El Viernes Santo es un día de profunda reflexión y devoción para millones de católicos en todo el mundo. Uno de los momentos más destacados de esta jornada es el viacrucis, un recorrido espiritual que conmemora los últimos momentos de la vida de Jesús en la tierra. En el Coliseo Romano, un lugar impregnado de historia y simbolismo, miles de personas se han reunido para participar de este momento de oración comunitaria.
Aunque el papa Francisco no ha estado presente físicamente en el Coliseo, sus palabras han resonado entre los presentes y en todos aquellos que han seguido este evento desde diferentes partes del mundo. Sus meditaciones, escritas con profundo amor y devoción, guían a los fieles a lo largo de la vía dolorosa de Jesús.
El Papa escribe personalmente las meditaciones
La decisión del Papa de escribir personalmente las meditaciones para el viacrucis es extraordinaria y poco común. Esta tradición, iniciada en el siglo XVIII, ha sido retomada por varios papas a lo largo de los años, pero es excepcional que el pontífice redacte los textos él mismo.
En el mensaje del viacrucis, el Papa nos invita a reflexionar sobre varios aspectos fundamentales de la vida cristiana, destacando la importancia de la oración, la compasión, el perdón y la entrega total a Dios.
Cuestiones difíciles que enfrenta la humanidad
El papa Francisco no solo se dirigió a Dios con una humildad y una reverencia palpables, sino que también hizo referencia a la realidad actual, destacando temas que golpean el mundo de hoy. Desde la violencia y la depresión hasta la injusticia social, el aborto o la guerra. El Papa no dudó en abordar la multitud de cuestiones difíciles que enfrenta la humanidad en la actualidad. «¿Acaso mi oración sabe llorar? «»¿Cómo reacciono ante la locura de la guerra, ante los rostros de los niños que ya no saben sonreír, ante sus madres que los ven desnutridos y hambrientos sin tener siquiera más lágrimas que derramar?»
En primer lugar, el Papa nos recuerda la importancia de la oración en la vida de Jesús. Desde el Jardín de Getsemaní hasta el Calvario, Jesús nos muestra que la oración es esencial para prepararnos y fortalecernos en nuestras jornadas. «Uno mi cruz a la tuya, te traigo mi fatiga y mis miserias, pongo en ti todo el agobio que tengo en mi corazón.» La oración no solo es diálogo e intimidad con Dios, sino también entrega confiada y don de uno mismo. «La oración no nace de los labios que se mueven, sino de un corazón que sabe escuchar.» Jesús, como nos recuerda Francisco, nos invita a permanecer cerca de él y a velar, incluso en los momentos de mayor dolor y angustia. «Tú, Jesús, enciendes en mí el deseo de estar contigo, de adorarte y consolarte.»
Además, las palabras del Papa nos muestran cómo Jesús enfrenta el sufrimiento y la injusticia con mansedumbre y perdón. Aunque es condenado injustamente y sufre el peso de la cruz, Jesús elige perdonar a quienes le están causando daño. «La oración perseverante da fruto y atraviesa incluso las tinieblas de la muerte…»
Compasión y la solidaridad hacia los demás
El Papa también destaca la importancia de la compasión y la solidaridad hacia los demás, especialmente hacia aquellos que sufren. «Jesús, enciende en mí el deseo de estar contigo, de adorarte y consolarte. Y haz que yo, en tu nombre, sea consuelo para los demás.»
Jesús encuentra consuelo en la mirada compasiva de su madre María y en el gesto valiente de Verónica, quien se abre paso entre la multitud para brindarle consuelo. «Se arriesga por amor, encuentra la manera de pasar entre los soldados sólo para brindarte el consuelo de una caricia en el rostro.» Nosotros también somos llamados a consolar a Jesús en los demás, especialmente en aquellos que están marginados y sufren tal y como nos ha recordado el Papa.
El valor del sufrimiento redentor
Asimismo, el viacrucis del Papa nos invita a reflexionar sobre el valor del sufrimiento redentor. «Recuérdame que las caídas se pueden convertir en momentos cruciales del camino, porque me llevan a comprender que lo único que importa es que Te necesito.» A través de la crucifixión, Jesús transforma el dolor y el sufrimiento en un acto de amor redentor que nos ofrece la salvación. Nos recuerda que el sufrimiento unido al amor de Dios puede dar frutos de esperanza y vida nueva. «Jesús, tu silencio es fecundo: es oración, es mansedumbre, es perdón, es la vía para redimir el mal, para convertir tus sufrimientos en un don que nos ofreces.»
«Jesús, caíste muchas veces bajo el peso de la cruz para estar a mi lado cuando yo caigo. Contigo la esperanza nunca se acaba, y después de cada caída nos volvemos a levantar, porque cuando me equivoco no te cansas de mí, sino que te acercas más a mí.»
Será verdaderamente Pascua
Finalmente, el Papa nos anima a perseverar en la oración y en la entrega total a Dios, siguiendo el ejemplo de José de Arimatea, quien muestra valentía y persistencia al ofrecer su sepulcro para el cuerpo de Jesús.
«María, nosotros somos pobres de ‘síes’, pero ricos del ‘si’: si yo hubiera tenido mejores padres, si me hubieran comprendido y amado más, si mi carrera hubiera ido mejor, si no hubiera tenido aquel problema, si tan sólo no sufriera más, si Dios me escuchara… Preguntándonos siempre el porqué de las cosas, nos cuesta vivir el presente con amor. Tú tendrías tantos ‘si’ que decirle a Dios, en cambio, sigues diciendo ‘sí’, se cumpla en mí.»
Por último, el papa Francisco nos impulsa a dar algo nuevo a Jesús en esta Pascua, ya sea nuestro tiempo, nuestro amor o nuestras propias limitaciones y debilidades.
«Será verdaderamente Pascua si doy algo de lo mío a Aquel que dio la vida por mí; porque es dando como se recibe; y porque la vida se encuentra cuando se pierde y se posee cuando se da.»
«¡Gracias! Gracias, Señor mío y Dios mío.»