He dejado para el final mis reflexiones sacramentales acerca de este gran Sacramento del Matrimonio. Es el único Sacramento que puede, e incluso debe últimamente, vivirse en exclusivo confinamiento domiciliario con amor cristiano conyugal trascendente. A menudo recibes (yo también) impactos conyugales negativos del prójimo cercano. Son de personas conocidas, vecinos, amistades, familiares, que rompen sus matrimonios y, por consiguiente en caso de haberlos, sus sacramentos de Matrimonio. Nadie de a pie puede ni debe juzgarlo. La propia adhesión confesional al Matrimonio, mediante acto de fe inicial de militancia cristiana, como salvoconducto “hasta que la muerte nos separe” es insuficiente. Pues no basta el Sí inicial.
Este gran Sacramento requiere un acto de fe en él a lo largo de toda la vida en cada instante de cada día. A veces hay rotura de una parte y no una rotura de ambas partes. En estos casos se produce como una especie de viudedad en vida. Suele ser la esposa la que sale perjudicada. Con hijos menores por en medio, sin ellos o con hijos muy adultos. A veces el perjudicado es el esposo y no la esposa. A veces los dos resultan perjudicados. ¡Y en muchas de estas últimas, penúltimas y primeras veces no hay un sacerdote de proximidad que intervenga en tono reparador conciliador al igual que un mecánico de confianza con un vehículo averiado!
Defectos, limitaciones, actos digamos indignos, pecados, insatisfacciones y el etcétera que cada uno de Vds. pueda enunciar, están en la vida de todos los mortales. La perfección en términos matemáticos no existe en ningún mortal. Está reservada al Dios Uno y Trino. Está reservada también, en diferentes grados contemplativos, a todo mortal cuando llega su hora personal e intransferible de la contemplación beatífica de Dios. A Él se accede en santidad plena. De ahí la existencia real y teologal del Purgatorio como paso previo… y las oraciones de Iglesia militante en sufragio por sus benditas almas. El Cielo, aunque debe merecerse siempre como Iglesia triunfante, es un regalo personal de Dios. Él no se lo niega a nadie. Ni el esposo ni la esposa escapan al precepto normativo evangélico del “sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. El Matrimonio es un camino de imperfección humana que han abrazado libremente hombre y mujer, para merecer la santidad celestial mediante su vivencia terrenal como realidad de conversión querida por Dios.
¿Cuál es la dificultad del Matrimonio? Son muchos los que no duran hasta el fallecimiento de uno de los cónyuges. Me parece oportuno reflejar de entrada la fórmula del consentimiento. Aunque en muchos casos es la expresión del simple sí quiero en voz alta, es siempre el simple sí quiero a un enunciado, tipo pregunta clara, también en voz alta por parte del sacerdote o diácono. Un enunciado que en tono personal afirmativo es algo distinto, en su formalidad externa, al pronunciamiento de un sí quiero. Un enunciado que litúrgicamente se lee para no equivocarse. Un enunciado que resulta difícil de leer en voz alta embargado por la emoción. Al hombre también le cuesta. Primero habla él y después ella con sus manos derechas unidas. Un enunciado en primera persona del singular que dice exactamente así:
Yo, (nombre de pila), te quiero a ti, (nombre de pila), como esposa y me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida.
Yo, (nombre de pila), te quiero a ti, (nombre de pila), como esposo y me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida.
Acto seguido el sacerdote o diácono expresa: <<El Señor, que hizo nacer en vosotros el amor, confirme este consentimiento mutuo, que habéis manifestado ante la Iglesia. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre>>.
En mi ejemplar del Ritual de los Sacramentos, publicado por la BAC en su segunda edición de 1977, no habla del diácono sino solo del sacerdote. En aquel tiempo no existían todavía los diáconos permanentes solteros y menos los casados. El diaconado era solo el paso previo inmediato al sacerdocio consagrado. En el Sacramento del Matrimonio intervenía siempre el sacerdote. Pero nunca, nunca, como ministro del mismo. Únicamente como testigo autorizado de la Iglesia. Testigo autorizado del consentimiento expresado primero él y acto seguido ella. Él y ella los dos ministros únicos del Sacramento. Les inserto mi escrito teológico de hace un año titulado La dificultad del Sacramento del Matrimonio.
Soy consciente de que me repito un poco. ¡Y más que me repetiré! Este escrito mío no tiene links añadidos salvo este escrito antecedente. La iglesia doméstica está en mi hogar y en todos los hogares cristianos. Por mucho confinamiento político que exista en sociedad, absolutamente nadie puede interferir en los hogares por muy confinados que estén. En familia queda preservada la intimidad conyugal en la habitación matrimonial. En familia también la de los hijos residentes y padres abuelos si es el caso. Para rezar el Rosario diariamente en el salón no se requiere bozal farmacéutico de pago como el mío o de reparto gratuito en el metro. Para asistir a la Santa Misa por televisión no se requiere la parafernalia vomitiva detallada por la CEE para acudir al templo en tiempo presente. Es una parafernalia por fases a modo de calco de la políticamente establecida.
Mi determinación: Asistiré a misa dominical al templo en cuanto pueda acceder a él sin dar explicaciones a nadie de mi cómo. Mientras tanto asisto en directo a misa diaria por televisión en mi casa. Asistiré al templo a cara descubierta con fieles a un lado, al otro, delante y detrás. ¡Y sin bozal en mi cara empaña gafas graduadas como las mías y empaña lenguas orantes sonoras y cantoras afinadas como la mía!
¿Hablo claro Sres. Prelados de España? Tienen por costumbre sus Eminencias y Excelencias Reverendísimas no estar a la altura de padres de familia como yo. Me ha costado muchos años aceptar su silencio (o más bien el de sus antecesores y seguro que alguno de Vds.), como respuesta ante la negativa política institucional de dar clase de religión en la enseñanza pública catalana en las personas de mis seis hijos. Conservo copia de mi carta certificada a sus Eminencias y Excelencias de fecha 27-05-2001 y el acuse de recibo de Correos de la Conferencia Episcopal Española de fecha 27-05-2001. Conservo también la carta previa a mi persona del Nuncio de Su Santidad Mons. Manuel Monteiro de Castro de fecha 26-03-2001, en respuesta a la mía de fecha 14-02-2001 y que entregué personalmente en la sede de la Nunciatura en Madrid el día 15 de febrero del año 2001. El Nuncio de Su Santidad me decía en su carta que me dirigiese a la Comisión de Enseñanza y Catequesis de la CEE que estaba ya siguiendo el tema.
Conservo también dos cartas más. La mía de fecha 19-01-2001 al President de la Generalitat Molt Hble Jordi Pujol i Soley y su respuesta de fecha 15-02-2001 con un atento añadido de su puño y letra. Fueron dos recursos consecutivos con abogados distintos ante el TSJC (Tribunal Superior de Justicia de Cataluña). Uno acabando el primer trimestre y el otro finalizando el tercero del curso escolar 2000/2001. Tengo entendido que puede accederse a ellos vía telemática para lecturas. Adjunto sus referencias: TSJC 396/2001 y TSJC 2031/2001 ¡Qué curiosa fecha ésta del 15 de febrero del año 2001!
Iré al templo a misa dominical y a más diarias en condiciones litúrgicas canónicas adecuadas. ¿Para cuándo el test controlado del soplo Covid-19 para todo fiel en la entrada de los templos? Como cristiano católico no entiendo ni quiero entender de subordinaciones anticristianas al poder político dominante de turno. La senda apostólica de santidad va por otro camino. ¡No entiende de pactos! ¡De pandemias coronadas confinadas tampoco! ¡Y de discursos manidos por fases numeradas menos! Éstos se parecen a discos de vinilo rayados de la marca La Voz de su Amo.
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Los cuatro elementos de cada uno de los 7 Sacramentos son: Ministro, Sujeto, Materia y Forma. Ministro es el hombre en relación a la mujer. Ministro es la mujer en relación al hombre. Sujeto receptor es la mujer de parte del hombre. Sujeto receptor es el hombre de parte de la mujer. Hombre y Mujer Ministros y Sujetos del Sacramento. La Materia del Sacramento es la mutua entrega de los cuerpos en orden a la generación de la vida y manifestación del amor conyugal aun cuando no se genere vida. La Forma es la aceptación de esta entrega mediante el sí quiero, en fórmula sencilla o amplia, ante el sacerdote o diácono y mínimo dos testigos que también firman el acta. Para proceder a Matrimonios en tiempos de confinamiento con restaurantes cerrados solo se requiere esto. ¡Así de simple!
Dada la ignorancia notable, por no decir sobresaliente, en este tema he elegido adrede el título simple «El Sacramento del Matrimonio» para que cualquiera que se conecte a Internet se encuentre con mi artículo entre otros muchos que hablan de lo mismo.