En su reciente artículo de opinión en La Vanguardia, el catedrático de filosofía contemporánea en la Universidad de Barcelona, Manuel Cruz, ofrece una perspectiva crítica sobre la cultura woke, a la que compara con un «macartismo posmoderno». Cruz, conocido por su amplia trayectoria académica y sus numerosas publicaciones, plantea argumentos que invitan a la reflexión sobre el impacto negativo de este fenómeno en las sociedades libres y democráticas a través de la censura woke.
Cruz argumenta que la cultura woke, asociada con sectores de la izquierda, está llevando a una crisis de crítica y disenso. Según Cruz, «la capacidad de crítica radical de lo existente forma parte del ADN de la izquierda», pero esta se ve comprometida cuando se transforma en una herramienta para promover la cancelación ante cualquier discrepancia.
Esta postura, según el filósofo, oscurece los principios de duda y debate abierto que deberían caracterizar a una sociedad democrática.
Uno de los puntos clave del artículo de Cruz es su análisis sobre cómo la cultura woke transforma lo censurable cotidiano en algo merecedor del máximo reproche.
«Lo censurable cotidiano y pequeño se carga con rasgos de lo merecedor del máximo reproche»
Cruz afirma: «Lo censurable cotidiano y pequeño se carga con rasgos de lo merecedor del máximo reproche». Esto, según él, conduce a una exasperación discursiva que desproporciona los problemas reales y genera confusión en el debate público.
Cruz también se refiere a la manera en que esta cultura redefine el marco del debate político. «Sus actitudes responden, en primer lugar, al propósito ideológico-político de tensar el debate hasta conseguir que sus reivindicaciones resulten inasumibles por su adversario tradicional», sostiene.
Este enfoque, en su opinión, limita la posibilidad de un diálogo constructivo y la búsqueda de soluciones comunes en las sociedades democráticas.
El artículo de Cruz invita a una reflexión profunda sobre cómo las actitudes asociadas a la cultura y censura woke están desviando la atención de los problemas reales y creando divisiones innecesarias en la sociedad.
A través de su análisis, Manuel Cruz nos recuerda la importancia de mantener un espacio para el diálogo crítico y abierto, esencial para el funcionamiento sano de cualquier sociedad libre y democrática.
2 Comentarios. Dejar nuevo
«Según Cruz, «la capacidad de crítica radical de lo existente forma parte del ADN de la izquierda»».
Esta afirmación, por muy ex cátedra que la formule un catedrático, es simplemente falsa. La izquierda nunca ha ejercido la crítica radical de nada, sino una crítica relativa según convenga a los dogmas ideológicos que se esfuerza por imponer. Además, la izquierda no está dotada en absoluto para la autocrítica, como lo demuestra su historia, en la que siempre ha sido una realidad ya evidente para todos la que ha derrumbado sus ficciones ideológicas, de forma que a la izquierda no le quedaba otra que coger sus bártulos e irse con sus “ideales” a otra parte. Así es como se ha reciclado de marxista en feminista y wokista.
“Promover la cancelación ante cualquier discrepancia” no es algo específico de la cultura woke gestionada por la izquierda actual. Es precisamente esta actitud la que forma parte del ADN de la izquierda y con la que siempre ha actuado. Las críticas a la izquierda que sus militantes tachaban ayer de “burguesas”, “imperialistas”, “fascistas”… para dejarlas fuera de juego, hoy las descalifican como “machistas”, “homófobas”, “transfóbicas”… Da igual. Las gentes de izquierdas siempre tienen un gargajo verbal en la boca para escupirlo contra quien planta cara frente a las barbaridades que predican y practican. No hace falta haber asumido una ideología política que se oponga a la izquierda para darse cuenta de esto. Basta con situarse libremente ante la realidad y ejercer la capacidad de percibirla sin la veladura de los “ideales”, una capacidad que todos llevamos en nuestro ADN por el hecho de ser personas. Incluso diría que basta con amar la Verdad y buscarla con ahínco, sin renegar de ella aunque a veces se esconda, o, mejor dicho, que nos la escondan, como le gusta hacerlo a la izquierda.
“Cruz afirma: «Lo censurable cotidiano y pequeño se carga con rasgos de lo merecedor del máximo reproche».”
Esta frase sí que me parece acertada y merecedora de que se haya destacado en el artículo.
Solo añadir que esta derivación de los grandes ideales a las pequeñeces cotidianas casa muy bien con el nunca desmentido quehacer totalitario de la izquierda, que tiende a impregnarlo todo con juicios de valor enraizados en su ideología. De ahí que haya pasado de condenar el “machismo” a denunciar y perseguir los “micromachismos”, y ese acoso fanático y policial a las personas que rezan ante los abortorios para salvar vidas y que intentan proteger a las mujeres que acuden del daño de abortar.
En España, la izquierda ha conseguido generar una cultura del miedo en la que cualquier frase, gesto o actitud son susceptibles de ser denunciados no solo como reprobables sino incluso como criminales y punibles por el código penal. Y si no que se lo expliquen a una de sus víctimas, el incauto Luis Rubiales, por poner un ejemplo notorio.