El famoso economista Orley Ashenfelter, creador de diferentes estudios sobre salarios entre diferentes países mediante el índice Big Mac, pone en entredicho el éxito de la robótica en el aumento de la productividad. Según el economista, de ser real el impacto de la robótica, estaríamos ahora experimentando un crecimiento exponencial de la productividad. Este fenómeno, según el autor, no sucede en la realidad «si fuera importante, idealmente debería aflorar en las estadísticas de productividad, porque esos robots estarían haciendo algo. No creo que sea verdad que haya más producción gracias a los robots. Se rompen todo el rato»- afirma Ashenfelter.
Orley Ashenfelter arremete contra las expectitivas del Big Data: «La automatización ha existido desde el siglo XIX. Lo que ha emocionado a la gente es el big data, que se utiliza para venderte cosas. Si piensas en Facebook y Google, su producto es la publicidad, todo lo que han hecho es destrozar periódicos y ahogar otras formas de publicidad. A no ser que pienses que todo el producto nacional bruto será publicidad, no han creado nada en producción.»
¿Realmente la robótica está siendo una revolución?
Los robots son una realidad tan palpable que podemos verlos incluso en casa, para llevar a cabo ciertas tareas domésticas. Por ejemplo, a la hora de aspirar o cuando es el momento de limpiar las ventanas, donde aparecen aparatos como los robots limpiacristales. Si bien es cierto que en ciertos sectores la robotización ha supuesto un gran paso hacia adelante en la productividad, el componente humano se está volviendo a reconocer como una pieza fundamental en la producción. No sólo se habla de la revisión manual por trabajadores humanos del contenido que se publica en las redes para la moderación, más allá de los bots que automáticamente realizan gestiones análogas. En el mundo del automóvil, en el cual Toyota fue la primera en poner en marcha el sistema Just in Time (JIT), se ha implantado un gran nivel de automatización de los procesos de producción. Sin embargo, desde el año 2014, el gigante nipón ha vuelto a usar humanos en la cadena de montaje.
La razón no es más que la mejora de la eficiencia de la producción. Similar a los problemas de calidad del Fordismo, la fabricación en cadena automatizada tiene el problema de repetir en miles de unidades un mismo error, causando grandes pérdidas económicas. Japón es el segundo país del mundo (solo por detrás de Corea del Sur) con más robots trabajadores, unos 309.400. Sin embargo, la precisión de los autómatas no está librando a las compañías japonesas de errores en la producción. En 2008, Toyota tuvo que revisar más de 10.000 coches en Estados Unidos por un problema en la aceleración. El caso le valió además una severa multa por parte de la administración de ese país.
El presidente de Toyota, Mitsuru Kawail, lo explicaba con estas palabras a Bloomberg: «Cuando yo era un novato, había trabajadores con tanta experiencia que se les llamaba Kami-Sama (dioses). No había nada que no pudieran hacer. No podemos depender de máquinas que solo hacen la misma tarea repetitiva una y otra vez. Para convertirnos en maestros de las máquinas debemos adquirir la experiencia suficiente como para poder enseñar a esas máquinas.»
Los expertos piden esperar
En un artículo del Financial Times Erik Brynjolfsson, un economista famoso por su obra sobre «la nueva era de las máquinas», y Chad Syverson, uno de los mayores expertos en productividad económica, piden esperar a que avance la robótica para apreciar la mejora de la productividad. Los economistas afirman que «el déficit de productividad es demasiado grande para ser una ilusión estadística».
Es verdad que la productividad no es una ciencia precisa: una mala década puede ir seguida de otra mala, o de una buena, y el incremento actual de la productividad nos dice poco sobre el futuro comportamiento. Pero también es cierto que suele producirse un retraso entre un avance técnico y el aumento de la productividad. Si los beneficios de las nuevas ideas son reales pero tardan en materializarse, puede ser el hecho que explique la propia ralentización de la productividad.
El artículo pone como ejemplo el coche autónomo: por el momento supone un gasto en investigación, todo costes sin beneficio. Más tarde, empezará a desplazar a los coches tradicionales y a muchos negocios relacionados, desde garajes a talleres. Finalmente, tal vez décadas después de que el coche autónomo sea viable, pueden evidenciarse los beneficios.