En la guerra de Ucrania hay un agresor, Rusia, y un agredido, Ucrania. El agresor es mucho más poderoso que el agredido. El PIB (producto interior bruto) de Rusia (1,7 billones de dólares) es diez o más veces superior al de Ucrania. Pero, aunque Rusia sea un país territorialmente enorme, su producción de riqueza es muy pequeña comparada con la de las grandes potencias. Se sitúa entre el PIB de España (1,3 billones de dólares) y el de Italia (2,3 billones de dólares). A pesar de sus 17 millones de kilómetros cuadrados (34 veces el territorio de España),
Rusia presenta una economía y una sociedad atrasadas, herederas de la URSS, que hizo implosión en 1991 debido precisamente a su pésimo funcionamiento económico. La Rusia actual ha podido ser calificada como “califato energético”, una autocracia principalmente productora y exportadora de petróleo, gas y materias primas.
Putin nunca habla de guerra de invasión, sino de una “operación militar especial” para “desnazificar” a Ucrania. Cuenta con un aliado principal, China, pero esta es un aliado reticente, pese a la Declaración Conjunta firmada en Pekín el 4 de febrero por las dos autocracias, veinte días antes de la invasión, que establecía entre ellas una relación de cooperación “sin límites”.
China no ve con claridad donde puede conducir la aventura de Putin. Observa y saca conclusiones sobre su posible invasión de Taiwán. “La operación militar especial” de Putin no le sirve en modo alguno de modelo. China va lanzada hacia convertirse en la primera potencia del mundo, no le gustan las aventuras, no quiere sustos innecesarios.
El PIB de China es de 18,3 billones de dólares, más de diez veces el de Rusia. Ambos suman 20 billones de dólares. Los aliados de Ucrania suman una cifra mucho mayor: 54 billones de dólares. Son Estados Unidos (20 billones), la UE (18 billones), Canadá (2,2), Reino Unido (3,4), Japón (5,4), Corea del Sur (1,9), Australia (1,7)), Taiwán (0,7) y Singapur (0,34).
China no puede permitirse prescindir del engranaje económico que la liga con Occidente
La UE supone el 37% del comercio exterior ruso, mientras que con China es sólo el 11% del total. Las exportaciones de China fueron en 2021 de 3,3 billones de dólares, de los cuales 506.366 millones de dólares fueron a Estados Unidos y 472.000 a la UE, sus dos principales mercados. Las exportaciones chinas a Rusia fueron sólo de 68.000 millones de dólares. La economía china está muy vinculada a la economía de Occidente. A partir de los años noventa del pasado siglo, las cadenas de producción y distribución globales están muy interrelacionadas. Incluyen tanto materias primas como productos intermedios y atraviesan muchas fronteras. China no puede permitirse prescindir del engranaje económico que la liga con Occidente. Pekín no puede reorientar fácilmente sus flujos comerciales a corto plazo. Entre Rusia y China hay poco comercio y sólo funciona un gasoducto. China no se puede arriesgar a recibir sanciones como las que está recibiendo Rusia.
Los semiconductores o chips son un elemento clave de la economía digital. Son esenciales para la fabricación de vehículos, móviles y bienes electrónicos de consumo. También para tecnologías punta como la robótica, energías renovables, telecomunicaciones, inteligencia artificial y otros sectores en los que China aspira a superar a Occidente pronto. Únicamente la multinacional taiwanesa TSMC y la surcoreana Samsung hacen semiconductores de alta gama (chips de menos de diez nanómetros). Taiwán produce el 60% de los semiconductores del mundo, China sólo el 6%. El 90% de los chips empleados en China son importados por empresas extranjeras implantadas allí.
El dólar domina el mercado mundial de divisas (88%), mientras que la moneda china (yuan o renminbi) sólo representa el 4,3% y el rublo ruso es insignificante. La cuota del dólar es estable desde hace dos décadas. El 59% de las reservas en divisas de los bancos centrales son en dólares y el 21% en euros.
Las repercusiones negativas de la guerra de Ucrania en la economía y la sociedad europea son evidentes. Pueden señalarse como ejemplos el freno a la recuperación de la crisis de la Covid-19, el repunte de precios de la energía, el aumento de la inflación o las disrupciones continuadas en las cadenas de producción. La crisis provocada por la guerra de Ucrania se acumula a las consecuencias de la crisis financiera global de 2007-2009, en la posterior crisis de la deuda soberana en Europa y en la crisis de la pandemia. El problema es que todavía no nos habíamos recuperado de estas dificultades y empobrecimiento que afectaron de forma importante a los segmentos más desfavorecidos de la población, así como a regiones vulnerables.
Sin embargo, la guerra ha fortalecido la unidad de propósito en la UE, que finalmente avanza en materia energética, de entrada para librarse de la dependencia de Rusia, coordinando políticas de compra de gas licuado, principalmente en Estados Unidos, y complementando interconexiones. Estados Unidos se ha convertido en el primer productor mundial de petróleo y gas licuado. El problema de suministro de energía -petróleo y, sobre todo, gas- puede ser dramático el próximo invierno en Europa si se consuma el cierre o restricciones importantes de energía procedente de Rusia. Lo que es seguro es que la sustitución del gas ruso por el gas licuado supondrá un incremento de costes.
La península Ibérica puede convertirse en una isla energética estratégica, gracias a su potente capacidad de almacenamiento de gas natural licuado y las expectativas de desarrollo del hidrógeno verde, combustible por el que apuesta la gran industria alemana, cuya fabricación exige un intenso aporte de electricidad renovable. Se habla de un gasoducto submarino entre los puertos de Barcelona y Livorno y de activar la tercera conexión transpirenaica que, siguiendo el trazado del Midcat, gasoducto paralizado en 2018 que, además de gas, transportaría hidrógeno verde hacia el centro de Europa .
La UE también avanza en defensa, en busca de su “autonomía estratégica”. Sus países miembros aumentan sus presupuestos de defensa. Rusia se quejaba de la penetración de la OTAN en Ucrania. Con su invasión, la OTAN, que según Macron se encontraba en estado de «muerte cerebral», se ha fortalecido. Suecia y Finlandia acaban de solicitar la entrada.
declaraciones recientes del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg: «la guerra puede durar tiempo y debemos estar preparados»
La guerra significa deterioro de la globalización, decrecimiento del comercio internacional y aumento del gasto en defensa. La incertidumbre de su duración tiene un fuerte impacto sobre la economía. Según declaraciones recientes del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, “la guerra puede durar tiempo y debemos estar preparados”. La incógnita de fondo es si esta guerra puede conducir la economía mundial a un nuevo crack o si, por el contrario, se supera y la revolución tecnológica nos lleva a un nuevo ciclo de crecimiento.
La guerra está perjudicando enormemente al sistema alimentario internacional. La mayor parte de exportaciones ucranianas de cereales y simientes oleaginosas se han frenado en seco y las de Rusia están amenazadas. Ambos países suponen el 12% de calorías comercializadas. Los precios del trigo han subido un 59% en lo que va de año. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha advertido que los meses venideros conocerán probablemente “el espectro de una carencia global de alimentos” que puede durar años. La subida de alimentos de primera necesidad ha aumentado el número de personas en riesgo de no poder alimentarse de 440 millones a 1.600 millones.
Rusia y Ucrania suministran el 28% del trigo comercializado, el 29% de la cebada, el 15% del maíz y el 75% del aceite de girasol. Suponen la mitad de los cereales importados por Líbano y Túnez, y dos tercios de los importados por Libia y Egipto. La guerra está perturbando gravemente a los suministros. Ucrania ha minado sus aguas territoriales para evitar un asalto ruso y Rusia está bloqueando el puerto de Odessa.
La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, ha asegurado que “la artillería rusa está bombardeando almacenes de cereales en toda Ucrania deliberadamente, y los buques de guerra rusos en el Mar Negro están bloqueando los buques ucranianos llenos de trigo y semillas de girasol“.
La crisis alimentaria ya está presente ahora en muchos países, si bien el incremento de precios viene de más lejos y es anterior a la guerra. Puede hacer una eclosión con fuerza a partir del verano y de cara al próximo año. Las consecuencias de todo ello son devastadoras para las poblaciones más desfavorecidas del planeta. La amenaza es grave para los países árabes y en África.
Putin puede dejar a Rusia muy mal colocada en el escenario internacional de las próximas décadas
La Rusia de Putin ha comenzado una guerra que pretende restaurar por la fuerza su edificio imperial, pero Rusia no tiene la capacidad económica, ni militar, para conseguirlo. Putin puede dejar a Rusia muy mal colocada en el escenario internacional de las próximas décadas. Él pudo elegir el camino de la modernización de la economía rusa y de la democratización de su sociedad. Era el camino deseado y esperado por la UE. Alemania esperaba de Rusia un Wechsel durch Handel, un cambio a través de las relaciones comerciales. Esto se ha truncado. A partir de 2000, Putin tomó el control absoluto de la política, de las instituciones y de la economía rusas. Todavía lo tiene y piensa conservarlo muchos años más. Estaba en sus manos la posibilidad de elegir el camino de la modernización y del progreso económico y político. En los primeros años de mandato parecía que quería hacerlo, pero después desistió y eligió el enfrentamiento con Occidente, tal y como declaró formalmente en la Conferencia de Seguridad de Múnich en 2007, ante la incredulidad de Angela Merkel y Javier Solana que se sentaban en primera fila.
A lo largo de su historia, Rusia ha sido siempre un Estado patrimonial y clientelar donde una élite extractiva y depredadora ha gobernado el imperio digas zarista, comunista y ahora putinista. La única diferencia del régimen actual respecto al pasado es la composición de la clase dirigente: los viejos gestores del aparato de seguridad y represión de la URSS y los mafiosos.
El sueño de reconstruir la esfera imperial rusa después del derrumbe de la URSS es y ha sido siempre el eje estratégico, el leit motiv de la acción de Putin. Rusia, como ha ocurrido con otras potencias imperiales, debería adaptarse a la realidad y ajustar la identidad a las exigencias de un mundo post imperial. La alternativa es consolidar un escenario de guerra fría que conducirá a Rusia a alejarse cada vez más de los niveles de vida avanzados y a una frustración creciente.
El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, ha pronunciado el 21 de mayo el discurso inaugural del Foro Mundial de Davos, el primero presencial después de la pandemia, que reúne a la élite económica y empresarial mundial. Ha recibido un gran aplauso al final de su presentación, todo el mundo de pie. Este año el Foro no ha contado con ninguna representación de Rusia, una muestra más de su aislamiento internacional.
Davos ha sido el símbolo de la globalización satisfecha. Sin embargo, este año, a consecuencia de la guerra de Ucrania, es el lugar de todas las dudas sobre el futuro del orden mundial y de la globalización. Zelenski ha pedido que se apartara a Rusia del mundo económico y comercial, un embargo total de su petróleo, el bloqueo absoluto de propiedades y activos bancarios, la retirada de empresas tecnológicas y el boicot total en el comercio con Rusia También ha conminado a los empresarios que se vayan de Rusia para que sus marcas no queden asociadas a los crímenes de guerra rusos. No se trata sólo de una represalia por la invasión de Ucrania, sino también de una advertencia para futuros proyectos de utilización de la fuerza a la resolución de contenciosos internacionales, una cuestión que interpela especialmente a China en su relación con Taiwán.
China ha estado presente en Davos y ha tenido un papel discreto. En estos momentos confronta tres problemas importantes: la incógnita de la guerra de Ucrania, los costes de la política covid cero (todavía confinamientos masivos) y el crecimiento de la deuda. Y la reelección de Xi Jinping está a seis meses vista.
El secretario general de la OTAN, Soltenberg, ha declarado en Davos que “la guerra de Ucrania demuestra cómo las relaciones económicas con los regímenes autoritarios pueden crear vulnerabilidades; excesiva dependencia en las importaciones de materias primas esenciales, como la energía; riesgos ligados a las exportaciones de tecnologías avanzadas, como la inteligencia artificial; resistencia debilitada por el control de infraestructuras críticas como el 5G; esto va sobre Rusia; pero también va sobre China“.
En Davos ha habido consenso sobre el error de creer que la progresiva incorporación de Rusia, y de China, en el orden económico internacional llevaría a estos dos países a una mayor convergencia política y finalmente a la democracia. No ha sido así, y hoy la confrontación geopolítica es la que determina las relaciones económicas entre las grandes potencias y las divide entre autocracias y democracias.
A medio plazo, cuando la guerra haya quedado atrás, habrá que volver a preguntarse por el papel de la UE. La OTAN y Estados Unidos la necesitarán como componente político adicional de sus capacidades militares y de defensa. También deberá protagonizar las tareas de mantenimiento de la paz y de reconstrucción, así como construir su pretendida autonomía estratégica, que será cooperativa y colaborativa con la OTAN.
La UE tendrá que emprender el camino de su reforma para convertirse en una unión más flexible, con instituciones y decisiones más funcionales. Su pretendida autonomía estratégica no sólo será sobre seguridad y defensa, sino que deberá sustentarse en elementos como el poder digital, verde y comercial. Y no podrá quedar a medias en sus propósitos, como ha ocurrido tantas veces en la historia de la UE, porque nada volverá a ser igual después de la guerra de Ucrania.
A medio plazo, cuando la guerra haya quedado atrás, habrá que volver a preguntarse por el papel de la UE. La OTAN y Estados Unidos la necesitarán como componente político adicional de sus capacidades militares y de defensa Share on X