La mala educación campa a sus anchas. Y por si fuera poco, ¿cómo es posible que sea demonizada la persona educada? ¡Señal de que el mundo va al revés! Por ahí vamos mal, amigo… ¿No ves que si seguimos por este camino cogeremos un mareo epopéyico? Las auténticas epopeyas –recuerda, esas que no engorran aún más- las viven y dirigen los grandes: hombres y mujeres. Esos seres únicos e irrepetibles que saben que la vida es dar, y no solo tu ñoña epopeya del chupar del bote ni ser por él amamantado, como haces tú a imitación de los reyezuelos de plástico reciclado.
¿Sabes qué podemos hacer para promover la buena educación? ¡Ama! Es el presente, el imperativo de la palabra amar, que es morir a ti mismo. ¡Así que ama, amigo! ¿O estarás dándotelas de amiguete de taberna? Una persona que ama es aquella que llamamos “amante”: eso es, un sustantivo determinante y en plena eclosión. ¡No te metas en la boca esa palabreja como aquello que los italianos llaman “parolaccia”! ¡Vívela, y te revivirá el alma! Te diré que no es porque sí. Es porque es un arma de doble filo: corta por los dos lados: al cortar, extirpa lo malo y deja lucir lo bueno, el gran manjar que desean los reyes y los poderosos, y pocos dan con él.
¡Pero tú, no! ¡Tú, de taberna! Tragando reses cebadas gordas que expulsan humaredas mil cuando las tienes en el plato, pero que cuando los introduces por tu canal esofágico te despiertan las memorias con que te tragas tus mentiras. Mamando de la puta vida chupito tras chupito, para destrozarte a ti el entero aparato digestivo, subiendo para arriba hasta la mente que dormita descabalada y te inflama las venas a la espera de tragar de nuevo. Así acabamos todos mal. Todo tu cuerpo, pues, yace placentero y narcotizado en manos del vecino camello, como si a eso se redujera tu vida: tragar, tragar y tragar, beber, beber y beber, sin fijarte en la etiqueta que en cumplimiento de las leyes de los “expertos” dice: “puro, purísssimo plástico reciclado”.
Así las cosas, ¿te extrañas de la buena nueva que nos trae el inicio del año del cual esa calaña de gentuza propaga cantos de sirena artificiales como para que la buena educación ofenda? ¿No ves que los que no son como tú (esos a quienes tú escupes) sobresalen indefectiblemente rebosando espumeantes a chorros de la copichuela de más que te remiras de reojo, y así te encabritan? ¿No ves que eres tu quien tiene el cuerpo (y el alma) adormecidos y borrachos de (perdóname que insista) la puta vida? ¿Por qué no pruebas a morir como aquel a quien tú envidias (eso es, con titánico esfuerzo), y sabrás lo que es vivir?
¡Despierta, hermano! ¡Alza el vuelo! Deja atrás tus revoloteos gallináceos terrícolas y despliega las alas y bátelas con fuerza, que el cielo azul te espera con un amanecer dorado que ni te esperas, porque por más que te cuente, el volar al alba es siempre nuevo, y con él renaces cada día. Volando arriba olvidas que los años pasan, porque con el batir, lozanas, tus alas despliegan manjares que ni los reyes imaginan, pues son sabor de cielo, y el cielo solo se goza al vivir aquello de lo que en su gran mayoría reniegan: amar desconcertados.
¡Despierta, hermano! ¡Alza el vuelo! Deja atrás tus revoloteos gallináceos terrícolas y despliega las alas y bátelas con fuerza, que el cielo azul te espera Share on X