Los días litúrgicos festivos (los domingos y otras fiestas), después de la homilía y en posición de pie, se reza el Credo. Hay dos opciones: El Credo largo (símbolo niceo-constantinopolitano) o el Credo corto (símbolo de los apóstoles). Es deseable que el sacerdote celebrante lo rece con voz clara que se oiga por los altavoces. A veces no es así. Es deseable también modular la propia voz a la voz del ministro celebrante. El Credo es expresión de nuestra fe cristiana católica. Es símbolo de la unidad y de la universalidad de la Iglesia.
A continuación, y sin sentarse, tiene lugar la denominada Oración de los fieles. Son plegarias escritas de carácter diocesano. El sacerdote o un laico/a las va leyendo en voz alta. Hay distintas respuestas del pueblo congregado. El sacerdote indica cuál. Las más comunes son Te rogamos, óyenos y Te lo pedimos, Señor. Acto seguido en posición sentados tiene lugar la presentación de las ofrendas: las hostias de pan ácimo y el cáliz con el vino a consagrar diluido en gotas de agua. Hay una oración prevista para el día en concreto a cargo del sacerdote. Si el ministro cumple, hay lavatorio de las manos visible. Es decir, hay lavatorio de los dedos que han de consagrar la Eucaristía de Nuestro Señor Jesucristo.
La plegaria eucarística se inicia con el Dominus vobiscum (el Señor esté con vosotros), el Prefacio del día concreto que lee el sacerdote y el Santo, Santo Santo, que proclamamos todos o cantamos. Cantarlo a veces cuesta pues es un canto por lo libre estilo colegio de monjas. En estos casos se produce una adecuación del texto litúrgico a la expresión oral cantada. ¡Con lo fácil que era rezar o cantar el Sanctus, Sanctus, Sanctus Dominus Deus sabaoth. Pleni sunt caeli et terra gloria tua. Hosanna in excelsis. Benedictus qui venit in nomine Domini. Hosanna in excelsis!
A continuación, la Plegaria Eucarística o Canon correspondiente para el día en cuestión. Inicialmente eran 4 distintas. Luego fueron 8 distintas. La más corta y la más usual es la número 2. La más larga y la más bonita sigue siendo la número 1. Está concretado qué Canon toca cada uno de los 365 días. Cuando era niño al inicio de la Plegaria Eucarística todo el pueblo arrodillado hasta el Amen previo al Padre Nuestro. Con la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II el arrodillamiento obligatorio quedó reducido al momento de la Consagración. ¡Desde que el sacerdote descubre el copón y el cáliz imponiendo sus manos, hasta que proclama Éste es el Misterio de la fe o bien Éste es el sacramento de nuestra fe!
Para no herir sensibilidades en los modos y gestos, se precisó que la obligación de arrodillarse no obligaba en caso de imposibilidad física personal o ambiental (estrechez de lugar sin ocupar banco). Esta imposibilidad era tal que yo tenía que cerrar los ojos para no ver traseros y espaldas en mi parroquia de entonces. Hay que suponer lo mejor: todos los feligreses tenían imposibilidad de arrodillamiento. ¡Con reclinatorios en todos los bancos! Esta imposibilidad es tal que desde hace años en muchos templos no hay reclinatorios físicos de madera. En Montserrat solo en los primeros bancos. En Santa María del Mar solo en el primero.
En estos dos templos me siento como un bicho raro si me arrodillo. Tiendo a pasar completamente de mi entorno de templo. Trato de arrodillarme cuando toca prescindiendo del entorno. En templos así asisto a misa si no hay más remedio. Mi parroquia en la ciudad de Barcelona durante 28 años (San Isidoro o Sant Isidor) ya no existe. La Archidiócesis sacrificó recientemente algunas parroquias por falta de quórum. Ésta en concreto ahora es una dependencia propiedad del Hospital Clínico Provincial de Barcelona. Hace no mucho era el lugar de vacunaciones Clínic del Covid-19.