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El dominio de las ideologías

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Uno de los aspectos más característicos de las últimas décadas está siendo, sin lugar a duda, el dominio que distintas ideologías están ejerciendo sobre las sociedades y, en definitiva, sobre las personas. Se trata de una influencia real en nuestros hogares que, aunque no es nueva, en los últimos años ha cobrado fuerza y protagonismo inusitados; por eso me refiero a dominio, más que a mera presencia o influencia indirecta.

Leyendo hace unos días a Gonzalo Fernández de la Mora, me sorprendieron la actualidad de las reflexiones que ofrecía sobre las ideologías. Me interesa recoger algunas de las características que señala el filósofo y diplomático español en torno a las ideologías, filósofo de enorme interés, tan postergado y desconocido actualmente en nuestro país como tantos otros.

En primer lugar, Fernández de la Mora indica con acierto que una ideología es un conocimiento práctico, no teórico; esto significa que lleva siempre a la acción y a la movilización. “Una ideología conduce siempre a la ejecución de actos, a la adopción de decisiones, a la determinación de conductas”.

Además, señala que las normas de cualquier ideología nunca se piensan para el individuo aislado, sino para el hombre en sociedad, porque van “dirigidas a la ordenación de la convivencia terrena. Son pretensiones de fundamentar la cosa pública, y necesariamente desembocan en un programa de gobierno, en una estructura de sociedad”.

No olvidemos que vivimos en la época de la opinión, lo que cuenta es ante todo la opinión de las personas, y se olvida siempre que la opinión es el grado más bajo de la verdad

La ideología urge siempre a la puesta en práctica, por lo que el nivel de reflexión seria que ofrece es siempre mínimo. Nunca pretende hacer pensar y reflexionar a las personas, sino más bien dirigir su pensamiento y anular su reflexión. Sencillamente, la ideología no trata de formar la conciencia de la persona, sino de movilizarla en una dirección. No olvidemos que vivimos en la época de la opinión, lo que cuenta es ante todo la opinión de las personas, y se olvida siempre que la opinión es el grado más bajo de la verdad.

No decimos que la ideología carezca totalmente de ideas, no es eso: una ideología contiene ideas, naturalmente que sí, puesto que, básicamente, es un sistema de pensamientos más o menos elaborados. Ahora bien, son siempre ideas muy genéricas, muy primarias y elementales. Con acierto señala Fernández de la Mora que “las ideologías son siempre fáciles, simples y publicistas”; por eso su extensión e implantación suelen ser rápidas.

Hay que tener en cuenta que la ideología nunca tiene un desarrollo amplio, lento y estructurado, como corresponde a todo conocimiento humano científico. Las ideologías nacen y se extienden con sus contenidos claves perfectamente desarrollados, y son siempre muy generales y extremos. Tal vez por eso, las ideologías adquieren pronto “el carácter de creencias”, de manera que es siempre muy complicado escapar a la telaraña de una ideología dominante, porque la ideología no se presta a la reflexión, y nunca tolera la opinión contraria.

Por eso no es exagerado decir que las ideologías no son debatidas, ni razonadas, son afirmadas y, sobre todo, vividas e impuestas

Dentro de un mundo donde la opinión lo es todo, se da la paradoja de la imposibilidad más absoluta de opinar de manera contraria a la ideología impuesta, hasta el punto de que no es raro que esa imposibilidad se asegure y garantice mediante la oportuna ley que establezca legalmente cómo debemos actuar, hablar y hasta pensar en todo lo relacionado con el tema en cuestión. Y esta absoluta falta de libertad se da en una época donde la libertad es seguramente la palabra talismán más representativa de la sociedad actual. Por eso no es exagerado decir que las ideologías no son debatidas, ni razonadas, son afirmadas y, sobre todo, vividas e impuestas.

Las ideologías contienen ideas, lo hemos afirmado antes, pero son ideas primarias que refieren siempre a ideales últimos. Esto significa que todas las ideologías tienen perfectamente definido su objetivo, porque siempre saben muy bien a dónde quieren ir a parar. Nunca se pierden en aspectos secundarios, van siempre encaminadas a la consecución de su fin.

Ofrezco estas líneas como reflexión para que el quiera leerlas. Estoy seguro que si el amable lector ha llegado hasta el final de esta breve columna, será muy capaz de sacar sus propias conclusiones sin mayores añadidos.

Sirvan también estas líneas como sencillísima reivindicación de uno más de tantos interesantes y fecundos filósofos que ha tenido España a lo largo del siglo pasado. Y es que sí, en la España del siglo XX había filosofía más allá de Ortega.

  1. Fernández de la Mora. El crepúsculo de las ideologías. RIALP. Madrid 1965.
  2. López Quintás. Filosofía española contemporánea. BAC. Madrid 1970.
Todas las ideologías tienen perfectamente definido su objetivo, porque siempre saben muy bien a dónde quieren ir a parar Share on X

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