En la vida de los jóvenes hay un periodo -qué corresponde a la adolescencia- en el que las dificultades: educativas, formativas y de comportamiento, se ven alteradas.
Los hijos en ese tiempo se rebelan, y la rebeldía se convierte en algo prioritario a su existencia, y tanto los adolescentes, como los padres/madres y los educadores, deben tener paciencia para afrontar esta realidad que llega, y que además es bueno que llegue en su tiempo, y no posteriormente; cada cosa tiene su momento y su espacio vital en la vida.
Yo, que he sido durante 37 años profesor de secundaria y he dado clase a jóvenes de estas edades.
Yo, que soy padre: dos niños y una niña -dos de los cuales ya hoy son padres-, y que también ellos han tenido que pasar ese periodo de la adolescencia.
Yo, que también he sido adolescente, y desde esa perspectiva también puedo valorar esta época de la vida.
Yo, entiendo totalmente las dificultades evidentes de las dos partes:
- De los padres/madres y educadores.
- Y de los hijos.
Los hijos también sufren las vicisitudes de este tiempo; y ellos también tienen que afrontarlo; y para ellos también es un reto, aunque en ese momento no se den cuenta. Después, ¡quizás 8 o 10 años después! serán conscientes de ese periodo vivido y de los quiebros y requiebros que ha supuesto:
- Con enfrentamientos más o menos violentos con los padres/madres.
- Con ese llevar continuamente la contraria.
- Con ese desajuste emocional.
- Con ese bajón quizás de rendimiento en lo que se refiere al aprendizaje.
- Con ese tener que buscar e indagarlo todo, metiéndose algunas veces en terrenos peligrosos, y más en este tiempo en el que tantas libertades ofrece la vida, y en el que tantos medios tecnológicos -y de todo tipo- tenemos, y que -a veces- si no sabemos usarlos adecuadamente, si no sabemos estar en nuestro sitio, puede que nos lleven a un atolondramiento peligroso que puede llegar a una decadencia que afecte psicológica, emocional y educativamente a sus vidas.
Este periodo, para los padres/madres, es también un periodo en el que tienen que estar muy alerta, no rasgarse las vestiduras por cosas que a lo mejor se pueden resolver con un poquito de paciencia y sentido común, pero tampoco dejar pasarlo todo como si no pasará nada, pues el joven o la joven como he dicho pueden caer:
- En dependencias.
- En estilos de vida extraños.
- En aburguesamientos.
Y todo esto le puede después pasar factura durante toda la vida.
Por lo tanto, alerta a los padres/madres; pero no miedo, el miedo nos lleva en unas ocasiones a la sinrazón y en otras a inmovilizarnos quedándonos -un poco- petrificados, ante:
- Lo que tenemos que ver.
- Lo tenemos que oír.
- y lo que tenemos que sentir.
Pensemos para finalizar, en ese Niño Jesús, que se pierde en plena adolescencia, ocasionando un trastorno -y una preocupación grande- a María y a José.
- Y cuando se encuentran, las dos partes, exponen justificaciones en su actuación. Lógicamente: José y María tienen razón en su búsqueda angustiada y preocupante.
- Y Jesús tiene razón por qué -como Él dice- tiene que ocuparse en las cosas de su Padre.
Ha venido a cumplir una misión y tiene ya que empezar a llevarla a efecto.