Ilustro esta entrega, y las que seguirán, con una estampa en lenguaje actual. Ya les he hablado de esta oración. Es el final del punto [234] dentro de la contemplación para alcanzar amor, puntos [230] a [237]. Esta contemplación forma parte de la cuarta semana o tiempo de los ejercicios espirituales. Sin seguir yo un esquema preconcebido, iré soltando reflexiones vividas acerca de los ejercicios espirituales que nos legó el peregrino Íñigo, San Ignacio de Loyola, hará muy pronto 500 años. La oración exacta reza así: Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi posseer; Vos me lo disteis, a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta.
Al final de cada entrega reflejaré el link del libro en su formato internáutico. Las 20 anotaciones previas son unas consideraciones para ayudar al director de los ejercicios y al ejercitante. Se habla de ellas en cada tanda. Pero se habla muy rápido sin tiempo a reparar en ellas con profundidad. Y claro: se habla más de las que conciernen al ejercitante y no tanto de las que conciernen al director de los ejercicios. Tienen Vds. el libro y lo tienen a mano. La segunda es capital. Va dirigida a quién da a otro los ejercicios. Quien los dirige ¿discurre solo por los puntos con breve o sumaria declaración? La tendencia es la de enrollarse santamente como una persiana. Esta actitud, vivida por mí en varias ocasiones, provoca santa somnolencia de ejercitante. ¡Y no solo en mí! Por tanto, ocasiona quedarse a dos velas de lo notificado, porque no el mucho saber harta y satisface el ánima, más el sentir y gustar de las cosas internamente.
La cuarta anotación es la que establece la duración en cuatro semanas, o tiempos de más o menos siete días, y la duración total en más o menos treinta días. Las tandas actuales tienen una duración como mucho de ocho días. Es inviable en la práctica destinar más tiempo. Fue el padre Francesc de Paula Vallet i Arnau quién promulgó la experiencia para los laicos sintetizándola en 5 días en completo retiro. Eran tandas con asistencias notables. Personalmente las he vivido de 5 días sin apenas quórum. He gozado pues de tiempo para departir con el guía de ejercicios. Y a pesar de ello he confundido los términos muchas veces. En vez de salir yo al encuentro del director de la tanda, he esperado a que éste venga a mí. Salir a su encuentro no es romper mi silencio. Éste ha sido mi error. Error que en tanda más concurrida se traduce en ausencia de coloquios con el guía o director acerca de las dificultades que uno experimenta.
Si el director discurre brevemente por los puntos, la relación de tiempo entre lo manifestado por él y lo meditado o contemplado por mí es inversamente proporcional. No puede, no debe ser a la inversa: charla de una hora o más y luego media hora para meditar, contemplar y tomar notas. Esta inversión es un error muy extendido. Error nimio en comparación con la ignorancia supina generalizada en la materia. Hasta la fecha en absolutamente ninguna misa he escuchado algo de los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola. Sin necesidad pastoral homilética de recomendar asistencia a ejercicios espirituales, perfectamente se puede citar en la homilía algún punto concreto de las contemplaciones y las meditaciones, al igual que se hace con santos y santas, beatos y beatas. Suscitar un interés es lo que se omite. Por ejemplo, esta oración de San Ignacio en los ejercicios espirituales podría formar parte de una homilía. ¡Sería un modo de despertar el interés en algún feligrés! Se olvida demasiado que el padre Vallet en persona lo suscitaba en sus viajes apostólicos a lo largo y ancho de Cataluña en la década de los años 20 del siglo XX. Aprovecho hoy Solemnidad de Cristo Rey, cierre del año litúrgico, para hablar del tema.