En febrero de 2018, e-Cristianos formuló una toma de posición basada en la declaración de los obispos de Cataluña con relación al conflicto que nos afecta a todos. Desde entonces, la herida que nos divide se ha hecho mayor. Los motivos que la causan, son cada vez más antagónicos porque hace crecer el rencor y la frustración, que son vías abiertas a la violencia activa y pasiva.
La política de los partidos, que tiene como fin el bien común, ha quedado deteriorada, y hoy es más fuente de desprestigio y agravamiento de los problemas que de soluciones.
Los cristianos, como Asamblea del Pueblo de Dios, como Iglesia, debemos examinar la realidad desde Jesucristo, sus mandatos y su camino.
El papa Francisco en su homilía matutina en Santa Marta del día 24, rechazaba a los cristianos que lo juzgan todo pero partiendo de «la pequeñez de su corazón», recordando que el Señor se acerca con misericordia a todas las realidades humanas. Francisco señaló que aquellos que dicen «Yo soy un cristiano, pero con la condición de que las cosas se hagan de esta manera», son cristianos que condicionan a Dios, que condicionan la fe de Dios y su acción. Es esta condición -dijo- la que hace que se cierren en sus propias ideas y conviertan la fe en ideología. Son cristianos que «prefieren la ideología a la fe».
No podemos ayudar a sanar las heridas del mundo desde las ideologías seculares.
Los cristianos sufrimos la misma división social. ¡Trabajemos para superarlas!
Como comunidad tenemos que ofrecer a la sociedad un espacio privilegiado donde los corazones puedan conversar, intercambiar los puntos de vista contrapuestos intentando situarse en el lugar del otro, o al menos respetando sus motivos, e indagando en sus razones.
El bien común, que hay que alcanzar también en esta situación como propuesta a todos, es a la vez, un paso en la preparación del Reino de Dios, que pedimos muchas veces, tantas como pedimos en el Padre Nuestro «que venga a nosotros tu Reino». A nosotros, no sólo a mí. ¿Y ese nosotros cómo la entendemos? ¿Cómo lo hacemos posible?
Jesús nos llamó a ser sal, fermento y luz del mundo, pero ¿qué herida estamos curando, qué paz estamos fermentando, qué iluminan? Estamos mandados a amar al prójimo, incluido el enemigo, a vencer el mal con el bien, a bendecir y no maldecir, a buscar no el propio bien, sino el de los demás. Los cristianos, ¿cómo estamos aplicando toda esta exigencia a las circunstancias concretas de cada día, día a día? ¿Estamos haciendo efectivo ser bienaventurados de Dios construyendo la paz?
Como comunidad cristiana, no nos corresponde aportar soluciones políticas concretas, pero sí podemos contribuir a construir las condiciones objetivas que hagan posibles aquellas soluciones.
En nuestra toma de posición del año pasado, asumíamos plenamente la declaración de los obispos de Cataluña y con ella llamábamos a:
Rehacer la confianza, la cohesión social, y la concordia. A buscar una solución mínimamente aceptable para todos, y propiciar el diálogo, fundamentado en reflexión serena desde condiciones de verdad, generosidad, y búsqueda del bien común.
Finalmente nos poníamos a su disposición debido a la llamada que hacían los católicos para ser instrumentos de paz y reconciliación, y por esta razón, emprendimos actuaciones al servicio de la concordia, en las que el fin estaba por encima del protagonismo.
Hoy aquellas demandas son más necesarias que nunca. Los objetivos siguen siendo válidos, pero hay que concretar en términos prácticos su realización. Las declaraciones son necesarias como guía, pero se convierten en insuficientes sin la acción, porque sólo ella es capaz de aportar la plenitud de sentido.
Por consiguiente, nos ofrecemos para contribuir en todo lo necesario para realizar aquellos objetivos. Asimismo pedimos más acción continuada en la Iglesia institucional, la única que nos puede llegar a todos. Un trabajo pastoral claro y decidido.
Creemos que el mayor bien que puede aportar la Iglesia es la oración, porque esa es nuestra gran fuerza. Orar, no para justificar la inacción, al contrario: para dotarla de vigor y sabiduría. Oración, reconciliación y comunión. Liturgia, todo al servicio de la paz, la amistad civil, y la concordia.