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El camino sinodal alemán (9): tensiones

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La consecuencia directa de los postulados contenidos en el texto del que tratamos en el artículo anterior de esta serie es una propuesta concreta según la cual en el proceso de elección de los obispos (en el que por razones históricas anteriores a la unificación de Alemania en 1870 se dan diferencias regionales) debe haber una participación de los laicos canalizada por medio de los «consejos sinodales» permanentes.

Estos consejos sinodales deberían constituirse tanto a nivel parroquial como diocesano y ser elegidos por los laicos de la parroquia o diócesis correspondiente. En ellos podrían participar miembros de consejos sacerdotales (lo que aparece presentado como «opción»), pero sólo cuando los temas tratados se refirieran a los propios sacerdotes, de modo que de otros asuntos los consejos sacerdotales estarían excluidos.

No queda claro del todo cuáles asuntos serían considerados como relativos a la vida sacerdotal y cuáles no.

Por lo demás, los consejos sinodales serían de hecho los órganos de gobierno de la parroquia y, sobre todo, de la diócesis.

En principio, la dirección de la diócesis debería ser compartida por el consejo y el obispo. Sin embargo, en caso de disenso, tras una serie de pasos la última palabra la tendría el consejo, siempre que dispusiera de una mayoría cualificada, etc. y la posibilidad de una mediación, que debería ser reglada posteriormente, cuando se tratara de desacuerdos insalvables.

Esta forma de gobierno de la diócesis intenta reproducir un sistema parlamentario, con un obispo como poder ejecutivo y el consejo como legislativo.

En este trasvase de poder no se establece diferencia clara entre los aspectos temporales y espirituales, entre la administración de la diócesis y el Magisterio de la Iglesia. El obispo, en cuya elección participa el consejo, debe contar con el beneplácito de éste para tomar decisiones de todo tipo, si es que no termina convertido en algo así como un jefe de estado con competencias exclusivamente representativas, como ocurre con la figura del monarca en los países europeos que lo tienen.

El punto de mayor fricción con Roma ha sido el de la constitución de estos consejos sinodales permanentes

El punto de mayor fricción con Roma ha sido el de la constitución de estos consejos sinodales permanentes, que para legalizar su existencia sería imprescindible, como mínimo, una reforma del Código de Derecho Canónico… La presión de Roma, el disgusto abierto de algunos obispos y el oculto de otros, así como la misma falta de verdadero consenso entre los miembros de la asamblea sinodal ha hecho que la creación de los consejos fuera aplazada. Ello no quiere decir que se haya renunciado al proyecto.

Entre Roma y el episcopado alemán las relaciones han empeorado notablemente.

Bastantes católicos contrarios al «camino sinodal», obispos incluidos, pueden con razón sentirse abandonados por Roma o como mínimo no lo bastante apoyados. Los promotores del proceso, en cambio, ven en Roma un obstáculo para la realización de sus planes. Uno de los que fue más cercano consejero de Francisco I, el Cardenal arzobispo de Múnich y Frisinga, Reinhardt Marx, ha perdido su puesto en el consejo cardenalicio que asesora al Papa.

De algún modo todas estas tensiones por el poder hacen que, en determinados aspectos, el camino sinodal pueda aparecer casi como un intento de «golpe de estado» dentro de la Iglesia.

Lo que podría denominarse «técnica del golpe de estado» ha cambiado mucho en los últimos años. Los clásicos levantamientos armados de un grupo de rebeldes que velozmente intentan hacerse con el poder se han ido volviendo cada vez más infrecuentes.

En cambio, golpes orquestados desde las instituciones políticas, contragolpes que facilitan ampliar el propio poder, revoluciones «populares» contra gobiernos legítimos organizadas desde el extranjero, pseudoplebiscitos ilegales, engañosas reformas del sistema judicial, etc. se han dado en en nuestro siglo más o menos en todos los continentes.

Desde luego en la Iglesia no puede darse un golpe de estado propiamente dicho, pero la obsesión por el poder que se advierte en el proceso sinodal alemán hace inevitable pensar en una acción de ese tipo.

Si se tienen en cuenta ciertos factores que han sido excluidos de la discusión sinodal y olvidados por los medios de comunicación, la expresión «golpe de estado» aparece como una metáfora tal vez acertada.

De esos factores silenciados trataremos en nuestro próximo artículo.

Bastantes católicos contrarios al camino sinodal, obispos incluidos, pueden con razón sentirse abandonados por Roma o como mínimo no lo bastante apoyados Share on X

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1 Comentario. Dejar nuevo

  • Los obispos alemanes siguen al mundo y el Vaticano actual los sigue a ellos. El sinodo de la sinodalidad y el pasado sinodo pachamamesco amazónico mas parecen inventos alemanes. Una lástima y mientras tanto la fe se enfría en Europa y latinoamerica.

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