Ante esta sociedad en declive, con ese materialismo y hedonismo exacerbado, con esas ansias de protagonismo y de poder por parte de todos. No miramos a nuestro alrededor y evitamos el sufrimiento de los demás, porque nosotros estamos empotrados en la comodidad y en los intereses personales.
Qué falta hace que nuestra sociedad en general y nuestros representantes políticos en particular, cambien sus postulados, programas etc…se aparten de ese protagonismo, poder e intereses y miren en servir a los demás; que es esa su misión y profesión.
Antoine de Saint-Exupéry, autor de «El Principito”, en un período particular de su vida, escribió este bello ruego al cielo que yo resumo en lo esencial:
Ayúdame a hacer cada cosa de mi presente lo mejor posible…. Guárdame de la ingenua creencia de que en la vida todo debe salir bien. Otórgame la lucidez de reconocer que las dificultades, las derrotas y los fracasos son oportunidades en la vida para crecer y madurar. Envíame en el momento justo a alguien que tenga el valor de decirme la verdad con amor. Haz de mí un ser humano que se sienta unido a los que sufren. Permíteme entregarles en el momento preciso un instante de bondad, con o sin palabras. No me des lo que yo pido, sino lo que necesito.
¡Enséñame el arte de los pequeños pasos!
Seamos felices con nosotros mismos y podremos entregar felicidad, sin importar cómo es el otro. Sigamos amando la vida tal cual se presenta. Valdrá la pena apartarse de lo banal y centrarse más en lo profundo, que es lo que realmente nos llena y nos satisface.