Benjamina en hebreo significa «la más querida» y fue el nombre que decidieron ponerle los arqueólogos de la Sima de los Huesos de Atapuerca (Burgos) a los restos óseos de niña que encontraron en 2001 y que escondía una historia pro vida de amor que nos interpela en tiempos actuales convulsos a través de un grito intergeneracional de amor hacia el débil, amor fosilizado.
En tiempos donde el aborto se ha convertido en la solución para padres que ven diagnósticos de hijos con malformaciones, Benjamina nos da una lección para la historia. En la Sima de los Huesos, ubicado en Atapuerca, se han hallado hasta la fecha los vestigios de al menos 28 personas pertenecientes a una misma comunidad de Homo heildebergensis. Este grupo se remonta a aproximadamente medio millón de años atrás. Desde la perspectiva filogenética, se consideran como predecesores de los neandertales, es decir, pre neandertales. Entre esos fragmentos se encontraba el individuo conocido como Benjamina.
¿Qué hace tan especial a Benjamina?
La historia de Atapuerca es emocionante. Tal y como narran sus descubridores Ana Gracia Téllez e Ignacio Martínez, Benjamina es un cráneo de una niña de 12 años que por sus características lo hace único: «Empezamos a excavar en un rinconcito -relata Martínez- y empezó a aparecer un trocito de cráneo. No sabíamos iba a ser un cachito, pero poco a poco se fue convirtiendo en una en un neurocráneo y, además, era un cráneo que era muy grácil. Normalmente los huesos gruesos corresponden a varones y los huesos más finitos corresponden a mujeres. Así que pensamos que era una niña lo que estábamos viendo. Una niña que más o menos había muerto entre los 10 y los 12 años y no atinábamos a saber qué es lo que le había pasado hasta que mi compañera Ana descubrió una historia asombrosa».
Resulta que esta niña sufrió una patología que es muy infrecuente en nuestra especie. Esa patología consiste en que el parietal izquierdo se fusionó con el occipital mucho antes de tiempo. Así que la niña nació, el cerebro creció, el cráneo no pudo crecer acompasadamente con el cerebro y el cerebro tuvo que empujar al cráneo y deformó el cráneo.
Benjamina nació con un problema psicomotriz y dificultades para caminar, lo cual indica que necesitó cuidados más allá de los que pudieran darle sus padres. «Así que el grupo decidió cuidarla. Y, ¿hay algo más humano que elegir cuidar a alguien?», se pregunta una de sus descubridoras, Gracia Téllez, y añade: «Por eso la llamamos Benjamina. Porque Benjamina en hebreo significa La más querida».
Las deformaciones del cráneo de la niña quieren decir que era patentemente diferente de los demás. «Cuando luego estudiamos en el interior de los cráneos, lo que se llama la superficie interior del endocráneo, queda marcada la superficie del cerebro. Pues en algunas regiones tenía marcas de que se había lesionado el cerebro y esas lesiones pues hemos hablado con neurólogos y nos dicen que es muy probable que determinarán que esta niña pues sufrió un retraso psicomotor».
La parte emocional viene en el siguiente comentario de Martínez: «si os paráis a pensar, esta niña vivió hasta los 12 años. ¿Esto por qué es tan importante? Pues porque el resto de los animales, cuando
se dan cuenta de que un cachorro les ha salido mal lo que hacen es que lo desechan porque es
la ley que se llama selección natural. Tú no inviertes tiempo y energía en un cachorro que no va a llegar a adulto para reproducirse. Porque si haces eso tus genes no pasan a la siguiente generación».
El paleontólogo de Atapuerca prosigue: «si estas personas se hubieran comportado como todo el mundo pensaba en aquella época que se comportaban las personas primitivas, que eran casi como animales, pues los suyo es que a esta niña la hubieran abandonado al poco de nacer y, sin embargo, no la abandonaron. Más aún, para que llegara a tener 12 años a esta niña la tuvieron que dar más cuidados, atenderla más que a los demás, y este es el primer caso que se conoce en la historia de la humanidad de integración».
El amor en Atapuerca
En el vídeo que acompaña esta información Martínez concluye con una reflexión emocionante: «Ahí está la voluntad, es decir, lo hacemos porque queremos y ahí está el amor. Lo hacemos porque nos queremos muchísimo y no renunciamos a ese amor simplemente porque las personas son diferentes».
Y concluye: «Para mí a día de hoy es el fósil más importante que he encontrado en mi vida y que jamás soñé que encontraría, porque nunca pensé que encontraríamos al amor fosilizado y nos da un mensaje muy hermoso y nos dice dos cosas: que estas personas ya eran tan humanas como nosotros, y nos manda un mensaje hacia el presente, nos sentimos muy orgullosos de formar parte de ese linaje, de esa estirpe».
Ojalá lo que plantea este paleontólogo sea verdad y entendamos que el más débil en el vientre de una madre es una oportunidad para ser humanos, todos esos bebés son benjaminas. Está en nuestro origen. Los fósiles de Atapuerca nos lo recuerdan.
Ojalá lo que plantea este paleontólogo sea verdad y entendamos que el más débil en el vientre de una madre es una oportunidad para ser humanos, todos esos bebés son benjaminas. Los fósiles de Atapuerca nos lo recuerdan. Share on X