Sí, el nuevo texto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Dignitas infinita, es todo un programa político en el mejor sentido del término: la procuración del bien común.
Unos han respirado tranquilizados al leerla, a otros les ha parecido excesivamente breve y sencilla; se esperaba más y mejor, los de más allá consideran que faltan cuestiones importantes, y los incondicionales de Francisco la consideran estupenda, aunque alguno haya torcido el gesto ante algunas de las condenas.
En cualquier caso, nos encontramos ante un texto que recoge en términos concretos una radiografía de nuestro tiempo, de todo el mundo, pero de una manera especial de las derivas de la sociedad Occidental, y deja bien claro cómo se está vulnerando la dignidad de la persona, no solo con comportamientos, sino con leyes y políticas públicas, lo cual todavía resulta más grave.
Hemos de asumir el documento como un programa político para la defensa y promoción de la dignidad humana. Y, además, muy oportuno, porque se hace público un día antes que el Parlamento Europeo haya respaldado la inclusión del aborto en la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, instando así a la UE a garantizar y proteger este supuesto derecho.
Es un proyecto político, porque la principal forma de afrontar todas las quiebras que señala es de este rango, es mediante la acción política y legislativa. También cultural, de concepto, pero que resultaría un cuchillo sin filo si esta última no va acompañada de la primera.
Constatémoslo:
En el apartado cuarto a partir del número 32 y hasta el 62 identifican el mogollón concreto del programa cuando trata de “Algunas violaciones graves de la dignidad humana”
El drama de la pobreza (36). Se sigue produciendo “el escándalo de las disparidades hirientes”» (Benedicto XVI). Si algunos nacen en un país o en una familia donde tienen menos oportunidades de desarrollo, hay que reconocer que eso está reñido con su dignidad, que es exactamente la misma que la de quienes nacen en una familia o en un país ricos. Todos somos responsables, aunque en diversos grados, de esta flagrante desigualdad.
La guerra (38) Tragedia que niega la dignidad humana es la que provoca la guerra, hoy como en todos los tiempos: «guerras, atentados, persecuciones por motivos raciales o religiosos, y tantas afrentas contra la dignidad humana […] Van “multiplicándose dolorosamente en muchas regiones del mundo, hasta asumir las formas de la que podría llamar una ‘tercera guerra mundial en etapas’”». Esto es aún más grave en nuestra época, en la que se ha convertido en normal que, fuera del campo de batalla, mueran tantos civiles inocentes. Hoy la Iglesia no puede dejar de hacer suyas las palabras de los Pontífices, repitiendo con san Pablo VI: «¡Nunca jamás guerra! ¡Nunca jamás guerra!», y pidiendo, junto a san Juan Pablo II, «a todos en nombre de Dios y en nombre del hombre: ¡no matéis! ¡No preparéis a los hombres destrucciones y exterminio! ¡Pensad en vuestros hermanos que sufren hambre y miseria! ¡Respetad la dignidad y la libertad de cada uno!».
El trabajo de los emigrantes (40) Los emigrantes están entre las primeras víctimas de las múltiples formas de pobreza. No es solo que su dignidad viene negada en sus países, sino que su misma vida es puesta en riesgo porque no tienen los medios para crear una familia, para trabajar o para alimentarse. Una vez llegados a los países que deberían poder recibirlos, «no son considerados suficientemente dignos para participar en la vida social como cualquier otro, y se olvida que tienen la misma dignidad intrínseca de cualquier persona.
La trata de personas. (41) El Papa Francisco lo ha denunciado en términos particularmente enérgicos: «reafirmo que la “trata de personas” es una actividad innoble, una vergüenza para nuestras sociedades que se consideran civilizadas. ¡Explotadores y clientes a todos los niveles deberían hacer un serio examen de conciencia ante sí mismos y ante Dios! La Iglesia y la humanidad no deben abandonar la lucha contra fenómenos como el «comercio de órganos y tejidos humanos, explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo, incluyendo la prostitución, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen internacional organizado.
Los abusos sexuales (43) Todo abuso sexual deja profundas cicatrices en el corazón de quienes lo sufren: éstos están, de hecho, heridos en su dignidad humana. Se trata de «sufrimientos que pueden llegar a durar toda la vida y a los que ningún arrepentimiento puede poner remedio. Este fenómeno está muy difundido en la sociedad, afecta también a la Iglesia y representa un serio obstáculo para su misión». De ahí su inquebrantable compromiso de poner fin a cualquier tipo de abuso, empezando desde dentro.
Las violencias contra las mujeres (44). El Papa Francisco subraya este hecho cuando afirma que «la organización de las sociedades en todo el mundo todavía está lejos de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones. Se afirma algo con las palabras, pero las decisiones y la realidad gritan otro mensaje. Es un hecho que “doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia, porque frecuentemente se encuentran con menores posibilidades de defender sus derechos”». En nombre del respeto de la persona no podemos además no denunciar la difundida cultura hedonística y comercial que promueve la explotación sistemática de la sexualidad, induciendo a chicas incluso de muy joven edad a caer en los ambientes de la corrupción y hacer un uso mercenario de su cuerpo». Entre las formas de violencia ejercidas contera las mujeres, ¿cómo no mencionar la coacción al aborto, que afecta tanto a la madre como al hijo, tan a menudo para satisfacer el egoísmo de los varones? ¿Y cómo no mencionar también la práctica de la poligamia que – como recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica – es contraria a la igual dignidad de mujeres y varones y también es contraria a «al amor conyugal que es único y exclusivo»? Quiero (Francisco) invitarlos a luchar contra una plaga que afecta a nuestro continente americano: los numerosos casos de feminicidio.
El aborto (47) La Iglesia no cesa de recordar que «la dignidad de todo ser humano tiene un carácter intrínseco y vale desde el momento de su concepción hasta su muerte natural. Precisamente la afirmación de tal dignidad es el presupuesto irrenunciable para la tutela de una existencia personal y social, y también la condición necesaria para que la fraternidad y la amistad social puedan realizarse en todos los pueblos de la tierra». Sobre la base de este valor intangible de la vida humana, el magisterio eclesial se ha siempre pronunciado contra el aborto, “Toda violación de la dignidad personal del ser humano grita venganza delante de Dios y se configura como ofensa al Creador del hombre”». Merece mencionarse aquí el compromiso generoso y valiente de santa Teresa de Calcuta en defensa de todo concebido.
La maternidad subrogada (48). La Iglesia, también, se posiciona en contra de la práctica de la maternidad subrogada, mediante la cual el niño, inmensamente digno, se convierte en un mero objeto. El niño tiene derecho, en virtud de su dignidad inalienable, a tener un origen plenamente humano y no inducido artificialmente, y a recibir el don de una vida que manifieste, al mismo tiempo, la dignidad de quien la da y de quien la recibe. La maternidad subrogada viola, al mismo tiempo, la dignidad de la propia mujer que o se ve obligada a ello o decide libremente someterse. Con esta práctica, la mujer se desvincula del hijo que crece en ella y se convierte en un mero medio al servicio del beneficio o del deseo arbitrario de otros.
La eutanasia y el suicidio asistido (51) Hay un caso particular de violación de la dignidad humana, más silencioso pero que está ganando mucho terreno. Tiene la peculiaridad de utilizar un concepto erróneo de la dignidad humana para volverla contra la vida misma. Esta confusión, muy común hoy en día, sale a la luz cuando se habla de eutanasia. Ciertamente, la dignidad del enfermo, en condiciones críticas o terminales, exige que todos realicen los esfuerzos adecuados y necesarios para aliviar su sufrimiento mediante unos cuidados paliativos apropiados y evitando cualquier encarnizamiento terapéutico o intervención desproporcionada. Estos cuidados responden al «constante deber de comprender las necesidades del enfermo: necesidad de asistencia, de alivio del dolor, necesidades emotivas, afectivas y espirituales».[94] Pero tal esfuerzo es totalmente distinto, diferente, incluso contrario a la decisión de eliminar la propia vida o la de los demás bajo el peso del sufrimiento.
El descarte de las personas con discapacidad (53) Nuestro tiempo, por desgracia, no se distingue mucho por esa atención: en verdad, se está imponiendo una cultura del descarte. Para contrarrestar esta tendencia, merece especial atención y solicitud la condición de quienes se encuentran en situación de déficit físico o psíquico. Esta condición de especial vulnerabilidad, precisamente desde un estado de deficiencia o discapacidad. La cuestión de la imperfección humana tiene también claras implicaciones desde el punto de vista sociocultural, ya que, en algunas culturas, las personas con discapacidad sufren a veces marginación, cuando no opresión, al ser tratadas como auténticos “descartados”.
La teoría de género (55) Hay que denunciar como contrario a la dignidad humana que en algunos lugares se encarcele, torture e incluso prive del bien de la vida, a no pocas personas, únicamente por su orientación sexual. Al mismo tiempo, la Iglesia destaca los decisivos elementos críticos presentes en la teoría de género han dado lugar a colonizaciones ideológicas, entre las que ocupa un lugar central la teoría de género, que es extremadamente peligrosa porque borra las diferencias en su pretensión de igualar a todos. La teoría de género es que pretende negar la mayor diferencia posible entre los seres vivos: la diferencia sexual. Esta diferencia constitutiva no sólo es la mayor imaginable, sino también la más bella y la más poderosa: logra, en la pareja varón-mujer, la reciprocidad más admirable y es, por tanto, la fuente de ese milagro que nunca deja de asombrarnos que es la llegada de nuevos seres humanos al mundo. Por lo tanto, debe rechazarse todo intento de ocultar la referencia a la evidente diferencia sexual entre hombres y mujeres: «no podemos separar lo que es masculino y femenino de la obra creada por Dios, que es anterior a todas nuestras decisiones y experiencias, donde hay elementos biológicos que es imposible ignorar
El cambio de sexo (60) La dignidad del cuerpo no puede considerarse inferior a la de la persona como tal. El Catecismo de la Iglesia Católica nos invita expresamente a reconocer que «el cuerpo del hombre participa de la dignidad de la “imagen de Dios”». De ahí que toda operación de cambio de sexo, por regla general, corra el riesgo de atentar contra la dignidad única que la persona ha recibido desde el momento de la concepción. Esto no significa que se excluya la posibilidad que una persona afectada por anomalías genitales, que ya son evidentes al nacer o que se desarrollan posteriormente, pueda optar por recibir asistencia médica con el objetivo de resolver esas anomalías. En este caso, la operación no constituiría un cambio de sexo en el sentido que aquí se entiende.
La violencia digital (61) El avance de las tecnologías digitales, aunque ofrece muchas posibilidades para promover la dignidad humana, tiende cada vez más a crear un mundo en el que crecen la explotación, la exclusión y la violencia, que pueden llegar a atentar contra la dignidad de la persona humana. Desde esta perspectiva, si la tecnología ha de estar al servicio de la dignidad humana y no perjudicarla, y si ha de promover la paz en lugar de la violencia, la comunidad humana debe ser proactiva a la hora de abordar estas tendencias respetando la dignidad humana y promover el bien.
Lo dicho, todo un programa político, porque junto con las denuncias proféticas que señala, se encuentran las condiciones de lo que debe ser: Crítica, modificación y derogación, proyecto y propuesta. Esto debe formar parte de la acción social cristiana.
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Unos han respirado tranquilizados al leerla, a otros les ha parecido excesivamente breve y sencilla; se esperaba más y mejor, los de más allá consideran que faltan cuestiones importantes, y los incondicionales de Francisco la… Share on X
2 Comentarios. Dejar nuevo
«El drama de la pobreza»
Leí hace poco en una entrevista a Pedro Miguel Etxenique lo siguiente:
En el año 1800, el 90% de la población mundial vivía en la extrema pobreza.
En el año 1980, de 4.500 millones de habitantes del mundo, unos 1.900 millones vivían en la extrema pobreza.
Actualmente, el mundo tiene unos 8.000 millones de habitantes, de los cuales unos 700 a 800 millones vive en la extrema pobreza.
No cabe duda; la innovación está acabando con la extrema pobreza en el mundo donde casi cualquier persona tiene una calidad de vida inimaginable en otros tiempos.
También supe que en el año pasado el mundo produjo suficientes alimentos para alimentar a toda la población del mundo y, de hecho, en India ahora tienen el problema inverso: sobrepeso y obesidad. Lo mismo pasa en mi país.
¡ Basta ya de pobrismo y victimismo !
«El trabajo de los emigrantes»
A mi país ( Chile ) llegaron 1.600.000 migrantes ( principalmente caribeños ), lo que es un 10% aprox. de la población nativa.
Nadie los ha obligado a venir aquí ni tampoco a permanecer aquí si no les gusta el país. Su aporte ha sido más bien negativo para el país con formas de delincuencia que no conocíamos y han provocado una brutal crisis habitacional.
No son ningunas «víctimas» de ninguna clase.
«El descarte de las personas con discapacidad»
Nunca había visto tantas facilidades para personas con discapacidad, como ahora en estos tiempos.
¡¡¡ BASTA YA DE VICTIMISMO !!!
Está muy bien. Ahora, manos a la obra: que en las homilías -y en las catequesis, cursillos, ejercicios espirituales, retiros, etc.-se haga mención y poquito a poco pedagogía de todo este programa político civilizador.