Tanto o más que la presencia de partidos independentistas, lo que llama la atención de un observador exterior de la contienda política catalana, es la casi total desaparición del espacio de centro y derecha, con el hecho especialmente llamativo de que precisamente este espacio ha sido el hegemónico en Cataluña desde la transición hasta la primera década del presente siglo.
Su liquidación comenzó con el giro político que Artur Mas imprimió a la coalición de CiU, hasta que ésta no sólo ha estallado en fragmentos, sino que ha dado pie a una recomposición donde el espacio claramente hegemónico en Cataluña es la izquierda, o para ser más precisos, el progresismo.
Este hecho, sin embargo, se ve sometido a fuertes contradicciones cuando los datos permiten averiguar la actitud de los electores que votan estas opciones sobre cuestiones concretas, bien relacionadas con el sistema de valores, bien con dimensiones económicas y sociales. Entonces buena parte de las respuestas no se ajustan a los perfiles del progresismo e introducen un gran interrogante sobre si la extinción del centroderecha es por falta de demanda o bien porque no existe la oferta a la altura de los tiempos que la induzcan.
También llama la atención que, a pesar del dramatismo y tragedia del momento, que de todo hay, las necesidades y retos concretos, el caballo de batalla, continúa situándose en el independentismo, y la mejor carta de Salvador Illa no sea presentarse como un hombre de estado (una tarea por otra parte nada fácil dado su currículum), o al menos como un buen gestor, sino como la esperanza blanca para frenar el bloque de la independencia; en otras palabras, la versión de Inés arrimadas del 2017.
Una tercera característica es un potencial efecto mariposa. Según cual fuera el resultado podría tener un efecto extraordinariamente benéfico para el gobierno Sánchez o, contrariamente, ponerlo en muchas dificultades al debilitar la heterogénea mayoría que le apoya en el Congreso. Se ha visto en la votación del decreto ley sobre la gestión de los fondos europeos, que habría sido rechazada si Vox en el último momento no hubiera acudido en ayuda del gobierno con su abstención, porque tanto ERC como JxCat le dieron la espalda.
Un factor también insólito en el mapa europeo es el efecto que puedan tener los políticos salidos de la cárcel. Y en este punto se verá qué peso realmente tienen y si su sacrificada actitud tiene o no recompensa política. A los efectos Illa se contrapone el efecto de los políticos presos, y ahora liberados para que participen en la campaña hasta que, previsiblemente, el Tribunal vuelva a decretar su ingreso en prisión. Si este hecho se produjera antes del 14 de febrero, día de las elecciones, tendría incidencia electoral.
JxCat apuesta por declarar la independencia si se alcanza más del 50% de los votos, y en todo caso, a algo más seguro en teoría, como es la desaparición del estado en Cataluña. Claro que viendo la cara de satisfacción de Iñigo Urkullu tras salir de la visita a Moncloa hecha la semana pasada, parece que por la vía discreta se está alcanzando en el norte la pretensión de Laura Borràs de manera más efectiva, porque ahora se irán produciendo nuevos traspasos, más de 30, que dejarán la presencia del estado en Euskadi en la piel y los huesos.
La cogovernanza con el País Vasco de los fondos europeos y la gestión de la Seguridad Social son dos cuestiones de mucho peso que el gobierno vasco parece que tiene garantizadas por Sánchez, y que sitúan aquella nación a años luz de Cataluña en términos de autogobierno. Con todo ello, el mapa nos indica que el País Vasco profundiza sus capacidades aprovechando la debilidad del gobierno central, y la Comunidad de Madrid se convierte en la más potente autonomía de España debido a su fuerte peso económico, con la consecuencia de reivindicar una línea propia.
El independentismo debería reflexionar sobre el hecho de que estas dos condiciones que tienen éxito y se dan por separado, una en Euskadi y la otra en Madrid, Cataluña las reunía ambas. Tenía un gran peso político en el Congreso que condicionaba al gobierno de turno, y un gran peso económico que obligaba a contemplar, quieras o no, sus posiciones. Ahora todo esto parece desvanecido.
La idea de ERC de recuperar el criterio de gestión no parece suficiente por dos razones. La primera porque no se trata sólo de la elemental exigencia de gestionar bien lo que se gobierna, sino de una estrategia en relación con el estado, que la gente de Junqueras no tendrá mientras plantee una independencia, en la que cada día parece creer ya menos. La segunda gran objeción, que la hace retroceder a argumentos puramente independentistas, es que la forma en que ha conducido los departamentos que gobierna ha sido más bien desastrosa. Incluso Salud, con los cambios realizados, parece incapaz de ofrecer un buen escenario antes del día 14 y, por tanto, el voto de castigo parece asegurado.
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1 Comentario. Dejar nuevo
Que la campaña se centre en el independentismo habiendo otros temas urgentísimos es paradójicamente lógico. De manera latente durante tres décadas y ofensiva en la última el nacionalismo catalán ha concentrado todas sus fuerzas en ese tema, descuidando cada vez más cualquier otro asunto. El independentismo ha tergiversado la realidad y presentado a la independencia como panacea universal. Una mayoría independentista significaría seguir en esa línea. Si se quiere hacer algo positivo en otros campos, lo primero es acabar con el separatismo.
Sorprende mucho, y muy mal, que en el artículo se califique de «sacrificada» la actitud de unos delincuentes que atentaron contra el orden constitucional y que o proclaman estar dispuestos a volver a hacerlo o se muestran orgullosos de su delito.