Los abogados de la familia de Laura Luelmo, y en su nombre, piden en términos imperativos a los medios de comunicación que cejen de promover “un espectáculo” con la muerte de la joven, y que eviten “polémicas especulaciones y emisiones y comentarios públicos que solo agravan el sufrimiento y el dolor por lo sucedido”. Para ello apelan a la compasión, y lo hacen con un rotundo “Déjenlo ya”
Realmente, es lastimoso el tratamiento que siempre que se da un hecho de estas características recibe por parte de los medios de comunicación, sí, pero también por parte del oportunismo político. Los homicidios y asesinatos no tienen igual valor para ellos. Para un buen análisis aquí. Lo ejemplifica el hecho de que en las mismas fechas, dos ancianos, marido y mujer, fueron encontrados muertos en su hogar, presumiblemente a causa de un asalto. El suceso, a pesar de tratarse de dos víctimas, mereció una noticia marginal y aún no en todos los medios, y fue flor, exactamente, de un día. ¿A quién le importa que maten a dos ancianos en su casa? ¡Ah, es que un delito sexual es otra cosa!
Siempre que existe una agresión sexual se ponen en marcha dos mecanismos sensacionalistas que se alimentan mutuamente propagando un espectáculo vergonzoso, que demuestra que son incapaces de guardar el recato en los detalles que vierten y la forma de informar, sin pensar en la dignidad de la persona muerta y en el dolor de sus familiares vivos. Por una parte, los medios de comunicación escarban en lo morboso del crimen sexual porque saben que tiene un amplio público asegurado, y lo primero es lo primero, y esto es siempre “la pasta”. La hipocresía en el periodismo actual es alucinante. Por una parte, demasiados medios y periodistas se irrogan el derecho a pontificar sobre el bien y el mal, por el otro hacen lo que haga falta con escaso autocontrol para conseguir la máxima difusión.
El otro mecanismo es la explotación que hacen las periodistas y las organizaciones de la perspectiva y el feminismo de género que, embarcadas en su «cruzada” contra los hombres agitan este tipo de delitos presentándolos como el acto propio no de una persona concreta, de un asesino, o un enfermo, sino como correspondiente a la categoría hombre. La culpabilización de todos ellos y la victimización de todas las mujeres es la estrategia que aplican sistemáticamente, hasta el extremo de crear una atmosfera de inseguridad en las mujeres que andan por la calle. A ello se suman los actos que instrumentalizan a la víctima, “todos somos Laura”, dando lugar a reacciones llenas de demagogia:
Ambos factores, sensacionalismo sexual y agitadores de la guerra de sexos, también conocida como perspectiva de género, se retroalimentan, convirtiendo lo que es un suceso, el de Laura, que en todo caso cuestiona la calidad del sistema penitenciario, al menos en este caso, en un elemento de su batalla contra los hombres. Ese es el problema.