La exposición de motivos de la ley sobre la eutanasia afirma que su objetivo es evitar el sufrimiento. Hay que decir que no es cierto y que, en todo caso, es solo una peligrosa forma de matar algún tipo de sufrimiento a base de matar a su portador. Su solución consiste en eliminar al portador del problema -el ser humano- y no el sufrimiento, actuando sobre la causa o paliando sus efectos.
Sería muy noble que un estado, un gobierno, la sociedad se empeñaran en luchas contra los sufrimientos graves, extremos, porque significaría una dinámica de mayor humanización. Pero la ley que quieren aprobar no hace eso: simplemente permite matar para suprimirlo. Es como aquello de lanzar el agua sucia de la bañera con el niño dentro.
Y todo esto ha servido para hurtarnos un debate que podía ser crucial: el del sufrimiento en nuestra sociedad. Lo han silenciado todo, han cortado las comparecencias hasta el extremo de hacer una ley sobre un acto que califican como médica sin consultar a las organizaciones profesionales de los interesados. El principal sujeto, el médico, lo han hecho desaparecer, porque saben que en su gran mayoría son contrarios a la solución de arreglar el dolor matando, y porque el código deontológico de su profesión se lo prohíbe.
Pero este es solo un tipo de dolor, el que surge de una enfermedad terminal, y tiene una respuesta optima: los cuidados paliativos. Solo que en España están subdesarrollados, a la cola de Europa, al mismo nivel de Georgia y muy por debajo de países como Portugal e Italia, y ya no digamos de Francia, Alemania o Reino Unido. Por eso, lo lógico era, si se quería luchar contra este tipo de dolor, dotar al país de un plan de cuidados paliativos que fuera para todos, y en este marco con la presencia de todos los interesados; también las asociaciones de discapacitados, la Iglesia y las demás confesiones religiosas que cuidan y conocen el final de la vida. Dialogar sobre qué papel tiene la eutanasia en todo esto y cuáles eran sus enormes inconvenientes, que hacen que haya sido rechazada por toda Europa, excepto por los tres países del Benelux.
Pero, hay otro tipo de sufrimiento cada vez más extendido, que poco tiene que ver con una enfermedad terminal. Se trata de aquel que impulsa al suicidio, que crece en nuestra sociedad, sobre todo en la población más joven. ¿Cómo se va a luchar contra él si se dice que la solución es la muerte? Se ha hecho una ley que en lugar de ayudar agrava el problema.
Y aun queda un tercer tipo de dolor al que llamaremos social. Es el que sufren una parte de los jóvenes que no encuentran trabajo, algunos ya ni lo buscan, los que viven en el paro sin solución, gente que vive en la calle o malvive en infraviviendas. Todo esto tampoco existe para el gobierno.
Por eso hay que exigir en nombre de lo verdadero y lo justo un nuevo debate, una nueva ley que fomente la reducción del sufrimiento extremo en nuestra sociedad, pero de verdad, no matando, sino ayudando.
Por esta razón muchas asociaciones se reunirán el 15 de enero por la tarde (para información e inscripciones pincha aquí), para construir una alternativa por la vida y su dignidad, para organizarnos de una vez por todas, porque de no ser así las leyes deshumanizadoras se multiplicarán, y porque solo la unión hace la fuerza.