En el mes de noviembre se ha estrenado en toda España una nueva película de Juan Manuel Cotelo: El mayor regalo. Es más que probable que para el gran público este hecho haya pasado completamente desapercibido porque, más allá de algunos breves espacios en televisión y varias reseñas en periódicos y en blogs, este tipo de historias no suelen tener el eco del cine comercial.
Sin embargo, estamos ante un auténtico acontecimiento, ante un suceso único, en tres sentidos. En primer lugar, a pesar del tema tratado y del enfoque que le da su Director, las salas en las que se proyecta se están llenando; en segundo lugar, quienes han tenido la oportunidad de verla no quedan indiferentes e, incluso, repiten en sucesivos pases, lo cual no deja de ser sorprendente teniendo en cuenta que se trata de una película; finalmente, su mensaje es rompedor y va contracorriente: la ley del talión queda derogada por la ley del perdón.
El mayor tesoro cuenta, en el marco de una trama sin guión predefinido, diferentes historias de perdón y reconciliación en contextos y ante situaciones en las que, por la gravedad de los hechos o por cómo estas marcan a quienes las protagonizan, lo “corriente”, en el sentido de conforme con la norma, con la tónica habitual, sería precisamente lo contrario: dejarse llevar por el odio y la sed de venganza en el caso de los afectados o continuar en la senda del rencor y de la violencia en el caso de los causantes del daño.
Los protagonistas de las diferentes historias comparten un triple nexo común: la valentía de salirse del guión establecido y, contra todo pronóstico, dar el paso de pedir perdón a sus víctimas o de perdonar a sus agresores; la docilidad, en uno y otro caso, de abrir su corazón a un Amor más grande que el rencor y dejarse inundar por Él; como consecuencia de una y otra, el inicio en ellos de una nueva vida, una vida con sentido en un mundo carente de él, libre de las garras que genera el odio retroalimentado social o personalmente, una vida vivida desde el amor a uno mismo y a los demás, olvidando el pasado y mirando hacia el futuro.
En una sociedad en las que muchas relaciones se mueven por el odio, el mensaje del perdón es más necesario que nunca. Las deudas se pagan, pero las ofensas se perdonan. La reconciliación genera nuevas vidas y cambia la sociedad. Éste es el mensaje final: la vida puede ser maravillosa incluso en las circunstancias más adversas.