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De pecador a pecador

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Tienes razón. Es cierto que fue pecador. Pero no olvides que tú no solo lo fuiste, sino que también lo eres. No te aproveches de ello, que yo que te lo digo también lo soy.

Por eso, no te pongas por encima de mí ni de nadie, no te escabullas buscándole tres pies al gato, que el punto neurálgico en que se debate nuestra sociedad es el corazón, y en él, el pecado: “Porque del corazón proceden los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios y las blasfemias” (Mt 15,19). El pecado es enfermedad del alma, y si el corazón está enfermo, enferma todo el cuerpo de una persona, y cuando después se enreda con otras personas enfermas, ¡la lían! Así tenemos las familias y la sociedad entera. Esta manera de vivir como si fuera todo tan inevitable (y lo que es es comodona), nos lleva a romper y corromper todas las relaciones entre los seres humanos, desde el amor a la política, pasando de la persona a la familia y a la sociedad entera.

Corazón. En él se debate el mundo, atraído por Jesús y su mensaje, o con indiferencia o en rebelión contra Él. Jesús es la corporeidad humana de su Corazón latiente en padecimientos mil que el mundo le provoca. Así, es posible que no te interese lo más mínimo el Corazón de Jesús, y por este motivo, porque hay hoy tantos como tú, tenemos el mundo como lo tenemos, patas arriba. Como decíamos en el artículo anterior (“Cada cosa en su momento”), “en el atardecer de la vida, seremos juzgados en el Amor” (San Juan de la Cruz; a ello “Cristo nos urge”: 2 Cor 5,14); y ahora le añadimos que no lo es ni será la cara dura, por más que parezca la gran triunfadora. Quieras que no, vencerá el Amor en la Verdad; y si no vas con ella, caerás al abismo definitivo en un final demoledor.

Porque te daré un dato que viví de cerca cuando un amigo mío tuvo que ser hospitalizado por una operación de aquellas en las que te juegas la vida: no es de recibo que cuando estás ingresado en un hospital público el enfermo de al lado reciba visitas a todas horas y con todas ellas se propine una farra que nada tiene que envidiar a las verbenas de San Juan que se escampan por todas partes como cita obligada de la gente que se llama de bien… a lo que hoy dicen que aspiran todas.

Es de cajón. Cuando estás ingresado, precisas de una tranquilidad que no puede ser rota por el neurótico que vive lanzando al aire canas y obligaciones que debería cumplir, singularmente en un lugar público, y por fuerza mayor −como entiende hasta un niño− con el enfermo de al lado. Claro que a veces los enfermos lo son más aquellos que visitan al enfermo, solo que de manera más irreverente, y aun se aprovechan de que los responsables de la convivencia en el hospital o la residencia a menudo la consiguen dopando a quien desequilibra su plan, por más que el desventurado esté en lo cierto y por más injusto que sea tener que soportar la injusticia: es la ley del más fuerte que campa a sus anchas, no la Verdad. Y sin decirle nada, doparon a mi amigo, que se durmió. ¿Es eso justicia?

Estate atento. Ver cómo crece y se desarrolla un niño enseña mucho de la vida; pero si no tenemos hijos, nunca lo aprenderemos: de seguir así, nuestra sociedad acabará encerrada en sí misma, cada miembro centrado en su propio ombligo. Lo mismo ocurre con los que imponen su ley aun si su ley rompe con la verdadera convivencia, que es la que se basa en el Amor que reside en la Verdad. Lo contrario nos hace merecer −a ti y a mí y a todo quién− la gehena que tarde o temprano se impone como Justicia de Dios.

Enfermos en las cloacas

Hagamos un trato. Aceptemos que enfermos lo estamos todos. Comprendamos que si uno está enfermo no diagnosticado puede estarlo más marcadamente y profundo que el que está en la cama. Porque hoy campa a sus anchas como auténtica lacra social un tipo de enfermo que por el hecho de no estar diagnosticado se le permite hacer lo que le venga en gana; eso que yo llamo “lo que le sale”. Lo vemos hasta en la calle: la ley de la selva. Es marcadamente grave el asunto, porque se contagia de padres a hijos con la naturalidad con que uno estornuda sobre los comensales esparciendo de una escupida su embolado sin masticar por todo el comedor.

Permíteme aclarar este punto. Más aún, diremos que todos somos pecadores: tú y yo; yo, pero también tú, que te quede claro. Todos hemos nacido con la espina de Adán clavada en el corazón doliente, que clama por ser liberado porque se siente enclaustrado en el laberinto de su propio yo, pues no acierta con el objeto de su libertad.

Por eso, querido hermano, mi hermana del alma, debemos tú y yo; yo, pero tú también, aceptar la condición que nos lastra el caminar y reconocernos pecadores, que cuando es en comunidad o es peregrinación hacia el centro de nuestra vida (que es Dios Creador), nos ganamos el Cielo o bien nos dirigimos de cabeza a la Gehena. Y la Gehena empieza −como consecuencia de nuestra espina clavada−, a menudo, en esta vida, precisamente a causa del mal talante de quien no se reconoce pecador. Y es pecado imponer el mal e imponerse a sí mismo.

Háztelo mirar, pues, hermano, mi hermana del alma, no sea que seas un psicópata sin diagnosticar y tengamos todos que aguantarte sin que te mediques, pues tropezamos contigo tanto si te pegas la vida padre sin pasar por el hospital cuando en verdad te tocaría, como si tropiezas en él de paso, como si en él impones tu ley: el psicópata impone, no propone: se impone él. Te lo pido por favor, pues lo estamos pagando caro todos, yo y tú; tú, pero también yo, con tu sueño imaginario en que te crees el rey, y con el que pierdes a toda tu comparsa.

Será mejor para todos que aceptes pronto tu condición y tu enfermedad, para lo cual debes conocerte bien y luego aceptarte, dejándote ayudar por quien sabe y puede, y no limitarte a señalar a tu oponente como enfermo. Deberías hacerlo antes de que se imponga esa tendencia de diseminar “asistencia psicológica social” que empieza a vislumbrarse en quienes nos gobiernan, que puede complicar aún más el alboroto poniéndolo en manos de un gobierno que si no es de fiar ni en lo político ni en lo económico, ¿cómo le permitiremos que nos someta con tratamientos psicológicos o medicamentosos forzosos a su antojo? Actúa libremente. ¡Despierta, que nos viene el tinglao!

Twitter: @jordimariada

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