Si existe un tema en que la hipocresía de nuestra sociedad es más evidente, es éste. Se llenan la boca reclamando derechos y facilidades para aquellas personas que sufren de algún problema grave de salud física o mental, pero al mismo tiempo intentan por todos los medios que no lleguen a nacer. De este modo, en algunos países ya no existen personas con Síndrome de Down. Pero por si eso fuera poco, ahora están intentando eliminar también a aquellos que hayan conseguido venir al mundo.
En Bélgica han aprobado la eutanasia infantil para aquellos niños con problemas que hayan podido escapar de algún modo al cribado prenatal. Esto se añade a la eutanasia generalizada, que cada año suma más víctimas. Se empezó con los enfermos terminales con sufrimientos insoportables y que lo hubieran solicitado para incluir rápidamente a los pacientes con demencia, a los que no pueden comunicarse y, finalmente, a criterio de los parientes o los médicos.
Se trata de eliminar a todo aquel que no alcance unos estándares determinados o cuyo tratamiento resulte demasiado gravoso y complicado. En esto no nos diferenciamos nada de los nazis, que inventaron la eugenesia. Pero al menos ellos no pretendían estar defendiendo al mismo colectivo que querían erradicar. Lo que diferencia a los hombres de otros animales es precisamente su voluntad de cuidar de los enfermos y los ancianos sin pedir nada a cambio.
El aborto y la eutanasia nos privan de lo que nos define como seres humanos, aún sin utilizar argumentos religiosos sino humanitarios. Si además somos creyentes, no hay excusa alguna que justifique semejante comportamiento.
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