Hay que saber que, en Italia, gracias al gobierno de Giorgia Meloni (tan atacado por el progresismo sanchista que controla opinión pública y medios), se está promoviendo una ley contra la maternidad subrogada (también llamada útero en alquiler), no sólo para el territorio italiano, sino definiéndolo como delito incluso si se hace en el extranjero por ciudadanos italianos. Aquí las razones para ello.
Del prefacio de Marina Casini
La entrevista realizada por la redacción de “Vida diocesana” al profesor Tommaso Scandroglio sobre el tema del útero en alquiler, llega en un momento muy propicio: el pasado 26 de julio, la Cámara de Diputados aprobó en primera lectura el proyecto de ley que define el útero en alquiler (o maternidad subrogada) delito universal y, por lo tanto, prevé el enjuiciamiento del ciudadano italiano que, para eludir la prohibición impuesta por la ley italiana, sale al extranjero repatriándose después del hecho y exigiendo la ratificación del estado de paternidad.
Scandroglio desenmascara con competencia y claridad, datos en mano, los engaños, las mistificaciones, la explotación y la deshumanización que se esconden detrás de las bambalinas de una práctica que se presenta en escena disfrazada de altruismo; – de hecho, quienes la sustentan hablan de «embarazo solidario», «gestación altruista», «gestación para los demás» «gestación sustentadora» -, de civilización (¡la bandera es la de los derechos humanos y la libertad!) y del «amor a la vida». Nada más falso.
Tommaso Scandroglio, apremiado por las preguntas, desmantela pieza a pieza la acumulación de falsedades y sobre todo muestra el rostro monstruoso de esa mentalidad de «yo y lo mío» que – en el origen de la cultura del descarte – termina por tragarse lo más preciado del ser humano y de la humanidad: la acogida del hijo como don, la belleza de la relación madre-hijo durante el embarazo, la riqueza de la complementariedad hombre-mujer orientada a la generación y educación de los hijos (motivo por el cual las modernas cartas sobre los derechos humanos definen a la familia como la «unidad fundamental de la sociedad y del Estado»).
Las respuestas de Scandroglio – puntuales, documentadas, precisas, comprensibles, nunca vacilantes – revelan un cuadro profundamente inquietante: el alquiler del útero es una práctica que altera las relaciones al reducir a mujeres y niños a cosas; una práctica ligada a una deformación organizada y planificada de la maternidad, la paternidad, la filiación, insertada en una lógica productivista, en una cadena de montaje abierta al rechazo y a la exclusión (no es para nada un detalle que el aborto voluntario esté previsto en el contrato cuando el bebé no es bienvenido porque no cumple con las expectativas o porque el embarazo es de gemelos); una práctica de explotación mercantil (donde quienes obtienen el mayor beneficio económico son las clínicas, los intermediarios, los asesores legales) y de violencia psicológica, de supuestos derechos falsos e inexistentes que mutilan y desfiguran los derechos reales; una práctica que ultraja la dimensión del don al caricaturizarlo con un altruismo dulzón.
[…] Una última palabra – y estoy segura de que Scandroglio estaría de acuerdo -: no basta reiterar el “no” al útero en alquiler, es necesario proclamar el “sí” a la igual e inherente dignidad de todo ser humano, por lo tanto, desde el momento en el que el ser humano comienza a existir en ese «big bang» llamado concepción. Ese hijo pequeñísimo es uno de nosotros. Solo este reconocimiento, aceptado por la sociedad, nos protege del abuso, la discriminación, la explotación y el acoso de todo tipo, y solo desde aquí podemos sentar bases sólidas para un nivel superior de civilización y construir cada vez más plena y auténticamente la fraternidad, la paz y los derechos humanos. (¡los de verdad!).Marina Casini
Presidenta del Movimento por la Vida y de la Federación One of Us
Fuente: Vita Diocesana Pinerolese
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Muy bien por el gobierno italiano presidido por Giorgia Meloni promotora de la Ley contra la gestación subrogada, y el parlamento italiano que la ha aprobado, en su lucha contra la reducción a producto mercantil del (o de la) no nacido/a, y contra la explotación mercantil de la mujer gestante. Ciertamente es una ley real y coherentemente feminista (que espero que Podemos, Sumar, y las izquierdas autoproclamadas feministas apoyen y defiendan) puesto que defiende la dignidad de la mujer y de la hija/o no nacidos.
Sin embargo, hay que desenmascarar también la reduccción a productos manipulables y o desechables de cientos de miles (o millones) de embriones humanos, productos sobrantes de las técnicas de reproducción in vitro, en gran parte de los países del mundo. Para ellos/as, no se me ocurre otra posible solución que la gestación subrogada adoptiva, esto es que pudieran ser adoptado/as por las mujeres que quisieran gestarles. La diferencia esencial con la gestación subrogada “estrictu senso” es que en aquel caso sería la misma madre (adoptante) quien gestaría (al embrión humano ya existente) y que lo haría, ciertamente, para bien del hijo/a, sin la cual gestación no podría nacer, crecer y desarrollarse junto a su madre adoptante.