Las calles, ahora anegadas de barro, son un triste testimonio de la devastación que ha dejado la reciente DANA. Los números de muertos, que parecen danzar en los titulares de los medios, ocultan una verdad mucho más dolorosa: detrás de cada cifra hay personas machacadas, luchando sin descanso, arriesgando su salud y su bienestar en un esfuerzo por restaurar una normalidad que se les ha borrado de un plumazo. En este momento tan duro, la necesidad de confiar en Dios se hace palpable.
Entre estas almas valientes se encuentra Sergio Plaza, vecino de Paiporta, esposo y padre de cinco hijos, que ha sido afectado por esta catástrofe que ha asolado Valencia y otras regiones del sureste de España. Aunque, gracias a Dios, su familia ha logrado sobrevivir, han perdido su hogar, sus pertenencias y su medio de vida. Sergio era el responsable de una agencia católica de peregrinaciones, «Preferisco il Paradiso», cuyo local también fue arrasado por la DANA.
¿Cómo están viviendo los valencianos la situación tras el paso de la DANA? ¿Cuáles son las experiencias de la comunidad ante los efectos de esta catástrofe?
Lo que estamos viviendo en Valencia es una verdadera catástrofe. Desde nuestro entorno, se siente un ambiente de desolación. Amigos como Jaume Vives, conocido por haber trabajado en zonas de conflicto como Irak, han llegado a decir que lo que están viendo aquí, en Paiporta, es tan grave que no lo han presenciado ni siquiera en esos lugares.
Es un golpe muy fuerte para todos, y además del desastre natural en sí, se percibe una sensación de abandono absoluto por parte de las instituciones, tanto a nivel nacional como regional. Es incomprensible que hayan tardado tanto en atender a localidades como la nuestra, Paiporta, y eso nos ha dejado un profundo dolor. Porque no estamos hablando de gente desconocida, estamos hablando de nuestras familias, amigos, vecinos, compañeros de la Falla, todos.
Es un dolor general, acompañado de una gran indignación, porque sentimos que nos han dejado de lado por cuestiones políticas.
Y claro, nos comparamos con otros países que han sufrido catástrofes naturales, como el ejemplo de Marruecos, en el que España estuvo en primera posición con ayuda humanitaria. Ese es el carácter español: la generosidad y la ayuda sin medida.
Sin embargo, cuando ocurre una tragedia en nuestra propia tierra, nos vemos en la televisión escuchando que, si necesitamos ayuda, debemos pedirla, aunque ni siquiera tengamos cómo comunicarnos.
No tenemos agua, no tenemos nada, absolutamente nada. Lo que tenemos son muertos y basura en las calles.
Los valencianos, o al menos hablo en mi nombre, nos sentimos completamente abandonados. He vivido episodios en los que se me ha prohibido acceder a mi propia casa porque necesitaban paso los vehículos oficiales estos últimos días.
Es como si el sufrimiento no les importara; solo priorizan las fotos, los videos, y dar a entender al resto de España que están gestionando bien la situación.
Aquí hay un descontrol absoluto en la gestión de esta crisis: ni los militares ni las autoridades tienen una comunicación clara entre ellos, ni una indicación confiable de por dónde empezar o qué hacer.
Es cierto que ahora hay una cierta mejoría, pero sigue siendo insuficiente.
Aquí lo fundamental debería ser salvar vidas, no solo recoger cadáveres.
Sin embargo, nuestra impresión es que la prioridad ha sido únicamente recoger cadáveres y, quizá, ver cómo dañar la imagen de un partido o del gobierno de España, o viceversa.
Ante esta situación tan dolorosa, ¿Cómo se mantiene la esperanza? ¿De dónde sacan fuerzas para seguir adelante?
Nos apoyamos en la fe, sin duda. La fe es lo que nos da consuelo en estos momentos. Personalmente, he sentido muchos signos de protección divina, como la preservación de algunas reliquias, fotos familiares o nuestro San Miguel.
Todo esto nos hace sentir que Dios está presente y que, a pesar de todo, tenemos razones para seguir confiando.
Es milagroso cómo, a través de las personas que nos han ayudado y de los mensajes de apoyo que recibimos, hemos sentido un amor profundo que nos ha fortalecido espiritualmente. Es una fe que nos impulsa a creer que esta pesadilla va a terminar y que podremos empezar una nueva vida, agradecidos por lo esencial: ver a nuestros hijos crecer, estar al lado de nuestras familias.
Además de rezar, ¿Qué otras formas de ayuda considera importantes en este momento?
La ayuda práctica es fundamental, y claro que hacen falta manos y gente que venga a colaborar. Sin embargo, entiendo que muchos no pueden venir aquí físicamente. En ese caso, lo más valioso es la oración.
Las misas por los fallecidos, oraciones por sus familias, son gestos que nos unen y ayudan espiritualmente.
Agradecemos también a quienes rezan por los que hemos logrado salir adelante.
Yo creo que el Señor es quien debe estar en el centro de este proceso para que esta pesadilla termine.
La oración, el apoyo espiritual, son una fuerza poderosa.
A nivel personal, hemos vivido momentos de gran generosidad. Cuando logramos salir, nos acogieron con cariño en la parroquia de San Pascual Bailón, en Valencia. Nos ayudaron con lo necesario, nos dieron un techo; fue una experiencia de amor fraternal. Entonces, insisto: la oración es lo más sensato en esta situación, junto con la ayuda civil, porque aunque ya empezamos a recibir apoyo, sigue siendo insuficiente.
A su parecer ¿Qué medidas urgentes deberían tomar las autoridades para mejorar la situación en las zonas afectadas?
En localidades como Paiporta, la más afectada, la prioridad debería ser un desalojo completo del pueblo de manera urgente.
La situación aquí es insostenible y va a traer enfermedades graves.
Las personas no solo han perdido sus pertenencias y, en muchos casos, familiares; ahora se enfrentan a un peligro de salud pública.
Hay gente que no quiere abandonar sus casas por miedo a perder lo poco que les queda o porque no tienen a dónde ir, pero esto se debe atender por el bien de su salud.
Si no se actúa rápido, quienes no murieron en el desastre podrían perder la vida por enfermedades relacionadas con la insalubridad.
Es una situación extremadamente grave. Hay un olor insoportable, a cadáveres, a desechos, a basura. La situación de salubridad en Paiporta y alrededores es alarmante, y no se ha dado la respuesta que se necesita. El desalojo y atención a las personas afectadas debe ser una prioridad, y esto es algo que toda España debería exigir. No es aceptable que esta tragedia se maneje de manera tan ineficaz.
La situación en Paiporta ha recibido mucha atención mediática, pero sabemos que hay otras localidades en igual o peor situación. ¿Cuál sería su mensaje sobre la necesidad de una intervención más amplia?
Es cierto, Paiporta ha sido muy visible en redes, pero hay muchas otras zonas afectadas que han quedado fuera del alcance de la ayuda. Gente que ha tenido que salir adelante con sus propios medios, sin ayuda externa. Nadie ha llegado allí. No es solo Paiporta; es todo un conjunto de localidades que enfrentan problemas de salubridad y que necesitan apoyo urgente. Esta es una responsabilidad que debería ser asumida por el conjunto de la sociedad española y de sus autoridades, no solo en respuesta a lo que se ve en los medios, sino como un compromiso auténtico y eficaz para ayudar a quienes están sufriendo esta catástrofe.