran crisis de la Covid. Ahora las personas en estas condiciones y desatendidas se multiplican.
- Más de 2 millones de personas mayores de 65 años viven solas, sin que muchos cientos de miles dispongan de la capacidad para ser autosuficientes en su vida cotidiana. De ellos 850.000 tienen 80 o más años y la gran mayoría son mujeres: 662.000, que viven en muchos casos en condiciones de indefensión extrema.
Hemos vivido el horror del cribaje hospitalario en personas mayores graves, acogidas en residencia. Hemos visto como a los mayores de 75 años no se les aplicaba la respiración forzada y terminaban sus vidas con la ayuda de la morfina. ¿A cuanta gente mayor, sola, dependiente, que está en una residencia o en su casa, con facultades fácilmente influenciables se las conducirá a la muerte como solución con la ley de la eutanasia? Además, desde un punto de vista económico todo son ventajas: se liberan plazas de más costosa gestión por ancianos nuevos y de menor edad, se reduce la factura sanitaria y en farmacia y se dejan de pagar pensiones. Para el gobierno de un estado en quiebra esto es una tentación que solo se evita si no se cae en ella. Es decir, si no se aprueba la ley.
Hemos de debatir racionalmente sobre las causas que crean condiciones favorables a la eutanasia y las que disuaden de ella.
Hemos de debatir si es posible una ley de este tipo sin unos cuidados paliativos para todos. ¿Por qué se evita el debate sobre estos cuidados? ¿El mejor camino son ellos o la eutanasia?
¿Cómo se resuelve el carácter irreversible de la muerte? ¿Cómo se acepta que uno quede indefenso ante una voluntad que expresó de morir, pero que después no comparte, porque sus facultades ya no son plenas y no se le reconocen? ¿Por qué se evita el análisis de los problemas que plantea? ¿Por qué no se profundiza en el hecho de que solo el Benelux, en Europa y cinco estados en todo el mundo han legislado a su favor? Si tan ventajosa es ¿por qué todo el mundo renuncia a ella? ¿Por qué se opuso el PC portugués? ¿Que hay de cierto, como afirman los comunistas del vecino país, en que la eutanasia es clasista porque, sobre todo, la usan quienes tienen menos recursos?
Es sobre estas y muchas más cuestiones concretas donde deben fijar su atención los medios de comunicación, quienes opinan y, por descontado, los parlamentarios. Una ley que mata no puede pasar a base de gritar que es un nuevo derecho, porque la opción entre sufrir o que te mate el médico nunca puede ser un derecho, es esconderse detrás de algunas tragedias extremas.
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