A causa de la guerra en Ucrania, «Europa se encuentra ya probablemente en recesión», afirma el director de estrategia de un fondo de inversión consultado por el Financial Times.
Cabe recordar que para entrar en recesión el PIB debe menguar durante al menos dos trimestres consecutivos, lo que subrayaría la gravedad de la actual situación: la guerra empezó hace tan sólo dos semanas.
El anuncio de que Estados Unidos habría propuesto a sus aliados europeos una prohibición general de comprar petróleo ruso hizo que el lunes 7 de marzo la situación de los mercados se volviera aún más oscura.
A pesar de las caídas generales que han experimentado las bolsas europeas en estos últimos días, con el Dax alemán (equivalente al Ibex 35) perdiendo un 20% de su valor, las estadounidenses se han mantenido más o menos estables.
Al menos en Europa, la guerra ha hecho polvo las previsiones de muchos analistas que esperaban que el fin de la ola de la variante Omicron del coronavirus implicaría un fuerte impulso a la economía comunitaria.
Otros inversores y directivos de banca consultados por Financial Times coinciden en afirmar que la guerra provocará un choque estagflacionista (la combinación de carencia de crecimiento económico e inflación) a escala mundial, con Europa como epicentro.
De forma similar, el euro ha perdido valor frente al dólar, llegando a su punto más bajo de los dos últimos años.
Que Europa resulte particularmente afectada no se debe sólo a su evidente cercanía geográfica con Ucrania, sino sobre todo a su dependencia de las importaciones energéticas rusas.
Rusia es el segundo productor mundial de hidrocarburos (familia a la que pertenecen tanto el gas como el petróleo), y exporta de hecho el 13% de todo el petróleo mundial.
Paradójicamente, la subida de los precios de la energía está ayudando al Kremlin a salir mejor parado de las sanciones impuestas hasta ahora de lo que podía parecer inicialmente. Seguramente Estados Unidos tenía este hecho bien presente cuando pusieron sobre la mesa europea una propuesta para prohibir la compra de petróleo ruso.
Cabe recordar que los choques del petróleo de la década de los 70 generaron inflación e indujeron a la vez a una recesión generalizada de las economías desarrolladas. Algo similar podría suceder en el actual contexto internacional, pero el fenómeno podría ser aún más grave.
A diferencia de la crisis de los 70, cuando Europa salía de la edad de oro conocida como los «Treinta Gloriosos», la actual crisis coge al Viejo Continente en un contexto mucho peor: los estados están sobreendeudados, la inflación ya era elevada incluso antes del estallido de la crisis y la economía todavía no ha encontrado un punto de equilibrio después de la recesión causada por la pandemia de la Covid-19.
Sin embargo, no todos los economistas confirman las previsiones más pesimistas. Según la consultora Oxford Economics, el crecimiento del PIB europeo perderá en 2022 un punto porcentual respecto a las previsiones iniciales, pero seguirá siendo positivo a finales de año.
Muchos analistas siguen confiando en que la tendencia de recuperación post-pandémica no corre peligro gracias a un menor grado de dependencia del petróleo respecto al siglo pasado y a una nueva vuelta de tuerca de estímulos y subvenciones públicas para hacer frente a las consecuencias económicas de la guerra. Pero hay que tener en cuenta dos hechos:
Primero, parece que la guerra, que empezó hace tan sólo un par de semanas, está lejos de terminar.
Y segundo, llueve sobre mojado: esta nueva crisis llega en un momento de fragilidad inaudita de las finanzas públicas y de los niveles de inflación más elevados de las últimas décadas, así como en un contexto de crisis mundial de suministro.
En Europa, la guerra ha hecho polvo las previsiones de muchos analistas que esperaban que el fin de la ola de la variante Omicron del coronavirus implicaría un fuerte impulso a la economía comunitaria Share on X