La Wikipedia dice lo siguiente:
“Voluntarismo es un término que describe las doctrinas filosóficas que sitúan la voluntad como la primera de las potencias espirituales del hombre frente a la razón. Tales son los casos de Duns Scoto en la Edad Media y de Arthur Schopenhauer y Ferdinand Tönnies en el siglo XIX.
Duns Scoto afirmaba que la voluntad es superior al entendimiento y la esencia de la voluntad es la libertad; aplicado a Dios aparece el voluntarismo teológico, el cual, tal y como lo sostiene Guillermo de Ockham, afirma que ninguno de los preceptos del decálogo es de ley natural y en consecuencia Dios habría podido crear un mundo en el que el odio a Dios no fuera pecado sino virtud; las leyes del decálogo son convencionales porque derivan de la voluntad de Dios; de ese modo Ockham subraya la omnipotencia y la libertad divinas.
En política hay varias tendencias que ponen la voluntad como algo importante o fundamental tanto para el ser humano como para sus proyectos de sociedad libre (véase anarquismo), así también las tendencias filosóficas del llamado irracionalismo o vitalismo. También se consideran voluntaristas corrientes marxistas que, como el maoísmo o el juche, conceden gran importancia a la voluntad de las masas como motor de cambio revolucionario, restando en consecuencia importancia a las condiciones objetivas. Dicha atribución de voluntarismo es generalmente señalada por comunistas opuestos a dichas corrientes, empleando el término de manera despectiva”.
Es decir, esta reconocida fuente de conocimiento –la Wikipedia- afirma que Duns Scoto, luego Schopenhauer y mucho antes al término de la Edad Media el pestilente, anticristiano y prepotente Guillermo de Ockham, introdujeron esta corriente de pensamiento denominada voluntarismo. Las consecuencias han sido mortales para la Cristiandad. Siguieron otros errores. Pero ése sigue manteniendo su actualidad. La tiene y mucha en muchos ambientes eclesiales incluso ortodoxos píos. Hoy como también en el siglo XX. En España y no en la Patagonia. O tal vez también. El compendio del Catecismo en su punto 591 nos pregunta ¿Por qué pedimos “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”? Y nos responde para que asintamos lo siguiente:
“La voluntad del Padre es que ‘todos los hombres se salven’ (1Tm 2,4). Para esto ha venido Jesús: para cumplir perfectamente la Voluntad salvífica del Padre. Nosotros (es decir ustedes y yo) pedimos a Dios Padre que una nuestra voluntad (la mía y la de ustedes) a la de su Hijo, a ejemplo de María Santísima y de los santos. Le pedimos que su benevolente designio se realice plenamente sobre la tierra, como se ha realizado en el cielo. Por la oración, podemos ‘distinguir cuál es la voluntad de Dios’ (Rm 12,2), y obtener ‘constancia para cumplirla’ (Hb 10,36)”.
¿Alguien cree que exagero? Pues no. ¿Qué es eso de colocar primero la propia voluntad como fuente primera de virtud? ¿Y a continuación la voluntad definida por el papá, el cura o el maestro como definición dogmática no definida por el Papa como fundamento teológico de la virtud cristiana? Ockham desde su prepotencia desafiante se cargó la metafísica y la teología cristiana desarrollada en siglos precedentes, a pesar de insuficiencias o desviaciones doctrinales.
Nunca la voluntad puede estar por encima de la razón. Los niños tienen derecho a descubrir el pensamiento humano amparado en la doctrina secular de siempre. No basta con obedecer ciegamente órdenes de conducta. Siendo buenas en la misma medida en que un niño, un adolescente, las sigue ciegamente sin más en virtud de la autoridad aparentemente ortodoxa de quien las esgrime, nos encontramos ante la mayor manipulación que se ha hecho y se hace de las almas inocentes. Es el error del conductismo aplicado en las catequesis.
No es ya la aparición de nuevas corrientes de pensamiento alejadas del Evangelio, sino la reducción al pensamiento único teledirigido en los ambientes apostólicos católicos de la Iglesia. Que nadie se llame a engaño. La aparente formalidad de una ortodoxia fría y calculadora es la negación de la vocación cristiana. Se parapeta en la obediencia. Quien obedece ciegamente renunciando a su cerebro y a su libertad se equivoca siempre. Obedecer es otra cosa. Quien cae en la trampa de la dialéctica también se equivoca. Nuestro Señor se escabullía siempre, se sacudía el polvo de las sandalias, se desplazaba con lo puesto y enviaba a los discípulos a predicar, a predicar anunciando a los 72, recordatorio del número de libros que integran la Biblia y de los pueblos conocidos en el Antiguo Testamento, es decir recordatorio de la obligación apostólica de anunciar a todos los pueblos la Verdad de su Evangelio. A todos los pueblos habidos y por haber.
¿Es posible esto renunciando a la propia facultad de razonar y a la libertad personal de hacerlo? En cambio, razonar en libertad con líbero arbitrio, con obediencia a quien tiene el poder delegado por Nuestro Señor, es algo completamente distinto. Esto es la virtud cristiana. Lo otro es voluntarismo trasnochado trasplantado al siglo XXI con apariencia de fidelidad cristiana…, aun cuando en apariencia no lo parezca. Se corrige cuando a partir de las enseñanzas del catecismo se sigue con las catequesis empezando por la doctrina de los Santos Padres.