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En busca de la Verdad (XV)

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¿Por qué, si Dios es eterno, podemos aprehenderLo? ¿Cómo puede ser, si somos finitos? ¿Nos bastan nuestras fuerzas, o necesitamos un ‘algo más’? ¿Permite Dios que nos expresemos con Él como lo sentimos? Leamos con nuestro entendimiento.

Tú eres Tú,

siendo más que cuanto existe,

no eres menos que cuanto me regalas,

pues eres Todo, la misma Vida,

en Ti me encuentro y se realiza

el plan que trazas…

al tiempo que voy tratando

de ser, de intuir tus reclamos,

que sufro porque no puedo,

pues −interpreto a las mías−

vivo porque no muero,

mientras leo en tus obras creadas

cuanto me das, cuanto me callas,

que con tu misma fuerza,

la hoy tierra vana,

al unísono soy

−en Ti− todo y nada;

…nada más

que polvo, que tratas de engastar

en tu edificio eterno.

¡Hazme bueno,

hazme santo,

que muero porque no muero!

Hemos ido viendo en capítulos anteriores que la Verdad es Dios. Por tanto, puesto que Dios es infinito (el único Infinito), la Verdad es inabarcable. En consecuencia, es imposible que el ser humano −temporal y perecedero− alcance nunca la Verdad por sus solas fuerzas; ni aun así podría, de no ser por la vuecencia del Rey y Señor, pues en el Cielo solo podremos aprehenderla conforme a la voluntad divina de nuestro Creador… tras un atisbo que aquí en vida captemos.

Por consiguiente, para facilitarnos la interpretación de su excelsitud, Dios nos manda lo que podríamos llamar “señales” en nuestra limitación, para así poder aspirar a identificarnos un día con su Ser Trinitario (tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo), aun sin plena identificación dada Su inabarcabilidad, a través de su Verdad.

En efecto, Dios nos ha dado un entendimiento capaz de reconocerLe en su infinitud. De esta manera, por medio de las cosas creadas, como ya hemos visto, nos es posible atisbar partes de esa Verdad única y eterna; pero solo partes, y, aun así, todas ellas parciales: ni en toda su amplitud, ni en toda su profundidad. ¿Cómo es posible, y por qué? No lo sé.

Aclarando el concepto

Dios es más. Más aún, Dios es todo (“En Dios vivimos, nos movemos y existimos”: Hch 17,28). Dios es el motor de la Historia, el Creador de cuanto existe. Y Dios Creador, que nunca deja solas a sus criaturas, en su bondad ha tenido a bien que −aun sin saberlo− atisbando partes de Verdad podamos llegar a encaminar-nos hacia ella, al unísono con nuestro entendimiento personal y en conformidad y derivación desde cuanto vemos, tocamos y vivimos.

Para posibilitar la parcial y muy limitada interpretación de esa Verdad única, han surgido, surgen y surgirán espiritualidades que, por medio de la iluminación de sus mensajeros los Santos Fundadores, cada una a su manera, nos proporcionan la luz y la vida necesarias para no errar el camino: santo Domingo y la espiritualidad de los dominicos, san Ignacio y los Jesuitas, santa Teresa y la gran familia Teresiana, san Josemaría y la Obra de Dios u Opus Dei… y otras más recientes, como la Renovación Carismática, Camino Neocatecumenal o Hakuna. ¿Qué sentido tiene “dividir” la vida católica?

Perspectivas

Ya hemos visto que la Verdad puede ser mirada desde diferentes puntos de vista. Ahora nos disponemos a probar la lógica de su dinámica con la existencia que diferentes espiritualidades nos comunican a posteriori. Efectivamente, a priori parece lógico que existan, pues ya vimos en otros capítulos la naturaleza polifacética de la Verdad. Pero en la práctica, solo muy de vez en cuando surgen esas maneras de vivir la Verdad.

No obstante todo lo apuntado hasta aquí, a medida que la Iglesia profundiza en el mensaje de Cristo, el Hijo de Dios, encarnado precisamente para facilitarnos esa interpretación, a medida que profundizamos y que se expande el mensaje cristiano, se multiplica en su infinitud con unas “pistas” que se suceden temporalmente con mayor prontitud, al tiempo que se explicitan se adoptan dichas “nuevas formas”.

Ahora damos un paso más y observamos que esa naturaleza nada tiene que ver con la identidad óntica de la Verdad, pues, como ya destacamos, la Verdad simplemente es, no tiene que probar ni explicar nada, pues lo más que podemos hacer es una vivencia, según sea la naturaleza de quien la vive. Por eso La Verdad es Dios, porque, como Él dice a Moisés, “Yo Soy el que Soy” (Ex 3,14).

¿Una realidad dividida?

Pero atención. Las espiritualidades aprobadas por la Iglesia nada tienen de “dividir”, sino que más bien iluminan la misma Verdad desde ángulos distintos, por decirlo de alguna manera. Son distintas maneras de caminar un mismo camino. Surgen como concretización consecuente de que todos tenemos diferentes maneras de ser y de hacer, y por tanto de mirar y de vivir. Las diferentes espiritualidades explicitan esas inquietudes, y nos inspiran para que salgamos de nosotros mismos y nuestro mundo particular, por medio de la estimulación conceptual de la fuerza contenida que todos abrigamos en espera de ser liberada, precisamente para posibilitarnos esa comprensión parcial.

Hemos dicho que nos encaminamos a esa comprensión “en cuanto vemos, tocamos y vivimos”. Aun esto es parcial e incompleto, puesto que no vemos, ni tocamos ni vivimos más que lo que nos basta para no cegarnos, y acertar los pasos, siempre a y según disposición del Creador. Eso sí, Su amor y Su misericordia permiten que tiremos adelante en nuestra aprehensión de cuanto Él es, por medio de todas esas señales que inspira en los santos. Así, se nos pone un punto más fácil apercibir algo más ligero para posibilitarnos una buena digestión de la vivencia en una vida en que −bien mirado− todo nos va muy grande, siendo como somos tan pequeños.

Ya ves, hermano, mi hermana del alma. Vamos viendo que la Verdad es algo más que “decir la verdad”. Trataremos de seguir nuestro camino en próximos capítulos, sin ánimo de llegar a abastarla nunca, sino más bien iluminarla un tanto para facilitarnos el encaminarnos más humildemente hacia la Patria Eterna. ¡Hasta la semana que viene!

Twitter: @jordimariada

Han surgido, surgen y surgirán espiritualidades que, por medio de la iluminación de sus mensajeros, los Santos Fundadores, cada una a su manera, nos proporcionan la luz y la vida necesarias para no errar el camino Share on X

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