Si buscamos un antecedente al concepto cristiano de Piedad, éste sería la Pietas romana. Para los romanos de la época clásica la Pietas, por decirlo con una fórmula abarcadora, era la virtud cívica por excelencia. La virtud que ennoblece al hombre y lo vincula estrechamente con los antepasados, con la Cives y con los dioses. Así, el modelo de la Pietas romana es el «Pío Eneas», personaje inmortalizado por Virgilio en la Eneida. Este héroe lucha noblemente y muestra las virtudes más acrisoladas. Sale de la incendiada Troya, para fundar la nueva ciudad, llevando a su anciano padre, los huesos de sus antepasados y los dioses familiares. Es decir, es el hombre que respeta su pasado como seña de identidad y que intenta ser leal a estos principios y a estas personas. Es el hombre «arraigado»; tiene raíces y se nutre de ellas. Pío, en este sentido sería sinónimo de ciudadano, dándole a esta palabra su sentido más profundo: no sólo sujeto de derechos, sino sobre todo portador de valores y sujeto de deberes. Cicerón lo resume bien: "La Piedad, que aconseja cumplir los deberes con la patria, con los padres y con los demás unidos por vínculos de sangre".
CONTACTO