Una parte del movimiento independentista sabe que a través de la independencia puede tratar de colar otro tipo de ideologías que nada tienen que ver con el proceso separatista de un país. Es el caso de los CDR.
Porque ese hipotético nuevo país debe ser ideado y diseñado y, claro, si preguntamos a un ideólogo de izquierdas cómo debe ser ese país no se ceñirá a responder “independiente”, si no que, además, describirá con todo lujo de detalles su ideología ideal implementada en ese nuevo contexto político.
Para muchos, la constitución de un nuevo país es una oportunidad para implementar su país. Y hay que reconocer que el independentismo catalán está en gran medida afectado por la católicofobia. Y que ese país ideal no protagoniza especialmente un lugar de derechos y libertades religiosas.
Es lo que se desprende, en parte, de los últimos acontecimientos protagonizados por los grupos radicales independentistas conocidos como CDR y sus diferentes variantes y escisiones.
Una de esas variantes, los radicales independentistas de Acció per la Independencia han profanado y asaltado la zona de oración dedicada a los Tercios de Requetés, donde han robado la iconografía predemocrática y la han quemado.
Lo han publicitado los grupos de Acció per la Independencia en sus canales de difusión. Según ellos, se trata de un «sabotaje» a la cripta de los Tercios de Montserrat. La han perpetrado porque aseguran que quieren «derribar los símbolos fascistas».
El asalto a la capilla de Montserrat es otra acción pública –o al menos, publicitada– de los nuevos CDR, una de las dos escisiones de la red radical. La primera la protagonizaron los llamados CDR Acció Directa en junio, cuando se encaramaron al balcón del Ayuntamiento de Vic (Barcelona) y arrancaron la bandera española que pende junto a al señera y la enseña europea.
En el caso de los nuevos CDR que han actuado en Montserrat, se presentaron el pasado 23 de abril tras una reunión clandestina en Perpiñán (Francia).
Son una escisión de los antiguos grupos radicales y abogan por la «confrontación» y el «control del territorio» para lograr la secesión catalana.
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[…] 18 de julio, fecha de conmemoración del inicio de la Guerra Civil Española, un grupo de separatistas radicales profanó una cripta de la Abadía de Montserrat. El grupo, autodenominado «Acció per la […]
No sé qué es más escandaloso, si la «acción» de unos delincuentes que profanan monumentos funerarios en un santuario (da lo mismo que sean de requetés o de cualquier otro) o el modo sibilino en el que el autor del artículo (¡de hecho anónimo!) se esfuerza por limpiar la cara del independentismo en su conjunto haciendo recaer la culpa sobre «una parte del movimiento independentista» o hablando de «escisiones» de grupos «radicales» dentro del independentismo. En un artículo anterior en estas páginas se calificaba de «gamberrada» a lo que es puro sacrilegio y vandalismo. El independentismo todo es un movimiento que, además de demencial, promueve acciones ilegales como el pseudo-referéndum y la grotesca declaración de independencia de Puigdemont y sus cómplices. Intentar derogar ilegalmente la constitución y el estatuto tiene un nombre: golpe de estado, como bien se sabe. Nada cambia en la naturaleza de estos hechos, por mucho que un gobierno corrupto como el de Sánchez perdone a quien anuncie que volverá a delinquir y por mucho que se intente bagatelizar estos delitos, por no hablar de las barbaridades que el nacionalismo comete en Cataluña desde hace décadas y que siguen impunes. Con respecto a la profanación del catolicismo por esta gente, baste recordar la «decoración» de templos con la estelada, el uso de iglesias como colegio electoral (por darle un nombre) durante la farsa del 1 de octubre, así como la actitud agresivamente nacionalista de tantos párrocos y obispos. No es resucitando el ambiguo maquiavelismo pujolista como se creará una «alternativa cultural cristiana».