Cristianismo
El cristianismo no es una creación de la mente humana, ni siquiera una doctrina moral, es la auténtica revelación de Dios que se hace hombre por amor al hombre para abrirle el camino a la vida eterna, le infunde fuerzas y le enseña cuál debe ser su conducta. La religión cristiana nace por iniciativa de Dios. El cristianismo es la respuesta del hombre a Dios que se revela en Cristo.
Para el teólogo católico Schmaus, “ser cristiano es lo mismo que estar en comunión con Cristo, reconocerle como Señor. Participar de su vida. El SÍ a sus palabras, la obediencia a sus mandatos, tienen cuño cristiano en cuanto expresan un sí a Él mismo” (Teología Dogmática III, Dios Redentor, RIALP. Madrid 1959. Pág. 117).
Lo más importante para la fe cristiana es pues la “relación” con Jesucristo, de tal modo que el cristianismo, aunque contenga exigencias morales, no puede ser reducido a un conjunto de mandamientos que hay que obedecer, así lo expresaba el Cardenal Ratzinger (Benedicto XVI): “Quien reduce el cristianismo a la moralidad pierde de vista la esencia del mensaje de Cristo: el don de una nueva amistad, el don de la comunión con Jesús y, por tanto, con Dios” (“La Nueva Evangelización”, conferencia pronunciada en el Congreso de Catequistas y Profesores de Religión, Roma, 10.XII.2000) y el Papa san Juan Pablo II: “Urge recuperar y presentar una vez más el verdadero rostro de la fe cristiana, que no es simplemente un conjunto de proposiciones que se han de acoger y ratificar con la mente, sino un conocimiento de Cristo vivido personalmente, una memoria viva de sus mandamientos, una verdad que se ha de hacer vida” (Enc. Veritatis splendor, 88).
“Cristianismo” básicamente es el modo de vida y la doctrina y de los seguidores de Jesucristo, tal y como fueron predicadas desde los primeros tiempos de la Iglesia.
No se puede ser cristiano y creer al mismo tiempo en la reencarnación o en la “energía universal” (tal como los seguidores de la new age), o creer que Jesús es el arcángel Miguel y no Dios Eterno (tal como los adventistas o los testigos de Jehová), o creer que la Trinidad son en realidad tres dioses, dos de los cuales poseen cuerpo de carne y hueso y que el universo está poblado por millones de dioses (tal como los mormones). No se puede ser cristiano totalmente si se niega que la voluntad de Jesús es el que haya una sola Iglesia y que dure hasta el fin del mundo (Mt 16, 18 ss.), no se puede ser cristiano cabal si no se acepta que durante la Eucaristía el pan y el vino de la consagración son transformados por el poder del Espíritu Santo en cuerpo y sangre de Cristo (Jn 6; 1 Cor 11, 23-32; Ignacio de Antioquía, a los Esmirniotas, 8:1).
Pero lo más importante es que no se puede ser cristiano si se vive como si Dios no existiera.
Proponemos que si alguien nos pregunta a los católicos si somos “cristianos” digamos que Sí (por lo menos por la Iglesia a la que pertenecemos), nuestra Iglesia es la Iglesia Cristiana completa, ya que se presta a muchos equívocos en nuestra época.
“Mas ahora tenemos un único nombre, mayor que todos aquellos (de los patriarcas del AT); NOS LLAMAMOS CRISTIANOS, hijos de Dios, amigos, un solo cuerpo. Esta apelación nos obliga más que cualesquiera otras y nos hace más diligentes en la práctica de la virtud. No hagamos nada que sea indigno de tan gran nombre, pensando en la gran dignidad con la que llevamos el nombre de Cristo. Meditemos y veneremos la grandeza de este nombre” (san Juan Crisóstomo, “Homilías sobre el Evangelio de san Juan”, 19, 2-3. Año 390).
¿Es el cristianismo la vía divina de acceso a Dios?
El elemento clave es la conciencia de poseer la revelación plena y definitiva de Dios. En efecto, “en estos últimos días” (Heb 1, 2), Dios ha hablado a través de su Palabra personal: Jesús de Nazaret. Todo su ser y comportamiento humano es manifestación de Dios, es Palabra de Dios. En Él se alcanza de forma absoluta e irrepetible la automanifestación de Dios, Él es el “mediador y plenitud de toda revelación”. “Si Cristo —explica R. Latourelle— es a la vez el misterio revelante y el misterio revelado, el mediador y la plenitud de la revelación, se sigue que Él ocupa en la fe cristiana una posición absolutamente única, que distingue al cristianismo de todas las otras religiones, incluido el judaísmo. El cristianismo es la única religión cuya revelación se encarna en una persona que se presenta como la verdad viva y absoluta. Otras religiones tuvieron sus fundadores, pero ninguno de ellos (Buda, Confucio, Zoroastro, Mahoma) se propuso como objeto de la fe de sus discípulos. Creer en Cristo es creer en Dios. Cristo no es un simple fundador de una religión; es a la vez inmanente a la historia y el trascendente absoluto; uno entre millares, pero el único, el totalmente otro”.
Cuando se afirma que el cristianismo es la religión verdadera y definitiva es preciso aclarar que la absolutez de la verdad y de la santidad, que es propia de la religión cristiana, no se atribuye al cristianismo tal cual se ha realizado históricamente, sino a Jesucristo, el único que es la “plenitud de la vida religiosa”.
En el cristianismo no hay más verdad y santidad que Cristo, su Evangelio y las verdades contenidas en él.
No se puede ser cristiano y creer al mismo tiempo en la reencarnación o en la “energía universal” (new age) Share on X