El arzobispo de Barcelona, hoy cardenal, Juan José Omella, presidente de la Conferencia Episcopal Española, en su intervención inaugural de la Asamblea Plenaria, ha dedicado una parte central de la misma a pedir a los laicos que en la “función que le es propia y peculiar”, “se comprometan con la transformación cristiana del mundo”, “a que se movilicen para que ejerzan su misión de ser sal y luz para el mundo, de ser levadura que transforme la sociedad para hacerla más humana digna y fraterna. Ellos son el rostro, la voz y los brazos de Dios en medio del mundo”.
La indicación está hecha y es fuerte, porque fuerte es expresar la verdad de que los fieles laicos en el orden de las cosas temporales, en la construcción del bien común, esto es, la política en su sentido real, somos “el rostro, la voz y los brazos de Dios”.
Para conseguirlo hay que cambiar muchas cosas en nosotros. Para empezar, el desinterés y el despiste.
Un caso reciente lo ilustra:
Un abogado, interesado en política, me mando antes de ayer un WhatsApp con un video que está siendo denunciado en la redes. Es de dibujos animados y está destinado a niños desde los cero años; es decir, ninguna restricción. Pues bien, en uno de los capítulos, sueltan una mensaje de promoción de las personas llamadas no binarias, es decir aquellas que no se consideran ni hombre ni mujer. Aparece el dialogo, como un “plaf” imprevisto en medio de la trama de una serie blanca, sin ningún tipo de advertencia para los padres.
Si cito el hecho no es principalmente por esta propaganda encubierta que está al orden del dia, por la reacción del profesional. Me preguntaba qué vía consideraba que era mejor para denunciar. Y esta es la cuestión. Un abogado en ejercicio, que rechaza este adoctrinamiento, que sigue y participa de la política, aun no tiene conciencia de lo que van estableciendo las leyes en España. Porque lo que muestra el video no solo no es denunciable, sino que responde perfectamente a la acción positiva que reclama la ley trans a favor de la “diversidad”.
Este es el problema de bastantes católicos en España. Se quejan cuando tropiezan con hechos concretos pero no siguen, ni son conscientes del cambio radical del marco de referencia legal y, por consiguiente cultural, que se ha operado desde Zapatero, que Rajoy dejó asentado y que Sánchez ha elevado al paroxismo.
No son conscientes de que eso solo se corrige desde la política y que la cosa esta tan mal, que ya no sirve solo el compromiso individual, que se ahoga en un océano adverso dentro de un partido, ni el voto a aquellos que salvan aquel u otro aspecto de la cuestión, que no deja de ser otra manifestación individual.
Todo esto quizás se puede paliar, si bien hasta ahora de bien poco ha servido, y esto es así porque la respuesta requiere de la organización de un estado de opinión cristiano, una corriente social, un movimiento organizado con capacidad para poder empezar a revertir el actual estado de cosas.
No estoy diciendo nada nuevo. Hay un libro bien conocido del padre Lombardi, Ejercitaciones por un Mundo Mejor, escrito en circunstancias históricas muy distinta, finales de los años cincuenta del siglo pasado, absolutamente válido con las correspondientes actualizaciones, que plantea cómo combinar vida espiritual con acción, con sumo detalle. Es una buena fuente de inspiración para su traslado a un movimiento de opinión y acción dirigido a la transformación cristiana de las estructuras e instituciones económicas y políticas.
En España, en buena parte de Europa, necesitamos organizar un estado de opinión que se alimente de la cultura y la fe cristiana, con capacidad para incidir en la política sin ser un partido político y siendo un agente activo del debate cultural y mediático.
Una corriente organizada de personas y grupos, que escucha a las personas y dialoga con ellas en términos generales o las concernidas por aquella cuestión, estudia los temas para hacer propuestas concretas. Construye consensos sociales en torno a soluciones y lo concreta con políticas públicas, que difunde y comunica para buscar el máximo apoyo social. Dialoga con partidos y gobiernos y les propone políticas concretas, modificaciones, los empuja. Interactúa con las instituciones políticas y con la sociedad. Lleva a cabo grandes campañas sobre estas cuestiones.
Discierne sobre la doctrina social de la Iglesia y trabaja para aplicarla a nuestros problemas, retos, necesidades y oportunidades colectivas. Actúa, moviliza y comunica. Persigue encauzar la realidad por medio de una estrategia de reformas parciales, articuladas a la finalidad global. Da formación sólida a sus miembros y a la ciudadanía y hace servicio. Formación básica, de aplicaciones, de liderazgo y de manera especial el curso de liderazgo joven.
Promueve debates en el seno de la sociedad, de las instituciones sobre las grandes cuestiones culturales de nuestro tiempo. Incentiva a las instituciones eclesiales y católicas para que se hagan presentes. Genera un estado de opinión en el mundo católico más interesado en la política, la economía, la situación de la Creación y la cultura. Y, al mismo tiempo, no pierde de vista impartir y ofrecer determinados servicios evaluados como necesarios, que afectan a necesidades básicas, y que además de realizarlos, hace propuestas y campañas de políticas públicas para que las administraciones públicas se ocupen más y mejor de las carencias, aportando su acción como ejemplo.
La tarea en principio es clara, los objetivos lo son al menos como marco de referencia suficientemente delimitado como para conversar y adoptar disposiciones compartidas. La cuestión es si hay vocaciones para ello.
Si estás interesado en conversar sobre las posibilidades de organizar una corriente de opinión cristiana escribe a montsescola@forumlibertas.com
En España, en buena parte de Europa, necesitamos organizar un estado de opinión que se alimente de la cultura y la fe cristiana, con capacidad para incidir en la política sin ser un partido político y siendo un agente activo del… Share on X