Diez mártires del siglo XX en España nacieron un 8 de febrero. Y en este caso está justificada la alusión al siglo y a la revolución española más que a la guerra civil, ya que uno de ellos -superior de los carmelitas descalzos en Oviedo- fue asesinado en 1934. Los otros son tres claretianos en Cataluña, un agustino y una carmelita de la caridad guipuzcoanos, un redentorista alavés, un hospitalario abulense, el provincial de los oblatos -soriano-, y un trinitario vizcaíno.
Respecto a Vich, he recopilado en esta galería los 457 documentos que recoge la Causa General sobre los crímenes revolucionarios. Según esa fuente (folio 3), el primer asesinato habría sido el del sacerdote Isidro Cunill Vila (no beatificado) el 3 de agosto de 1936 (la misma fuente, en el folio 4, sitúa en esa fecha el asesinato de un claretiano al que llama Navarro Martínez Castro, y que probablemente es el beato Franciso Marco Martínez, martirizado el 19 de octubre.
El carmelita a quienes le fusilaban: «Os perdono, hijos míos»
Eufrasio (del Niño Jesús) Barredo Fernández, de 37 años, nació en 1897 en Cancienes (Corvera, Asturias), era superior del convento de carmelitas descalzos de Oviedo, fue asesinado en el mercado viejo de San Lázaro de la capital asturiana el 12 de octubre de 1934 y beatificado en 2007. Terminados sus estudios fue ordenado sacerdote el 23 de septiembre de 1922 y destinado a Cracovia (Polonia) de 1926 a 1928. A su regreso fue a Burgos, como director de las revistas Ecos del Carmelo y Praga y Monte Carmelo.
En 1929 llegó a Oviedo, como profesor de teología y el 8 de mayo de 1933 fue elegido prior de su comunidad. Ante la revolución, el P. Eufrasio buscó refugio para sus religiosos y trató de huir por la alta tapia de la huerta, pero se cayó y se luxó una cadera. Al empeorar, el 12 de octubre solicitó que lo llevaran al Hospital. Los milicianos lo sacaron de la cama del hospital y lo condujeron al Mercado Viejo en el barrio de san Lázaro (Oviedo). Colocado de pie junto a un muro, y antes de recibir los disparos, se dirigió al pelotón: “Os perdono, hijos míos”, y gritó tres veces: “¡Viva Cristo Rey!”.
José Joaquín Esnaola Urteaga, de 38 años, nacido en 1898 en Idiazábal (Guipúzcoa), era sacerdote agustino, fue asesinado el 24 de julio de 1936 en Leganés (Madrid). Es el único agustino de Madrid beatificado que no murió en Paracuellos, junto con un estudiante de El Escorial –Antonio María Arriaga Anduiza– asesinado también ese día 24 en Madrid. Fue beatificado en 2007; su causa incluía otros 91 agustinos y seis sacerdotes diocesanos.
Luis Hortós Tura, clérigo profeso claretiano de 21 años, natural de Arguelaguer (Gerona), fue asesinado en Lérida el 26 de julio de 1936 y beatificado en Barcelona el 21 de octubre de 2017. El 20 de abril de 1936 manifestaba su confianza en la Providencia en carta a su hermano Pedro:
Por la situación actual religiosa y política no se angustien, aunque a veces hemos estado en peligro y en situaciones difíciles, sin embargo nunca nos ha pasado nada de especial. La Providencia de Dios es la que nos libra de todo peligro. Por eso tenemos que rezar con frecuencia a Dios que nos dé lo que más necesitamos tanto en el orden material como en el espiritual. Si lo hacemos así y procuramos ser buenos de parte nuestra, ya verás como siempre viviremos con paz y tranquilidad.
En Cuenca, solo ocho hombres se presentaron a defender las iglesias
Ciriaco Olarte Pérez, de 43 años, había nacido en 1893 en Gomecha (Álava), era sacerdote redentorista en Cuenca, donde fue asesinado (junto al Puente de los Descalzos) el 31 de julio de 1936, y fue beatificado en Tarragona en 2013. tuvo nueve hermanos, entre ellos dos sacerdotes diocesanos y dos carmelitas descalzas. Con apenas 11 años marchó al centro vocacional de los redentoristas, pues quería ser misionero; profesando en 1911 y ordenándose sacerdote en 1917. En 1920 marchó como misionero a México, de donde es expulsado en 1926 al comenzar la persecución que desencadenará la guerra cristera, según escribía a su hermana: “Vine como han tenido que venir la mayoría de los sacerdotes españoles, porque allí están las cosas imposibles. El Presidente no cede en nada contra la Religión y estábamos viviendo en casas particulares, pues las iglesias son declaradas bienes de la nación y desde el 30 de julio no ejercía en público ningún sacerdote. Estando las cosas en este estado, pareció más prudente venirnos pensando que para volver ya habrá tiempo”.
Hasta 1933 está Olarte en Madrid, luego en Granada y desde 1935 en Cuenca. Allí coincide con el sacerdote redentorista navarro Miguel Goñi Ariz, que había ingresado también con 11 años en el seminario redentorista, profesando en 1920 y ordenándose sacerdote en 1925. Trabajó en Granada, Barcelona, Santander y Vigo, antes de pasar en enero de 1936 a Cuenca. En una larga carta a su familia, escrita el 30 de junio, cuenta sus particulares vivencias de los días 1 y 2 de mayo (en Cuenca se ordenó repetir para el día 6 la segunda vuelta de las elecciones de febrero):
“Llegó el 1 de mayo, y conforme al ritual marxista, celebraron la obligada manifestación con profusión de banderas rojas, puños en alto y estómagos vacíos. Terminada ésta, yo mismo acompañado de unos amigos, vi como un grupo de revoltosos se apartaban del resto de los manifestantes y con toda decisión, como obedeciendo a una consigna, asaltaba el centro de Acción Popular y arrojaba cuanto en él había a la calle, improvisando con sillas, mesas, máquinas de escribir, 200000 papeletas electorales … una magnífica hoguera. Y todo ello a las barbas de la Guardia Civil, la cual desde el cuartel próximo al lugar de los sucesos contemplaba, como los demás, el inesperado espectáculo. Intentaron también quemar algunas iglesias; pero alguien de entrañas no tan fieras, logró disuadirles por el momento. Este fue el preludio del mitin… Por la tarde del mismo día intentaron asaltar el convento de San Pablo situado a las afueras de la ciudad y habitado por un centenar de Padres y Estudiantes Paúles… La Guardia Civil que desde algunos días antes hacía que lo custodiaba, al oír los primeros disparos de las turbas, disparó a su vez al aire […]. Se declaró la huelga general para el día siguiente, exigiendo la salida inmediata de Cuenca de los Paúles. En efecto, los frailes recibieron orden de desalojar el edificio para el mediodía del día siguiente […]. Pero al día siguiente y ya desde las primeras horas las turbas y los pistoleros llegados de Madrid con fines electorales fueron dueñas de la población. Volcaron los camiones que llevaban los enseres de los frailes, robaron cuanto quisieron, profanaron vasos y ornamentos sagrados paseándose con ellos por las calles y a algunos de los Paúles les propiciaron salvajes palizas […]. El pánico que se apoderó de los elementos derechistas era enorme. Aquel día ninguno de ellos salió a la calle. Trataron varios jóvenes hacer un llamamiento a todos los hombres de orden para defender los conventos e iglesias, y solo se presentaron ocho. … Si aquel día (o cualquier otro) les da por incendiar todas las casas religiosas, lo pueden hacer con toda libertad. Y conste que Cuenca es la provincia mejor de Castilla la Nueva”.
Desde el 20 de julio, los cuatro redentoristas de Cuenca se hospedaron en la casa que el canónigo Acisclo Domínguez tenía en la calle Andrés Cabrera. Salían a celebrar misa a la catedral. A los pocos días decidieron separarse y el día 25 Olarte y Goñi fueron a la vivienda de la calle Los Pilares donde vivía el sacerdote Enrique García, beneficiado de la catedral de Almería. A otro religioso al que recomendaban esconderse le dieron recado de que “de nosotros todos saben que estamos aquí, y cada día se pone peor”, y Olarte comentó a los otros que “el día de San Alfonso [María Ligorio, fundador de los redentoristas, se celebra el 1 de agosto] lo vamos a pasar en el cielo”. Precisamente el 31 de julio, tras celebrar misa, se presentaron en la casa unos milicianos para un registro y vieron a los redentoristas con su hábito. El sacerdote Enrique García dijo que eran amigos suyos, y los milicianos se fueron, pero regresaron al poco diciendo a Olarte y Goñi: “¡Quedan detenidos! Quítense los guardapolvos [refiriéndose a las sotanas] y sígannos”. El sacerdote y su asistenta intentaron impedir que se los llevaran, pero un miliciano les dio un empujón y les gritó: “Quítense o los aso”.
Todo un día agonizando
Los redentoristas se despidieron del otro sacerdote diciéndole “Hasta el cielo”. Daban las 10 horas en la torre Mangada y muchos vieron pasar al grupo de milicianos que llevaba a los religiosos, a empujones, insultos y vivas a Rusia y al ritmo de la internacional, por las calles Pilares, calle Severo Catalina, bajada de las Angustias, postigo de los Descalzos, Ermita de la Virgen y Puente de los Descalzos. Al llegar al puente se adentraron por una senda a la orilla del Júcar en dirección a la estación eléctrica del Batán. En un desmonte de una antigua cantera los pusieron a subir un terraplén, y, desde arriba y abajo, dispararon sobre ellos. Según los testigos, Ciriaco Olarte recibió los disparos en el pecho y tardó más en morir. Se arrastró hasta Goñi y le impartió la absolución. Quedaron en el descampado con una vigilancia para que nadie se acercara, y se fueron desangrando. Según la partida de defunción, Olarte murió “sobre las veinte horas a consecuencia de hemorragia externa”. Por la noche fueron recogidos ambos cadáveres e inhumados en la fosa común.
Alejandro Íñiguez de Heredia Alzola (hermano Mauricio), religioso hospitalario de 59 años, nacido en Dallo (Ávila) en 1877, fue asesinado el 28 de agosto de 1936 en Barcelona -como el hermano Luis Beltrán (Serviliano Solá Jiménez)- y beatificado en 2013 con 23 compañeros de su orden: uno de ellos su hermano Benito (hermano Gaudencio en religión), que había sido asesinado en Valdemorillo (Madrid) el 1 de agosto.
José Casals Badía, claretiano de 45 años y natural de Berga (Barcelona), fue asesinado en Gurb (Barcelona) el 12 de octubre de 1936 y beatificado en la capital de esa provincia en 2017. La matanza de este religioso y de sus compañeros fue el último acto del comité revolucionario de Vich antes de entregar el control de la cárcel al gobierno regional catalán:
El día 8 de octubre, miembros del comité revolucionario de Vich fueron a Taradell en busca de persona importante y el jefe de este comité les informó que en el Vivet había tres de la Merced. Acto seguido, esa misma mañana, se presentó allí una patrulla del comité de Vich, en la que destacaba el sanguinario Cojo de Vich. A estos les acompañaban algunos de Taradell para reclamar a los refugiados de la Merced con seguridad. Los refugiados estaban rezando el rosario con la familia y los rojos detuvieron al H. Casals con los PP. Codina y Codinach, que sin resistencia alguna se entregaron a sus verdugos. Los particulares de la detención de H. Casals son los mismos que se han expuesto anteriormente acerca de la detención de los PP. Codina y Codinach.
Les hicieron el registro de costumbre y el interrogatorio de circunstancia. Al H. Casals le encontraron un crucifijo de los del P. Claret. Le pidieron explicaciones de cómo se abría. Se las dió y se lo devolvieron. También le preguntaron por su oficio y no tuvo reparos ni dificultad en confesar que era cocinero. Al marchar el H. Casals se despidió de una de las hijas de la casa diciendo: ¡Hasta más tarde!
Junto con los dos Padres fue llevado a la cárcel de Vich, donde permaneció hasta el día 11 del mismo mes de octubre, día en que sólo quedaban encerrados los tres Misioneros y un sacerdote secular, R. Elías Molist. Al día siguiente la cárcel estaba vacía porque el Comité la había “limpiado” como último acto de poder revolucionario, ya que el día 12, por decreto de la Generalidad, cesaban los comités y se restauraban las autoridades civiles republicanas.
Ese día 12 de octubre de 1936 aparecieron los cadáveres de cuatro personas en las carreteras cercanas. El cadáver del H. Casals fue encontrado cerca del Manso Rosell en la carretera de Manlleu, cuyo colono oyó los disparos a media noche del 12 y después reconoció dos cadáveres, uno corpulento, del R. Molist, y otro pequeño y delgado, que era el del H. Casals.
Dionisio Arizaleta Salvador, claretiano de 25 años y navarro de Guirguillano, fue asesinado el 19 de octubre de 1936 en Sant Pere dels Arquells (Lérida) y como los dos claretianos recien citados beatificado el 21 de octubre de 2017 en Barcelona.
María de la Concepción (de San Ignacio) Odriozola Zabalia, carmelita de la Caridad de la Casa de la Misericordia de Valencia (Vedrunas), de 54 años (nació en 1882 en Azpeitia, Guipúzcoa), fue asesinada el 24 de noviembre de 1936 en el Picadero de Paterna –como relaté en el día del aniversario– y beatificada en 2001.
Francisco Esteban Lacal, de 48 años y nacido en Soria en 1888, era el provincial de los oblatos de María Inmaculada, fue ejecutado en Paracuellos el 28 de noviembre –ver el mapa sobre los mártires de Pozuelo– y beatificado en Madrid en 2011.
Juan (de Jesús y María) Otazua y Madariaga, sacerdote trinitario en el convento del santuario de la Virgen de la Cabeza en Andújar (Jaén), de 42 años (nacido en Rigoitia, Vizcaya, en 1895), fue asesinado en Mancha Real (Jaén) el 3 de abril de 1937 (ver artículo del aniversario).
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