La posible expansión en el continente africano de la Covid-19 y sus consecuencias, como nuevos conflictos internos u oleadas migratorias, han preocupado mucho.
Bill Gates, presidente de una fundación volcada en la actual epidemia, llegó a advertir que la enfermedad podría causar unos 10 millones de muertes debido a las pésimas condiciones sanitarias de los suburbios urbanos y la falta de estructuras sanitarias.
Sin embargo, más de tres meses después de la primera infección confirmada en un país africano (Egipto, el 14 de febrero), todo parece relativamente tranquilo en África.
A finales de abril se han registrado oficialmente 32.000 casos de Covid-19 en el continente africano, que suponen tan sólo el 1% de los infectados a escala mundial. En cuanto a los muertos, en África ha habido 1.400, siempre según las cifras oficiales, que equivalen al 0,65% del total.
Teniendo en cuenta que las capacidades de realizar tests de la enfermedad son muy inferiores a las de los países desarrollados, se podría considerar que estos datos no reflejan la realidad. Pero de hecho, muchos médicos no lo ven exactamente así. «Si las infecciones fueran dramáticamente superiores a las declaradas, veríamos los hospitales [africanos] colapsados, y no es el caso», afirma un médico, antes de matizar que esto «podría llegar a pasar».
Kennedy Odede, experto citado por el Financial Times, afirma que no se tiene constancia de brotes importantes o descontrolados del virus en ningún punto de África. Murithi Mutiga, analista basado en Nairobi (Kenia), dice que «la gente empieza a respirar un poco más tranquila», antes de añadir que «todavía es demasiado pronto para poder decir que hemos evitado la crisis».
Se citan varias razones por las que África podría desenvolverse mejor que los otros continentes. La primera es la media de edad de la población africana, la más joven del planeta con tan sólo 19,4 años (en Europa es más del doble, 40 años). Esto hace que una proporción mucho mayor de los casos se dé en personas jóvenes, que como se ha visto superan la enfermedad prácticamente siempre sin complicaciones.
La segunda razón son las condiciones climáticas de calor, que según numerosos expertos dificultan la propagación del virus. Teniendo en cuenta que el clima medio de África es particularmente cálido, sobre todo comparado con los inviernos de la China interior, Europa o el norte de los Estados Unidos, principales focos de la epidemia, la idea parece tener mucho sentido. Sin embargo, parece que hay un consenso bastante general en apuntar que el calor, por sí solo, no puede detener la epidemia.
Un tercer motivo de una epidemia muy reducida en África es la exposición de sus habitantes a otras enfermedades como la tuberculosis. Según el profesor de medicina Trudie Lang de la Universidad de Oxford, es posible que las personas afectadas por esta enfermedad hayan desarrollado una cierta resistencia al nuevo coronavirus. Otros apuntan a la prevalencia entre los africanos de vacunas BCG contra la tuberculosis como un factor importante para vencer el Covid-19.
De todas formas, todavía es demasiado pronto para extraer conclusiones del coronavirus en el continente africano. Como afirma John Nkengasong, director de los Centros de África para el control y prevención de enfermedades, no se tienen pruebas de que ninguno de estos factores «africanos» esté teniendo un impacto decisivo para detener la enfermedad. Una posibilidad que Nkengasong evoca es que el continente esté simplemente acumulando retraso en la evolución de la curva de casos.
Una buena noticia en cualquier caso es que los gobiernos africanos han reaccionado muy rápidamente ante la evolución de la enfermedad en todo el mundo, y han tomado medidas de prevención como controles en los aeropuertos antes que otros países más desarrollados.
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