Hace unos días, tuvo lugar en Madrid una iniciativa realmente novedosa de la que no puedo evitar dar cuenta: comenzó, en la Universidad Politécnica de Madrid, la iniciativa “Bailando con gigantes”. Como explica su propia web (bailandocongigantes.com) “Bailando con gigantes nace de cierta inquietud: facilitar un espacio para (…) ejercitar tanto mente como corazón y responder a algunas de las preguntas que nos interrogan como seres humanos. Más allá del conocimiento técnico que se adquiere en las clases regladas, la universidad pública permite establecer un diálogo entre puntos de vista diferentes sobre temas comunes.” La iniciativa surge gracias al patrocinio de la Fundación Tatiana Pérez de Guzman el Bueno, cuyo programa de liderazgo juvenil está empezando a ofrecer unos interesantes brotes verdes.
El primer diálogo de gigantes resultó realmente apasionante: Juan Manuel de Prada y Juan Ramón Rallo, dos referentes fundamentales del tradicionalismo y el liberalismo, ofrecieron sus posturas sobre si en nuestra organización social y política debe pesar más el individuo o la comunidad.
El diálogo resultó muy enriquecedor, pero más allá de su contenido, debemos destacar que logró algo que parecía imposible tras la pandemia: devolver la vida a la Universidad.
En efecto, uno de los daños de la pandemia ha sido la tendencia a la generalización de las clases on line. Ello, unido a la búsqueda de la eficiencia y la empleabilidad convertidos en fines primarios de la Universidad de un tiempo a esta parte, ha hecho que las Universidades hayan quedado reducidas a clases, exámenes y títulos. La búsqueda de la verdad, el debate abierto, la disputa de ideas o la pasión intelectual, quedaron hace tiempo enterradas. Ello se manifiesta en la infrautilización de aulas magnas y salones de actos, o en la vaciedad de las cafeterías universitarias (que no se sabe si forman parte de la “España vacía”, aunque la mayoría estén en la poblada).
En este contexto desolador, “Bailando con gigantes” ha logrado devolver la vida a la Universidad: un salón de actos lleno (hasta donde el aforo permitía) disfrutó con pasión, risas y aplausos de un debate que me atrevo a calificar de histórico. Las limitaciones materiales hicieron, además, que en la sala hubiera frío. Ello permitía ver escenas tan enternecedoras como una joven pareja binaria (chico-chica) abrazados bajo un chaquetón, de la mano, oyendo con pasión a los dos pensadores. Digno de inmortalizar en una foto. Incluso había una universitaria con su bebé, cuyos sollozos en algún momento testificaron lo más importante que se pudo ver allí: vida!
La iniciativa seguirá adelante y anuncia nuevos debates de Dudda con Pedro Herrero, de Luri con Fernández Liria o de Enersto Castro con Jaime Bohigas. Esperemos que dichos encuentros contribuyan a ser la sal de la Universidad los próximos meses. Larga vida a la iniciativa, y larga vida a la Universidad.
En este contexto desolador por la pandemia, “Bailando con gigantes” ha logrado devolver la vida a la Universidad Share on X