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Degeneración democrática.

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¿Quien dijo que el bipartidismo era necesariamente malo? Si algo nos ha enseñado la reciente historia de nuestra débil democracia es que puede llegar a ser uno de los mejores «contrapesos» a los abusos de poder.

Disponer de 2 grandes fuerzas políticas que representan a la mayoría de los votantes, «obligadas» a entenderse y pactar los grandes asuntos del Estado (Sanidad, Educación, Economía, Política Exterior…) ha sido, durante años y visto lo visto, el mal menor que hemos podido tener en España.

Desde la llegada de los «nuevos partidos» y la desfragmentación de las fuerzas parlamentarias, venimos asistiendo a los mayores niveles de degeneración democrática de las últimas décadas.

En primer lugar, con el «puf» de esos nuevos partidos, que no resultaron ser más que otra panda de arribistas, sedientos de poder, a quienes bien por jugar mal sus cartas (Albert Rivera con Ciudadanos) o por abusar de las mismas (Pablo Iglesias con Podemos), el tiempo ha puesto en su lugar.

En segundo lugar, porque no tenemos políticos preparados para el debilitamiento de nuestro sistema y la negociación con el resto de fuerzas minoritarias, en su mayoría, radicales nacionalistas y/o independentistas, a quienes el futuro de España como nación importa poco o nada.

Solo así puede explicarse que fuerzas como Junts, ERC, PNV y/o BIldu mantengan en el poder al mayor trilero que nuestra historía democrática recuerda: Pedro Sánchez. Si, el mismo que ahora se arroga la elaboración de planes para la «regeneración de la Democracia» con la supuesta supremacía intelectual con la que siempre actúan los dictadores de izquierda, como Castro, Chavez o Maduro.

Pedro Sánchez, el gran trilero de la degeneración democrática de España
Pedro Sánchez, el gran trilero de la degeneración democrática de España

Al más puro estilo Venezolano, Sánchez lleva años destrozando el Estado de Derecho: Manipulando la presidencia del Parlamento, nombrando Fiscales Generales a exministros y/o activistas socialistas, tomando decisiones en política exterior sin consultar al Parlamento y, en última instancia, asegurándose la «legitimación» de todos sus actos mediante el control y manipulación del Tribunal Constitucional.

Y claro, tampoco es de extrañar que a los independentistas y nacionalistas que apuntalan en el poder a Pedro Sánchez no le importen estas cuestiones, pues poco les importa a ellos que España degenere a niveles democráticos de república bananera, pues es a lo que ellos mismo hacen en sus territorios y seguirán haciendo gracias a las contrapartidas del actual Gobierno de España.

Sánchez ha demostrado que es capaz de vender a quien sea por un plato de lentejas para mantenerse en el poder, a pesar del teatro con el que, a costa de su mujer y sus, cuando menos, poco ejemplarizantes conductas, nos ha deleitado a todos los españoles en los últimos meses. Lo mismo pacta con radicales de ultraizquierda (Bildu) que con radicales de ultraderecha (Junts), pues su único objetivo es mantenerse en el poder.

Y es que la degeneración democrática de España no es una cuestión de partidos, sino una cuestión de degeneración moral de nuestra sociedad. ¿Cómo explicar entonces el auge de terroristas como los que pueblan las listas e instituciones que controla Bildu? ¿Cómo explicar que millones de personas, a los que Pedro Sánchez engaña una y otra vez (sus votantes, cada vez que hay elecciones), sigan votando a quien les miente sistemáticamente?

No es lo mismo ser honesto que ser íntegro y en España la integridad como valor social se ha perdido hace muchos años. Ahora sólo «se lleva»la visceralidad de defender al lider de «tu partido» sin tener en cuenta su proceder; Votar a derecha o izquierda simplemente porque así lo ha vivido uno desde siempre, sin pensar que es lo mejor para el bien común… ¿Conocen a alguien que se haya leido un programa político en los últimos 10 años? Yo no.

Los cristianos no somos, en absoluto, una excepción, porque nos hemos dejado llevar por el sistema y, como el resto, anteponemos las siglas de los partidos o, peor aún, actuar contra el resto, a los principios de la Doctrina Social que deberían guiar nuestras decisiones.

Una sociedad sin principios ni valores fuertes, sólidos y permanentes es el mejor caldo de cultivo para que todos estos que viven de la degeneración democrática de nuestro país y sus instituciones se aseguren un buen sueldo y una magnífica jubilación, pese a quien pese. Una sociedad sin Dios no puede esperar otro futuro que el de la degeneración de sus miembros e instituciones.

Pero no perdamos la esperanza; Aunque sea por la «ley del péndulo» sabemos ya por la historia de muchos territorios y países que a unos años de degeneración política siguen años de surgimiento de grandes líderes, capaces de revitalizar a sus sociedades. Solo nos queda rezar para que, en nuestro caso, sea más pronto que tarde, o al menos que lleguen a tiempo para evitar la quiebra de nuestra economía y de nuestra sociedad.

Daniel Fernández

Asociación Cristianos en Democracia

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