Opinamos que es positivo conjugar las siguientes dos definiciones: «Educación es la actividad de cada generación para transmitir a la siguiente la cultura que ella posee” Y «Educación es el desarrollo intencional de las facultades del hombre hacia su perfección o ideal”
En ambas, la intención es preparar a la persona para vivir lo más fecundamente posible, lo cual equivale a que se sienta realizada y en paz consigo y con la sociedad (con-vivencia). ¿Es ambiciosa la pretensión?
Pero esto es lo que pensamos para nuestros hijos al decir: deben estar preparados para la vida. ¿Sabremos hacerlo? ¡Claro que sí! Contamos con la intencionalidad, amor a nuestros hijos y algunas ayudas externas, como publicaciones y escuelas de padres, cuyo objetivo es mejorar la capacidad educativa de la familia. Puestos en ello, vamos a las reglas prácticas: ¿Qué educa y cómo? Contemplaremos tres condiciones.
Vínculos afectivos familiares. Educa toda acción dirigida a influir en el ánimo del niño o adolescente dejando huella. y nada la dejará tan profunda como los vínculos afectivos familiares (primera condición).
Los lazos afectivos son, quizá, el mecanismo más poderoso del ser humano para actuar y el que más ayuda a superar situaciones difíciles. En la familia se va tejiendo la red de lazos afectivos al cuidar la relación de cariño, confianza, diálogo, respeto, comprensión y el ejemplo.
¿Que cómo se fortalece esta red? Escuchando lo que piensan y sienten los chicos (siempre dispuestos a oírlos). Demostrándoles nuestra comprensión les entendemos y, además, les comunicamos apoyo en los momentos de dificultad. Escuchar a los hijos es el tiempo más rentable que se conoce. Igualmente, hay que expresarles nuestros sentimientos; demuéstrales -con palabras y obras- tu cariño, porque el amor que no se expresa, se apaga.
La familia tiene el papel clave de la sociedad: es escuela insustituible de costumbres y de adquisición de valores. Hay refranes que dan que pensar: «Lo que en la niñez se aprende, nunca se desaprende» (segunda condición).
Está cada vez más claro: madres, padres, haced que vuestros hijos salten a la vida lo mejor formados que podáis, lo cual lleva a potenciar en vuestros hijos la «autonomía», que es la «condición de la persona de pensar y actuar por sí mismo”. Autonomía y criterio propio que irán adquiriendo si no le damos hecho lo que puedan hacer ellos; si les enseñamos a pensar, dándoles la oportunidad de que tomen decisiones, de que asuman las consecuencias de sus actos, si elogiamos sus conductas positivas, y si les permitimos que realicen esto o aquello por sí mismos y le decimos al final: ¡Bien por ti!
En un próximo artículo trataremos la tercera condición.
Los lazos afectivos son, quizá, el mecanismo más poderoso del ser humano para actuar y el que más ayuda a superar situaciones difíciles Share on X