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El fantasma del Úlster planea sobre Cataluña

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El fantasma del Úlster planea sobre Cataluña. No en el sentido y dimensión del enfrentamiento armado entre republicanos del IRA y unionistas, pero sí en el sentido de la división en dos comunidades, que en el mejor de los casos se ignoran y en el peor odian, y que una se alegra del dolor que puede sentir la otra. Es el peor síntoma para una sociedad.

La violencia que se produjo en Barcelona no se puede presentar como un hecho independiente del clímax de pasión generado por el independentismo, ni las consecuencias emocionales de la continuas frustraciones que provoca. ¿De qué sirven tantas manifestaciones masivas, concentraciones, pícnics, vías catalanas, carmese heroicas, si al final por primera vez en la historia de la Generalitat el presidente del gobierno ni siquiera se pone al teléfono cuando llama el presidente de la Generalitat? ¿De qué sirve tanta fuerza en la calle? ¿Qué traducción tendrá en escaños el próximo día 10? Porque si no la tiene, la frustración crecerá. Para los más mayores sentirse frustrado es sinónimo de amargarse, para los más jóvenes es un estímulo para pasar a la acción violenta. Es necesario recordar el origen de ETA antes de que esta organización se transformara en una banda de asesinos. En su origen, ETA no fue otra cosa que una escisión de las juventudes del PNV, que creían que una vía insurreccional, que comportara sabotajes y un determinado grado de violencia, era la respuesta. Una vez desatada la violencia y el camino acción-reacción, el monstruo del enfrentamiento armado, del asesinato, lo terminó devorando todo. Y es que cuando unos grupos entienden que tienen que pasar a la acción directa, el camino ya no tiene freno. Los catalanes deben velar por eliminar de su seno todo reclamo a este tipo de acciones.

Por primera vez se han hecho presentes los jóvenes y lo que ha pasado es una advertencia porque ha ejercido un efecto llamada. La dinámica independentista en Cataluña no está evolucionado hacia el modelo escocés o de Quebec, sino hacia el del Úslter. El independentismo se declara pacifista pero justifica la acción violenta de sus radicales y esto da alas, y él mismo practica la violencia del corte de carreteras o de intentar impedir el tráfico de trenes.

En toda esta experiencia pasada, una institución ha quedado muy dañada, la policía de Cataluña. Una vez más los catalanes están demostrando que no tienen capacidad para sostener a lo largo del tiempo sus propias instituciones porque sus conflictos lo envenenan todo. La otra gran característica es que como escribe hoy Francesc-Marc Álvaro en La Vanguardia, el independentismo se ha convertido en un pollo sin cabeza, que se mueve a impulsos, y que políticamente es más débil que nunca.

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